2016 es un año celebratorio para Monique Alstchul. Hace 30 años, Mitominas, una muestra de arte colectiva que nació en un taller de mujeres impulsado por ella, irrumpía en la escena pública para empezar a descongelar los mitos que ubicaban a las mujeres en destinos siempre trágicos. Además de disfrutar de los homenajes por ese aniversario, ella sigue trabajando con tanto entusiasmo como entonces. Acaba de organizar el IV Foro Internacional de Mujeres contra la Corrupción, un espacio que congregó a más de 100 especialistas para proponer estrategias para contrarrestar la corrupción que avasalla los derechos de las mujeres. Alstchul, referente del feminismo local e internacional, reflexiona sobre lo que pasó en estas tres décadas con el movimiento de mujeres, los derechos humanos y las leyes conquistadas. “El gran tema rupturista hoy es la despenalización total del aborto”, dice.
La celebración comenzó en marzo de este año en el Centro Cultural Tierra Violeta donde se expuso la muestra “Mitominas: 30 años después” y muchas de las Mitominas de entonces volvieron a juntarse para contar, repasar videos, revalorizar esa gesta.
Mitominas fueron exposiciones que se hicieron en 1986 y 1988 en el Centro Cultural Recoleta como resultado de un grupo interdisciplinario de mujeres que se juntaron para “descongelar los mitos”, que tan mal paradas dejan a las mujeres. “Eramos filósofas, antropólogas, escritoras, psicólogas, artistas plásticas, dramaturgas, músicas. Nos reunimos durante un año para pensar juntas. Y luego comenzaron las propuestas que tomaron cuerpo en obras que poblaron todo el Centro Cultural. La muestra de 1986 se llamó “Un paseo a través de los mitos”. Fue un éxito: más de 20.000 personas la visitaron. Y nos atrevimos a repetirla en 1988, con un tema aún más audaz: “Los mitos de la sangre”. Esta vez acompañadas por 66.000 personas. Hicimos un nuevo intento en 1992: Mitominas 3 “Cóleras de América”, recordaba Monique en la invitación.
Alstchul es profesora de literatura, artista plástica. Es, además, activista social y política, rol que hoy ejerce desde y más allá de su cargo como directora ejecutiva de la Fundación Mujeres en Igualdad.
–¿Cómo surgió Mitominas?
–Había hecho un trabajo anterior que recogí en un libro, Transformaciones, una aventura creativa. Ahí reuní a siete grupos distintos en un taller para que con los mismos elementos, la decoración transformara. Se fotografiaba y filmaba. El último de los grupos en reunirse eran mujeres. Fue distinto a los grupos anteriores porque en vez de armar cosas con los elementos se transformaban a ellas mismas. Una de ellas era Liliana Maresca, otra la escritora Angélica Gorodischer, Nora García, música. Había una fotógrafa. Fue fascinante. No había tema. Había objetos y con esos objetos producían algo. Ahí creo que fue Angélica Gorodischer que propuso “tenemos que seguir trabajando, esto es maravilloso, sigamos reuniéndonos”. Y a partir de ahí seguimos al año siguiente con las reuniones. Esto fue en el año 84, en el 85 fueron las reuniones. En el 86 se produjo Mitominas.
–Si tuviera que encuadrar este movimiento dentro del feminismo, ¿qué tipo de feminismo encarnaba?
–No todas eran feministas pero a todas les importaba la mujer. No éramos ni un movimiento, ni un grupo, se fue armando y después se convirtió en acción cuando empezamos a elaborar.
–En ese momento no había tanto grupos…
–No, porque salíamos de la dictadura. Y creo que eso fue lo que hizo que fuera todo tan audaz y con mucho afecto y mucho poder hacer. Porque hacíamos cosas enormes, que teníamos que trasladar en camiones que conseguíamos prestado. Todo sin un centavo. No conseguimos que nadie nos donara dinero pero sí materiales. Por momentos era casi delirante. Porque fuimos pensando cuáles eran los mitos con los que queríamos trabajar.
–En ese momento, cuál era la situación de los derechos de las mujeres, ¿por qué se peleaba?
–Se hablaba poco. En ese momento, desde el gobierno, Zita Montes de Oca fue la primera secretaria de la Mujer que tuvo el país. Ella luchaba por el divorcio y era pedir lo imposible. La patria potestad compartida era otro tema. Después Monzón mató a Alicia Muñiz, y ahí apareció el tema de la violencia de género que se llamaba violencia. En realidad no nos dirigimos a los derechos específicos sino que tratábamos de descongelar los mitos en los que la mujer siempre tenían un rol absolutamente desgraciado. Entonces la idea era cambiar los mitos para que las mujeres fueran protagonistas.
–Ese era un momento de mucha ruptura, ¿hoy donde está lo rupturista?
–Yo creo que el gran tema rupturista hoy es la despenalización total del aborto. Hemos conquistado muchísimos derechos, tenemos las leyes. Ahora lo que falta es la implementación de las leyes. Ese es un tema muy importante. Es el tema por el que estamos peleando ahora.
–¿Qué pasó con el movimiento de mujeres en estos 30 años?
–Ha crecido. Se ha consolidado. Feminismo ya no es una mala palabra. A mí me emociona cada vez que voy a un Encuentro Nacional de Mujeres, la vivacidad.
–En una nota de hace unos años decía que el movimiento sufría de una especie de “antropofagia”, ¿por qué? ¿Cómo lo ve ahora?
–Yo creo que es difícil trabajar en conjunto porque aparecen las rivalidades, aparecen los partidos políticos. Creo que nuestro gran logro desde el 93 hasta ahora son nuestros desayunos, donde conseguimos trabajar a pesar de las grietas, las brechas, conseguimos trabajar transpartidariamente. Podemos dialogar centrándonos en el tema mujer.
–¿Las afiliaciones partidarias complican?
–Se complica sobre todo cuando son mujeres fieles a sus partidos. Pero en estos momentos encontramos muchísimas mujeres políticas que se rebelan. Es un cambio.
–Porque en muchos partidos hay una bajada de línea muy fuerte y algunas mujeres repitiendo los roles históricos de sumisión…
–Sí, lo vemos en algunas diputadas. Algunas sí cumplen esos roles y otras no. Eso creo que es resultado de la ley de cupo. En el Senado tuvimos cerca del 40 por ciento. Por eso uno de los temas que hoy sostenemos es que tenemos que llegar a la paridad, ahí se solucionarían todos los problemas de los lugares en la lista.
–¿Cómo fue su recorrido personal en el feminismo?
–Yo creo que soy más militante ahora. Al principio traje el trabajo de afuera. Lo que yo traía era un feminismo más escandaloso, más de señales hacia afuera. El gesto de tirar los corpiños… Yo venía de la cosa creativa, plástica. Después armamos MEI, y ahí Zita era la cabeza política. Cuando ella muere, de pronto me encuentro con la fundación al hombro. Entonces era ver cómo seguir. Y a partir de ahí la labor ya no fue tan política, sino que fue política no partidaria. Fue muy importante el encuentro feminista de San Bernardo donde por primera vez se reconoce a las feministas políticas.
–Nunca fue funcionaria…
–Nunca. Y no lo quiero ser.
–¿Por qué?
–Para mí el bien más preciado es la libertad de opinión. Yo puedo estar muy contenta con un partido político pero si veo que hay una falta hacia las mujeres lo denuncio igual. Y como funcionaria eso no lo podría hacer.
–Es difícil para las feministas estar en el poder, reciben críticas de las feministas y también del partido…
–Muy difícil. Por eso la gestión de Zita fue cruel, fue sangrienta. El día que ella terminó su función yo pensaba que debía estar triste y fui a llevarle unos bombones y la encontré llorando, metiendo papeles en una caja, sola, absolutamente sola.
–¿Qué ve hacia adelante? Hay mucha fuerza en los últimos años del colectivo LGBT.
–Yo hablo de derechos humanos y englobo también al colectivo LGBT. Si bien los derechos están nombrados no están ejecutados. Las violencias que sufren las trans, el hecho de que tengan una expectativa de vida tan corta es uno de los grandes temas. No tenemos que diferenciar, tenemos que pelear para que los derechos sean accesibles para todas y todos.
–¿Qué le falta hacer?
–Mi gran expectativa es lograr que se apliquen algunas de las políticas públicas. Hay un camino que se está haciendo, por ejemplo, Fabiana Tuñez en el Consejo Nacional de las Mujeres está peleando por eso. Y en la provincia de Buenos Aires hay algunas buenas noticias, están introduciendo estos temas. Pero hay que tratar de acelerarlo. Y el punto de partida tiene que ser el presupuesto de género. No puede ser que en todos lados, tanto a nivel nación, como de intendencias, el presupuesto sea de 0,00 y después los números. Y en las intendencias se toman esos presupuestos para otros temas.