Aunque el fotógrafo francés Vincent Bousserez no haya encogido a los niños, sin duda ha agrandado sus juguetes al punto de la turbadora inverosimilitud. Ducho en jugar con escalas, dimensiones, perspectivas, el artista galo –que gusta perderse en sus imágenes y que los demás le hagan extraviada compañía– así lo evidencia en Nostalgies, su más reciente creación. Una serie donde cubos Rubik ofician de extraños monolitos, el ochentero Simon aterriza en tierra cual nave espacial, un colorinche autito de plástico apresura la marcha en una carretera perdida, el inolvidable resorte Slinky se planta frente a los elementos de la naturaleza, y un conjunto de mamushkas hacen fila para comprar comida rápida. Apenas unos pocos ejemplos de un trabajo que evoca –de personalísimo modo– recuerdos de niñez, y que continúa línea y coherencia de propuestas anteriores; por caso, Plastic Life, donde figurines liliputienses lidiaban con objetos tan amenazantes como una copa, un dedal… “El hombre puede creerse poderoso, sagrado y por encima de todo, pero bajo otra mirada, es minúsculo, efímero, frágil. Para romper distancias físicas y conceptuales, manipulo proporciones en el corazón de los paisajes, de las arquitecturas modernas, de escenas macro”, se despacha el señorito, y aprovecha web oficial para compartir su frase de cabecera, del filósofo y musicólogo Vladimir Jankélévitch, que dice: “El hombre es infinitamente grande en relación con lo infinitamente pequeño e infinitamente pequeño en relación a lo infinitamente grande, lo que lo reduce a casi cero”. Amén.