En sus andanzas por los majestuosos cerros rodeinos, ubicados en el departamento Ambato (Ampatu: sapo) de la provincia, A. Migó Garriga, trepó riscos y peñones hasta llegar al sagrado lugar donde habitan los ángeles y donde el polen ancestral se esparce en el “panteón de las deidades exiliadas”. 

En esa comarca, el escritor se despojó de su osamenta y se unió al ritual de un vuelo para componer la partitura más bella en las alturas, El Señorío Célico de la América Criolla, una prosa poética dedicada al “Kuntur” (cóndor), ave considerada sagrada en la cosmogonía andina. Los incas creían que comunicaba el mundo superior (Hanan Pacha) con el mundo terrenal (kay Pacha).

El escritor desprovisto de oropeles y, del fuego del predicamento de la obra impresa, cinchó la yegua para montar en los difusos sueños de la poesía dejando sólo un libro póstumo Obra Reunida. Y como el patriarca de la sangre, que anda pisando la sombra de sus pasos, Garriga fue anudándose el alma de tanto paraíso terrenal y asumió el silencio de la metáfora andina “…érase el silencio en la extensión. En las profundidades el silencio era. El silencio siempre. Siempre el silencio… En el altísimo nido de la progenie, casca el cascarón del universo mundo, revienta la aurora, abierta de par en par para darle paso a la creación. Allá en la fragosidad de los riscos andinos, entre desnudos peñascos… castísimo irrumpe en la vida el párvulo del ave- ángel solar. Inmaculado, empluma su cendal níveo, coronado irisdicente aureola de luz sidérea”.

Migó Garriga.

En una secuencia de imágenes describe la vida del cóndor, su vuelo, las sombras, los fantasmas, la fantástica seducción del macho a la hembra en una alucinante danza, la boda, los hijos consagrados en bautismo bajo el señorío célico del patriarca Kuntur, también, cuando el animal mítico es apresado, encadenado.

Solo quien hace de la contemplación la oración diaria puede escribir El Vuelo, “…Ronca su bronco graznido, exhala el vaporoso aliento, carretea con pesados trancos… arrogante inflama el velamen majestuoso… con el plumaje desplegado bate profundidades …elévase sobre las encrespados cresteríos, aletea, revolotea, planea, rasga airoso el espacio infinito con un zumbido vibrante… con las rémiges abraza distancias de la Patria Grande. Con los múltiples índices tañe en los aires sonoras estrofas de los himnos libertarios”.

El poeta A. Migó –como acostumbraba a firmar- muestra cinematográficamente la danza de la seducción a la hembra, el galanteo, el “kuntur” arrastrando los alerones desplegados en toda su longitud “escobilla el piso, barre brumas, avanza resuelto …golpetea el suelo, repiquetea para sacarle retumbos al seno de su propia sustancia… desanda el zarandeo, retrae la mollera, hincha el gaznate, grazna amoríos con roncos piropos de sensualidad…La presumida doncella le corresponde… Danza y Contradanza, cotoneos y contorsiones plumerean suavizando el áspero roquedal…” 

Concluido el juego amatorio llega el ritual de las bodas celestes, ungidos en matrimonio la hembra es fecundada por el vigoroso patriarca. Así los consortes emprenden vuelo “…hacía el nido de la procreación a aovar el universo, al ciclo eterno del huevo inicial”.

Se percibe en la estructura del lenguaje un patrón constante, el movimiento y la sonoridad, fusión que decanta en una poesía sensorial. La obra poética muestra al “Kuntur” como un héroe que recobra los ánimos del caudillaje guerrero de la Unión Americana. El dios de los cerros cubre con sus alas la esperanza de una nación sin fronteras, alentando libertades, abrazando los pueblos. 

Miguel Ángel Garriga no se detiene, se revela ante las sombras que se agitan en la América Criolla cuando el Señor del cielo anda encadenado. ¡Apu kuntur/ tayta Apu.