Desde Brasilia

En medio del pantano desinformativo sobre la invasión rusa a Ucrania, hay una noticia cierta: Jair Bolsonaro no ahorra esfuerzos para mostrar cuán alineado está y qué importante es para Vladimir Putin. Sin embargo no suceda lo recíproco de parte del líder ruso hacia su colega sudamericano. Interrumpiendo sus vacaciones de Carnaval, el presidente llamó a una conferencia de prensa para afirmar que su gobierno se mantendrá "neutral" en el conflicto y descarta "condenar" la ofensiva del Kremlin, en contraste rotundo a la posición de México, otro país latinoamericano que junto a Brasil integra el Consejo de Seguridad de la ONU.

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Sin disimular su vanidad, el excapitán se jactó de las dos horas de una reunión "excepcional" mantenida con Putin en Moscú el miércoles 16 de febrero cuando manifestó su "solidaridad" a Rusia.

Una afirmación que nueve de cada diez periodistas que cubrieron la cumbre entendieron como un aval a la guerra. El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, candidato favorito a las elecciones de octubre, comentó con una sonrisa la jactancia del gobernante: "Cómo le gusta decir mentiras a Bolsonaro, parece que fue a Moscú con una misión (...) lo que que dice parece un chiste": El caso es que mientras el gobernante de extrema derecha daba un okay a su colega ruso, una semana antes de la ofensiva los gobiernos de distinto signo ideológico de Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Colombia condenaban la incursión militar. Una divergencia que puso en evidencia su aislamiento.

Neutralidad

"Condena" y "neutralidad" son palabras clave para demarcar posiciones en el espectro diplomático. De un lado está la mayoría de los países latinoamericanos y las potencias occidentales, especialmente las vinculadas a la OTAN, y del otro un grupo reducido con China a la cabeza, escoltado por Cuba y Venezuela entre otros. Lo paradójico es que los motivos que mueven a Bolsonaro no son los defendidos por Beijing, La Habana y Caracas (incluso hay matices entre ellos) tres aliados históricos de Moscú en el enfrentamiento al poder imperial y del brazo armado de éste la OTAN, para dar forma concreta, incluso en el plano militar, a un nuevo orden multipolar.

Bolsonaro viene de un linaje para nada antimperialista. Es heredero de la ideología de contención del comunismo y la guerra contrainsurgente de los años 60 y 70. Desde 2019 con su llegada al Palacio del Planalto trabajó para lograr el estatus de aliado externo de la OTAN y por primera vez en la historia del ejército brasileño, designó a un general de brigada en el Comando Sur norteamericano. Dos ejemplos del proceso de "colombianización" de la política de defensa, vale decir la adscripción sin fisuras a Washington.

Siendo candidato presidencial y más tarde como mandatario, Bolsonaro ha declarado con frecuencia "admirar" a los norteamericanos y su estilo de vida, al que toma como ejemplo para Brasil. Una foto elocuente de esa devoción, hasta gestual, frente a Estados Unidos, posiblemente incómoda para algunos generales y coroneles, fue aquella de 2018, en la que el presidente electo Bolsonaro se cuadró e hizo la venia para recibir al enviado del entonces presidente Donald Trump, el consejero de Seguridad Nacional John Bolton.

Gesto repetido en los varios viajes a a Washington durante la gestión del republicano Trump los que no se repitieron desde el inicio de la administración demócrata de Joe Biden.

Guerra

Este domingo, al ser consultado por una periodista sobre la superioridad de las fuerzas armadas rusas comparadas con las ucranianas y la posiblidad de interceder ante Putin para el cese al fuego, el presidente respondió, "el armamento militar es para matar, usted sabe eso". "De mi experiencia de quince años en el ejército traigo la frase que dice ´no sirve de nada tener un millón de razón (quiso decir razones) si del otro lado se tiene un cañón".

Subiendo la voz, con el rosto bronceado por el sol de la playa de Guarujá, preguntó a la periodista, "¿Usted que quiere que haga, que lo llame (a Putin) y le dia presidente haga esto o aquello?".

El militar retirado y profesor de educación física, emplea una técnica probablemente aprendida de Trump (método que tuvo entre sus pioneros a Silvio Berlusconi), de contaatacar con preguntas a los reporteros inoportunos. Así lo hizo en 2020 cuando lo consultaron si le preocupaba que Brasil haya superado China en infectados con el coronavirus. A lo que respondió preguntando " ¿Y a mí qué ?" ( ´E daí ?, en portugués).

Pero esas maniobras, por repetidas, parecen haberse vuelto ineficaces para enmudecer a unos reporteros que ya no se conforman con las bravuconadas del gobernante, y las fake news montadas desde el "Gabinete del Odio", un ministerio oficioso creado en el Planalto a cuyo frente estaría el concejal Carlos Bolsonaro, uno de los hijos presidenciales.

Elecciones

Las declaraciones de "neutralidad" ante la guerra y el viaje a Moscú pueden resultar desconcertantes si se los lee sólo como movimientos de política externa. Porque no sólo romperían con el encuadramiento del gobernante con Washington sino con una tradición pro-occidental de la cancillería y las fuerzas armadas.

Quien expresó esa posición militar fue el vicepresidente, el general Hamilton Mourao, al declarar que su gobierno "no es neutral" y recomendar una acción militar en apoyo de Ucrania en armonía con los países de "occidente". Declaración que la semana pasada fue reprobada por Bolsonaro y este lunes por su hijo, el diptuado Eduardo, quien también hizo un sugestivo comentario sobre la necesidad de que Brasil, sin nombrarlo directamente, cuente con "armas atómicas".

En suma, la posición del jefe de Estado ante el conflicto en Ucrania es hegemónica pero no la única dentro de su propio gobierno donde un ala militar, no se sabe de que magnitud, y parte de los diplomáticos están descontentos..

Para Bolsonaro este romance con Putin es un activo a ser utilizado en la política interna, de cara a la campaña electoral con el fin de neutralizar, o intentar, la agenda de reuniones con líderes latinoamericanos y europeos que ostenta Luiz Inácio Lula da Silva. Según trascendidos que circulan en Brasilia, Bolsonaro intentó sin suerte que algún mandatario europeo lo reciba desde que comenzó a escalar la tensión entre Moscú y Kiev, pero nadie aceptó fotografiarse con él.