El 1º de enero entró en vigencia en todo el país el Pase Sanitario, que acredita el esquema completo de vacunación contra el covid-19 y permite asistir a eventos de más de mil personas en espacios abiertos y cerrados, al igual que a boliches, salas de recitales, salones de fiestas y cines.

La medida rige para mayores de 13 años, y tiene como objetivo estimular la vacunación y que las actividades masivas o grupales sean seguras. Un contexto que hace un año creíamos que ya habría desaparecido a esta altura. Y que hace dos eneros ni siquiera imaginábamos.

► Sé lo que hicieron el verano pasado

Mientras en este comienzo de año se debate si la pandemia debería considerarse endemia, a partir del brote y avance de las variantes Delta y Omicrón, hace un año el público se dividía entre los que se atrevían a salir de sus casas y los que no querían ni pensar en contagiarse. En medio de esa grieta, volvieron los recitales presenciales.

Si bien a finales de 2020 ya se había podido ver algún show desde un auto, con la llegada del calorcito se habilitaron los espacios al aire libre, aunque con protocolos y capacidad limitada. Por ejemplo la fiesta Bresh, que luego de romperla en cuarentena con su versión "En casita" y de girar en enero por la Costa Atlántica, Córdoba y Buenos Aires, regresó en febrero a la capital argentina. Fue en Mandarine Park, el predio de Costanera Norte donde no sólo se hicieron más fiestas sino también los pocos shows internacionales que vinieron en los dos últimos años.

A diferencia de lo que pasaba al otro lado del Atlántico, donde los clubes fueron cerrados por el invierno europeo, en Buenos Aires los DJs pusieron a bailar a la gente el verano pasado: como parte del ciclo Atardeceres Musicales pasaron el belga Kolombo y el inglés Nick Warren (un veterano de mil y un batallas que además juega de local) y se anunció a la ucraniana Miss Monique y al holandés Elke Kleijn.

En el indie, al mismo tiempo y más allá de la coyuntura, la Ciudad Cultural Konex consiguió sacar adelante su tradicional programación veraniega. Desde ahí, a manera de previa de su gran año, Santiago Motorizado inició una gira nacional que enganchó con la confección de la nueva banda de sonido de Okupas. Marilina Bertoldi, Natalie Pérez y Las Ligas Menores también ayudaron a amenizar el Parador Konex, cuyo desenlace coincidió con el Recoleta Pícnic Nocturno, en el Patio del Aljibe del Centro Cultural Recoleta, por donde deambularon músicos, DJs y VJs.

Más corta fue la mecha del Parador Buena Vibra, versión del epónimo festival,  que empezó en marzo con Miranda! y terminó de manera intespestiva en abril con Nafta. En el medio tuvo a Bandalos Chinos, Telescopios e incluso el último show de Willy Crook en vida.

► Un picnic en el museo

A comienzos del año pasado, tanto el Museo Fernández Blanco, el Museo Saavedra y el Museo Larreta abrieron sus puertas para realización de shows en vivo, entre los que destacó la presentación de Alcazaba, el disco debut de d.i.n.a.s.t.i.a. Al final, funcionó tan bien la habilitación de esos espacios no tradicionales para la organización de recitales que meses más tarde tanto el Museo Larreta como el Anfiteatro siguieron generando contenidos con un modelo económico autosustentable.

El Anfiteatro de Parque Centenario también se puso a disposición de salas y artistas. Y antes de que repuntaran los contagios, el Hipódromo de Palermo y el estacionamiento del estadio Obras midieron el poder de convocatoria de la escena independiente: Bandalos Chinos y El Zar pueden dar fe de ello, pese a las burbujas.

A propósito de la escena independiente, Camping se transformó en su reducto a lo largo de 2021. Tras establecerse como un hito en Recoleta, la marca se mudó en febrero a la Sociedad Central de Arquitectos, en Avenida del Libertador y Callao. Y mientras la música volvía a padecer la incertidumbre, los findes su programación no se detuvo: fue un estupendo plan ir a ver recitales al caer la tarde, especialmente de artistas noveles que aparecieron durante la pandemia como Zenon Pereyra o Doble Valentina.

► Teatro antipandemia

A mediados de junio, y tras ese verano en el que se experimentaron varias formas de hacer un recital, se anunció la reapertura de cines, teatros y centros culturales. Lo que produjo la vuelta de los conciertos, aunque con protocolos y el aforo reducido a un 50% de la capacidad de la sala.

Los traperos fueron los primeros en apropiarse de la Avenida Corrientes. Aunque comenzaron a pisar fuerte a partir del recital de Rusherking en el Teatro Broadway, en julio. En paralelo, Massacre movió su show de Mandarine Park al Teatro Coliseo., donde Emma Horvilleur la rompió en el estreno de su disco Pitada, y Santi Motorizado tocó por única vez Canciones sobre una casa, cuatro amigos y un perro. Ahí también, Lucy Patané firmó uno de los mejores shows de 2021 y Lo' Pibitos volvieron al ruedo.

En agosto hubo más actividad y en septiembre se dio el debut de Hernán Cattáneo en un teatro. En este caso, el Gran Rex. Si las fiestas electrónicas habían apostado por la clandestinidad en el verano, con la apertura de las salas independientes retornaron a la situación clubera. Sin embargo, no sucedió como se esperaba porque el público no podía bailar. O sí: de canuto.

Sin embargo, octubre fue inaugurado con una gran noticia: el gobierno porteño anunció que eliminaba las restricciones de horarios y las limitaciones de aforo. Esto provocó una sobreoferta en las agendas de recitales y de fiestas. Salas como Niceto Club, que hasta entonces tenían habilitación para hacer shows para 150 personas, de pronto podían hacer uso de su capacidad completa. Al mismo tiempo, el bolsillo del público empezaba a sentir el aumento del precio de las entradas. Y empezó a mermar la convocatoria.

► El reencuentro con la masividad

Una vez que artistas del calibre de Fito Páez, Babasónicos, Skay Beilison o Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado anunciaron su reencuentro con el público en los estadios, los festivales musicales masivos revelaron su reprogramación. Y en otros casos advirtieron su regreso y hasta su debut. A la vuelta del Quilmes Rock (con Gorillaz en calidad de primer headliner confirmado de su grilla), le secundaron los anuncios del Lollapalooza, Cosquín Rock, At Park, Experiencia Dolores Rock y Primavera Sound.

Cuando a los alemanes los volvían a encerrar a causa del inicio de la cuarta ola de la pandemia de covid-19, cuya nueva cepa está afectando gravemente a los que decidieron no vacunarse, Buenos Aires entraba de vuelta en el modo primaveral/veraniego. En esa ilusión con sabor a pasado, a deseo o a normalidad, La Delio Valdez hacía historia al agotar el Luna Park, Conociendo Rusia se erigía como un fenómeno de masas al llenar cuatro Gran Rex, y Bandalos Chinos actuaba ante cinco mil personas en el Hipódromo de Palermo.

Trueno se legitimaba en calle Corrientes, Wos puso a vibrar a cuatro estadios Obras, Duki metía 10 mil personas en el Movistar Arena, Paco Amoroso estrenaba su primer disco en Niceto y CA7RIEL hacía lo mismo en C Complejo Art Media. Un año de ensueño para la música urbana argentina.

► Noches viejas y años nuevos

En el fin de semana previo a la Noche Buena, Palermo hervía de eventos. Con apenas cuadras de diferencia, Soda Stereo se despedía en el Campo de Polo, el festival Buenos Aires Cumbia se celebraba en el Hipódromo y El Mató a un Policía Motorizado regresaba a los escenarios porteños en GEBA.

Dentro del nuevo orden que experimentaba la cosmogonía de la música local, al menos en Buenos Aires, donde cerraban espacios y se posicionaban otros, se abrieron salas fuera de Palermo, Villa Crespo, Chacarita y el Centro. Una de ellas fue la versión porteña del madrileño Café Berlín, en Villa Devoto.

Con el pasó de los días, el coronavirus se volvió a sentir fuerte. Al punto de que hubo más de 100 mil contagios en las últimas 24 horas. Pese a ello, la Costa Atlántica, Córdoba y otras ciudades se preparan para una temporada desbordada de recitales y festivales. ¿Será que el show debe continuar?