Al menos Ingrid Bergman y Humphrey Bogart no tuvieron que autoaislarse, hacerse un PCR u otra clase de test y llenar formularios de localización de pasajeros. Casablanca, que este año celebra su 80° aniversario, transcurre en el medio de una guerra y no de una pandemia. De cualquier manera, una de las razones por las que este clásico en blanco y negro del estudio Warner Bros. sigue ejerciendo semejante fascinación en la actualidad es que retrata un mundo muy similar al nuestro, en el que todo está fuera de caja. Todos sus personajes principales están en tránsito o muy lejos de su hogar. La burocracia domina sus vidas. Para ir a cualquier lado necesitan visas de salida o cartas de tránsito, pero las fronteras están cerradas. Todos están obligados a esperar y esperar y esperar.

"Quizás mañana estemos en el avión", susurra de manera lastimera una joven pareja al comienzo de la película. "Nunca saldré de aquí. Moriré en Casablanca", señala con tristeza otra alma desplazada mientras toma un trago que apenas puede pagar en el bar de Rick.

Los críticos de cine y los historiadores culturales han pasado décadas tratando de determinar por qué Casablanca salió tan bien. Sobre el tema se han escrito tratados académicos que intentaron abordar todos los debates, todas las discusiones. ¿Es la poderosa química en pantalla entre Bergman y Bogart, es el agudo ingenio de los diálogos, o el romanticismo condenado al fracaso que se encapsula en la performance de Dooley Wilson en el piano con la inoxidable canción “As Time Goes By”?

Esta fue una de las cuatro películas que Humphrey Bogart hizo en 1942. Nadie habla demasiado de las otras tres.

"Como la mayoría de las otras películas realizada bajo el sistema de estudios, Casablanca fue una acumulación de accidentes. En el guión trabajaron siete escritores; el director de fotografía y el montajista eran simplemente los que estaban disponibles en la semana en que comenzó la producción; y la famosa última línea de la película fue escrita semanas después de que terminara la filmación", escribió la periodista Aljean Hormetz en su libro de 1992 sobre la película.

Esta, entonces, fue una película hecha por los pelos. Ni su director Michael Curtiz ni el productor Hal Wallis estaban pensando demasiado en la posteridad cuando tomaron el proyecto en sus manos.

“Warner Bros. era como una línea de montaje en la planta de automóviles", le dijo Julius Epstein, uno de los guionistas, a Harmetz, describiendo el proceso de realización de la película como el de una fábrica.

De todos modos, es muy simplista sugerir que Casablanca fue solo un accidente feliz, un producto hecho de manera maquinal que de algún modo se las arregló para resultar único. La película lidia con situaciones y emociones que pueden ser tan reconocibles hoy como lo fueron en diciembre de 1941, el período histórico en el que tiene lugar la historia. Es al mismo tiempo un producto escapista de Hollywood y un oscuro drama sobre gente desplazada que lucha por sobrevivir.

Hay un muy obvio contraste entre la desesperante situación de los refugiados de la vida real que se ven en un granulado material de archivo al comienzo de la película, huyendo de Francia a pie, y el mundo de los exiliados que se encuentran cada noche en el Cafe Americain de Rick en Casablanca. Para empezar, todos los niños y ancianos se han evaporado. Los viajeros atrapados en la ciudad, sin papeles ni dinero, aún así tienen los medios para ordenar tragos en el bar. Tienen que haber dejado sus hogares solo con lo poco que podían llevarse, pero se las arreglan para vestirse de manera inmaculada, con vestidos de noche, tuxedos, uniformes y trajes blancos.

Sin dudas, la capa exterior de cinismo de la película es crucial para entender su duradera reputación. Actúa como una forma de preservar y proteger lo que en el fondo resulta ser una muy delicada historia sobre el amor y el sacrificio. Si el Rick de Bogart hubiera sido solo un tipo sentimental y algo santurrón, el público simplemente no hubiera sido capaz de tragárselo. En lugar de eso, es un borrachín sardónico con una marcada tendencia a las frases hirientes.

"¿Dónde estuviste anoche?", le pregunta a Rick su despreciada amante Yvonne (Madeleine Lebeau) en una escena a comienzos de la película. "Eso fue hace tanto que no lo recuerdo", responde él, evitando contestar. "¿Te veré esta noche?", continúa ella. "Nunca hago planes con tanta anticipación", responde él. En ese intercambio hay una crueldad y toxicidad masculina que hoy parece asombrosa. Por supuesto que Rick no necesita ser tan puntualmente brutal para sacarse de encima a una vulnerable mujer mucho más joven que él. De todas maneras, cuando los mellizos Julius y Philip Epstein fueron convocados para trabajar en el guion, éste era precisamente el estilo cáustico de humor que se esperaba que entregaran.

En la puesta original de la obra teatral Everybody Comes To Rick’s, en la que se basa Casablanca, Rick era una figura menos encallecida, más autocompasiva. El era "Richard Blaine de París, abogado criminal, campeón de las causas perdidas", que fue transformado en Rick, "proveedor de entretenimiento para Casablanca". "Una vez que tuvimos la confirmación de que Bogart iba a interpretar el personaje, sentimos que era tan adecuado que no teníamos que hacer nada especial. Solo intentamos hacerlo lo más cínico posible", le dijo Julius Epstein a Harmetz.

Los hermanos Esptein, entonces, proveyeron ese cinismo. Otros escritores de la línea de producción de Warner Bros. agregaron algunos toques de idealismo desinteresado, algo de sentimentalismo que también forma parte de las características de Rick. En un ensayo realizado en 1992 para su programa radial de la BBC Letter from America, el periodista británico Alistair Cooke argumentó que Rick "representa una dualidad en el personaje norteamericano que la mayoría de los nortamericanos les gusta pensar que es su auténtica personalidad, duro en el exterior pero compasivo en su interior."

Rick no es el típico héroe de Hollywood. Sombrío, sarcástico, muy amigo del trago y mujeriego, está claramente a años luz del tipo "vecino de al lado", limpio y amigable. En primer lugar, no está del todo claro qué está haciendo en Casablanca. Le dice al capitán Louis Renault (Claude Rains) que vino a la ciudad por "el agua"... aunque están en medio del desierto. Quizás Rick está intentando superar lo que le rompió el corazón en Francia, cuando su romance con Bergman fue tan brutalmente interrumpido por los nazis. "Los alemanes vestían de gris, vos vestías de azul", le dice cuando vuelven a encontrarse cara a cara en el bar, en una de las muchas líneas de la película citadas sin descanso en años posteriores. Para entonces, sin embargo, ella tiene un marido, el líder de la resistencia Victor Laszlo (Paul Henreid).

Cooke ha sugerido que Bergman era "más que nadie, la víctima de un guion que tuvo ocho finales diferentes escritos, y que no supo hasta los últimos días de filmación cuál era el que iba a ser utilizado." La misma Bergman aseguró que el guion se trabajaba día a día, y que ella no estaba del todo segura de "cuál hombre se suponía que tenía que amar."

Harmetz descarta como un mito la idea de que "nadie sabía cómo iba a terminar la película". Los censores nunca habrían permitido que Ilsa Lund, el personaje de Ingrid Bergman, abandonara a su marido y se quedara en Casablanca con Rick. Ella tenía que subir a ese avión. Ese era el punto central de la película. Y era igualmente obvio que aún estaba enamorada de Rick.

Casablanca comenzó su producción justo después del ataque japonés a Pearl Harbour, cuando era cada vez más obvio que el presidente Roosevelt llevaría a Estados Unidos a la guerra. La película llegó a los cines de su país en noviembre de 1942, exactamente en el momento en el que comenzaba la "Operación Antorcha", la invasión de los aliados en el norte de Africa francés. Originalmente, Warner Bros. había planeado el estreno a comienzos de 1943, pero se dio cuenta de que ninguna operación de marketing propia podía igualar la que les proveía de manera gratuita el general Eisenhower llevando a las fuerzas aliadas a Casablanca. "¡Hollywood llegó primero!", alardeaban los afiches.

Es fácil, entonces, entender la popularidad de la película entre el público estadounidense ochenta años atrás. ¿Por qué seguimos viéndola y disfrutándola? Más allá de su valor nostálgico y la instantánea, tranquilizadora familiaridad de muchas de sus líneas de diálogo ("Louis, creo que este es el comienzo de una hermosa amistad"), ¿qué es lo que sigue atrayendo a la audiencia? Con todos sus artificios, la película hecha por Warner Bros. en un estudio del sur de California, en el medio de una ola de calor, tiene una verdad emocional que trasciende su propio aspecto kitsch. Muchos de esos personajes atrapados en el bar de Rick fueron interpretados por verdaderos refugiados. Hoy, su prédica sigue siendo horriblemente real.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

  • En Argentina, Casablanca se puede ver en la plataforma QubitTV.