Un enfoque abarcativo sobre el delito, que innova y rompe con una visión tradicional en el área criminalística, caracteriza el abordaje de Marcelo Bergman, doctor en Sociología por la Universidad de California en San Diego.

El investigador viene especializándose desde hace quince años en temas de sociología del derecho y criminalidad. Así llegó a ser convocado como director del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia (CELIV) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), donde se desarrolla desde hace cinco años la Maestría en Criminología y Seguridad Ciudadana.

En diálogo con el Suplemento Universidad, Bergman resume el propósito de ampliar la formación en el área. “Queremos que los graduados se inserten en el sector público o en la academia con un instrumental académico mucho más sofisticado que el existente hoy para la elaboración de políticas en materia de seguridad”, subraya.

–¿Por qué se decidió crear la Maestría en Criminología y Seguridad Ciudadana?

–El objetivo es elevar la calidad del análisis en materia de seguridad, ya que el diagnóstico que hicimos en Argentina reveló que no había una tradición de estudios empíricos, sistemáticos, criminológicos y sociológicos sobre el tema de la seguridad ciudadana. Hay que recordar que tradicionalmente los temas de criminología se estudiaban en las facultades de Derecho. Eran espacios que manejaban los abogados. Y ellos no necesariamente tienen una buena formación en estadísticas, políticas públicas, en el funcionamiento de las instituciones o en la investigación empírica.

–¿Cuáles son las características de esa especialización?

–Es un tipo de enfoque típico en Europa y Estados Unidos, y ahora también bastante popular en países como Colombia y México. Nuestro objetivo es preparar a estudiantes para que se puedan desempeñar en el sector público con un instrumental académico mucho más sofisticado que el existente hoy. La idea es que vayan graduándose alumnos con capacidad de insertarse en el sector público o académico, y vayan mejorando los niveles de aprendizaje, análisis y elaboración de políticas en materia de seguridad.

–¿A qué se debe el mayor interés en la temática?

–El estudio tradicional de la criminología en Argentina y en muchos países de América Latina fue como una rama relativamente marginal de la sociología. Hasta los años setenta, no había grandes oleadas delictivas en la región. Había algún asesinato, algún estafador, casos típicos que salían en los medios. Por lo tanto, el que cometía un delito era considerado un desviado social al que la ley tenía que encarrilar. En los últimos treinta años, esto cambió en toda la región. El instrumental analítico que proveía el derecho se limitaba a las clases de Derecho Procesal Penal, pero no había ningún estudio social sobre el delito o un estudio económico sobre el delito.

–¿La falta de esas herramientas explica las fallas en las políticas de seguridad y la creciente preocupación social?

–Son dos temas distintos. Por un lado, creo que el abordaje empírico va a dar una mejor respuesta que uno normativo. Por el otro, pienso que si esta problemática es una de las grandes preocupaciones sociales, tiene que ver con que la inseguridad creció. Y es un tema que preocupa no solamente en Argentina, insisto. También es un problema en Holanda o Inglaterra y en esos países tienen tasas inferiores a las nuestras.

En los últimos diez años, las estrategias policiales se inclinaron por lo que se llama la “saturación policial”, es decir, llenar de policías las calles. Los agentes no necesariamente hacen un buen trabajo, pero el mensaje a la población es que están ahí.

–La sociología trabaja con el concepto de “percepción de inseguridad”, un término que causó controversia cuando fue usado años atrás desde el discurso oficial.

–Hay mucha literatura. Si la pregunta es si hay más inseguridad hoy que hace viente años, la respuesta es que sí. Hay datos empíricos que lo sustentan. ¿Hay más homicidios? No necesariamente. Cada homicidio es terrible, pero comparativamente con el resto de la región no hay un problema tan serio. Argentina sí tiene un muy serio problema de robos, de violencia de género. Ahora, si comparamos el índice con los de México, Colombia o Brasil, no estamos en la misma situación. Pero si la relación es con Chile, Argentina tiene tasas de inseguridad más altas. Entonces, lo de la percepción es relativo. La pregunta no es si hay o no inseguridad, el tema es si crece o baja.

–Ante un hecho de inseguridad, suele haber cuestionamientos sobre el accionar de la policía. ¿Cuál es la incidencia de la fuerza en este tipo de situaciones?

–Como criminólogo puedo decir que las instituciones tienen fortalezas y debilidades. Uno tiende a concentrarse en las policías y en Argentina no han sido desastrosas, pero tampoco muy exitosas. En los últimos diez años, las estrategias policiales se inclinaron por lo que se llama la “saturación policial”, es decir, llenar de policías las calles. Los agentes no necesariamente hacen un buen trabajo, pero el mensaje a la población es que están ahí. Por ejemplo, la Policía Bonaerense en pocos años duplicó la cantidad de agentes en las calles (actualmente posee 96 mil efectivos), pero no mejoró la seguridad, especialmente en el conurbano. Y fue así porque en realidad las estrategias más eficaces implican mayor inteligencia policial, inversión, capacitación y análisis. Ese tipo de cosas queremos enseñar en la Maestría.

–¿Cuál es su mirada sobre el accionar de la Justicia?

–Otro problema es que la Justicia siempre es selectiva. Hay tasas de impunidad bastante altas. Según el último dato, de hace varios años, solo el 46 por ciento de los casos se resuelven. Esto nos dice que si salís a matar a alguien, tenés la mitad de probabilidades de que logren detenerte. Y si no te agarran en las primeras 24 horas, la probabilidad de que seas atrapado baja al 20 por ciento. O sea, no tenemos una gran capacidad de investigación por parte de la policía, y la Justicia no es muy hábil en la condena a los trasgresores. Estoy hablando de los delitos más serios, con los que las instituciones judiciales y policiales se ponen las pilas. Si te roban una bicicleta, la probabilidad de recuperarla es ínfima.

–¿Y cómo se puede analizar el funcionamiento de las cárceles en relación con las tasas de reincidencia?

–El mes próximo vamos a publicar un estudio sobre reincidencia en Argentina y mostraremos con claridad las altísimas tasas que tenemos. Eso revela la ineficacia del sistema. Trabajamos mucho sobre la situación en las cárceles, tenemos varias publicaciones; yo mismo escribí un libro sobre las cárceles en América Latina. Seguimos el tema con mucho interés. Es un fuerte dolor de cabeza que tenemos en Argentina y en América Latina.