Donald Trump se convirtió en el primer presidente de Estados Unidos en ejercicio en visitar el Muro de los Lamentos, en la Ciudad Vieja de Jerusalén, lugar al que no suelen asistir otros mandatarios para no importunar a los palestinos. Trump dijo haber visto una “rara oportunidad” de cambiar la situación en la convergencia de intereses entre los países árabes e Israel frente al extremismo y a Teherán. “Debemos aprovechar la situación. Lo que puede suceder ahora, antes nunca hubiera podido suceder”, declaró el mandatario republicano junto a Benjamin Netanyahu. 

El primer ministro israelí lo elogió por reafirmar el liderazgo estadounidense en Medio Oriente, luego de la reunión entre ambos para hablar de la situación en la región. Israel desplegó más de 10.000 policías para garantizar la seguridad durante la visita de Trump y cerró varias de las calles principales de la ciudad. La visita al emblemático sitio israelí fue ensombrecida por un nuevo ataque con arma blanca en el que un agresor palestino resultó muerto. En Cisjordania, al menos 100 palestinos resultaron heridos durante la represión militar israelí a protestas de apoyo a una huelga de hambre de presos palestinos en cárceles israelíes y en el marco de un paro general que coincidió con el arribo del magnate neoyorquino. 

El Air Force One que trasladó al presidente estadounidense y a su comitiva desde Arabia Saudita aterrizó al mediodía en el aeropuerto internacional Ben Gurion. Trump, que fue recibido por su homólogo israelí, Reuven Rivlin, y por el primer ministro Benjamin Netanyahu, elogió en un breve discurso la relación entre Estados Unidos e Israel. A su llegada a la plaza del Muro Occidental, a Trump –que llevaba un kipá negro– se le unió su yerno y asesor en asuntos de Cercano Oriente, Jared Kushner, que también llevaba el gorro religioso judío. 

Sin embargo, el presidente entró solo a la sección masculina del área de plegarias, que están separadas por sexos. Trump cerró los ojos y apoyó la mano en el muro. Luego introdujo un pedazo de papel en la pared. Ningún responsable israelí lo acompañó en la visita. Cualquier presencia de un hombre del gabinete de Netanyahu podría haberse interpretado como un reconocimiento de Estados Unidos de la soberanía de Israel en ese lugar. No muy lejos de allí se extiende la Explanada de las Mezquitas (el Monte del Templo para los judíos), el tercer lugar más sagrado para los musulmanes. Por su dimensión religiosa y política, Jerusalén es el centro del conflicto israelo-palestino. Por un lado, Israel considera toda la ciudad como su capital indivisible. Los palestinos, por otra parte, quieren hacer del este de Jerusalén la capital de su Estado, al que aspiran desde hace décadas. Israel conquistó durante la Guerra de los Siete Días, en junio de 1967, la parte oriental de Jerusalén y más tarde anexionó ese sector. 

El jefe de la Casa Blanca subrayó el vínculo indestructible que existe entre Israel y Estados Unidos. “No vamos a permitir nunca que se repitan las atrocidades del siglo XX”, afirmó en alusión al exterminio de seis millones de judíos durante el nazismo, sin mencionar la palabra Holocausto. 

Durante su visita, Trump siguió impulsando su intento de aislar a Teherán. “Irán nunca puede tener la bomba atómica”, dijo tras una reunión con Rivlin en Jerusalén. Irán debe poner fin a su apoyo al terrorismo, reclamó. “Muchos países del mundo árabe son conscientes de la creciente amenaza que supone Irán. De hecho, varios países árabes modificaron ya su posición con respecto a Israel”, dijo. Tras reunirse con Netanyahu, Trump señaló que Israel y Estados Unidos están experimentando juntos cómo Teherán amenaza a toda la región. 

Por su parte, el premier israelí devolvió gentilezas al agradecerle por el anunciado giro en la política de Estados Unidos hacia el país persa. Netanyahu dijo que se puede hacer retroceder a Irán de manera conjunta y así impedir que se convierta en una potencia atómica. “Por primera vez en muchos años, y en mi vida, veo el potencial para un cambio”, consideró. Netanyahu también expresó su disposición a lograr una solución pacífica en su conflicto con los países vecinos y los palestinos. “Israel extiende su mano para cerrar la paz”, dijo y aseguró que Israel garantiza los derechos de todas las religiones mientras los cristianos son perseguidos en otros países de Medio Oriente.  

“Queremos una paz auténtica, duradera, que garantice la seguridad del Estado judío y ponga fin de una vez por todas al conflicto”, afirmó el primer ministro israelí, quien se declaró convencido de que la alianza entre su país y Estados Unidos se afianzará aún más durante el gobierno de Trump.

También el presidente Rivlin se mostró esperanzado, durante la ceremonia de recepción, de que se establezca la paz entre las tres grandes religiones monoteístas del mundo: “Tenemos convicciones diferentes, pero todos veneramos al mismo Dios”, sentenció. “Podemos cooperar para un futuro mejor y deberíamos seguir haciéndolo, juntos”, señaló el primer mandatario israelí.

Durante la visita de Trump, decenas de palestinos resultaron heridos en enfrentamientos con el Ejército israelí en Cisjordania. Los palestinos se manifestaron en solidaridad con más de mil presos en cárceles israelíes que mantienen una huelga de hambre desde hace más de un mes. Los reos reclaman mejores condiciones de encierro. Un comité de apoyo a los presos convocó para hoy a un “Día de Ira” cuando Trump se reúna en Belén con el presidente palestino, Mahmud Abbas.

Antes de seguir viaje a Roma, Trump tiene previsto visitar el memorial del Holocausto Yad Vashem y ofrecer un discurso en el Museo de Israel en Jerusalén. Se espera que allí exprese las bases de un posible acuerdo de paz.