“Es un honor poder transmitir lo que me sucedió. Creo que a nosotros la vida nos dio mucho, y si con todo lo que nos pasó puedo ayudar a alguien a que tenga motivación y espíritu de lucha, para mí es un placer”. El que habla junto a Líbero es Roy Harley Sánchez, uno de los 16 sobrevivientes de la conocida como “La Tragedia de los Andes”, ocurrida en 1972. El ex jugador de rugby participó del programa “Charlas de Valor”, organizado por el Gobierno de la Ciudad y desarrollado en la Usina del Arte del barrio de La Boca, donde relató la historia que le tocó vivir junto al equipo de Old Christians, formado por alumnos del colegio uruguayo Stella Maris, para que chicos y adultos se retiraran más tarde impactados de uno de los auditorios.

El viernes 13 de octubre de aquél año, un avión de la Fuerza Aérea uruguaya  que llevaba a 45 pasajeros a Chile, se estrelló en la Cordillera de los Andes. A causa de la caída murieron 12, y el resto tuvo que soportar, entre otras cosas, 30 grados bajo cero de temperatura durante las noches, y también el hambre. Ellos trataron de resistir con las escasas reservas alimentarias que poseían, esperando por alguna ayuda, pero su esperanza cayó al enterarse por una radio que se había abandonado la búsqueda. Finalmente, angustiados por la continua muerte de sus compañeros y la lenta espera del rescate, dos jóvenes decidieron cruzar las inmensas montañas para llegar así a Chile. De esta manera, el 22 de diciembre de 1972, después de haber estado durante 72 días aislados de todo, el mundo se entera que 16 lograron sobrevivir. 

Harley es uno de ellos, y busca ahora que lo que le tocó transitar pueda ser beneficioso para que muchos otros puedan tomar conciencia. “Nosotros pasamos algo muy difícil, se murieron 29 amigos nuestros en la Cordillera. Entonces, lo menos que tenemos que hacer es dar y devolver un poco de esto, ya que fuimos favorecidos por estar vivos y poder contarlo”, remarca.

Este ingeniero industrial, que tenía sólo 20 años cuando sucedió todo, comparte con este diario lo que más tarde dejará asombrados a sus oyentes: “Tuvimos que tomar la más terrible e inevitable de las decisiones, después de dramáticas charlas, porque no todos nuestros compañeros comprendían que en Los Andes era imposible sobrevivir sin proteínas. Y tuvimos que comer carne humana, de los chicos fallecidos”. Cada vez que rememora lo sucedido, Harley tiene muy claro que “es algo muy fuerte, conocido mundialmente. Pero también digo que lo que hice ahí es porque no tenía opción. Yo estaba contra la pared, tenía que vivir”. 

En ese sentido, Harley valora mucho a los deportistas que también participaron de las charlas “porque esta gente hace algo por motivación propia, no como nosotros que estábamos casi obligados. Para mí es muy admirable que estos jóvenes puedan lograr en la vida cosas importantes”. Y va más allá: “Creo que el deporte es una disciplina que te hace bien en todo sentido. La evolución ahora es muy rápida, nosotros éramos totalmente amateurs. Con el tiempo pudimos terminar nuestras carreras. Y creo que hay que tener las dos cosas en la vida: una formación académica y amor por el deporte. Eso te hace un ser humano unido con todas las cualidades”.

El padre de Carolina, María Eloísa y Alejandro, hace hincapié en las diferencias de la preparación de esa época con los atletas de ahora. “Nosotros corríamos un poco por la rambla uruguaya y ya estábamos listos para el partido, y hoy en día estos deportistas tienen una exigencia mucho más grande. La vara está mucho más alta”, destaca. Y advierte: “El dinero hay que invertirlo para que tenga retorno. Que las cosas queden. Primero hay que hacer infraestructura, y luego educar y formar. Tienen que haber canchas, gimnasios, donde los jóvenes puedan estar”. 

A partir de las charlas que brinda en distintos ámbitos, Harley pretende que los más jóvenes puedan modificar los hábitos actuales: “Hay que sacar a los chicos de los teléfonos celulares y los dispositivos móviles. El deporte es un lugar donde pueden desarrollarse más sanamente”.

En su paso por Argentina, el hombre nacido del otro lado del Río de la Plata se sorprende por la marca que deja cuando transmite lo sucedido en la Cordillera. “Mi familia, mis hijos y ahora mis nietos, nacieron con la historia adentro. Para ellos es algo muy normal, y para otros chicos es un asombro enorme. Curiosamente, en Uruguay somos uno más, pero en el resto del mundo es donde más nos reconocen. En Uruguay pasamos casi inadvertidos”, explica, con un dejo de nostalgia reflejado en su rostro.