La vida animal y vegetal desmesurada en convivencia con la estancia y el tránsito despojado de Stella Calloni por la selva que habitó. La sencillez y el espesor con los que la periodista argentina notable, de 86 intensos años, aborda a sus entrevistados. Su decir poético en textos casi clandestinos, de una enorme potencia y callada suavidad. La intimidad y sabrosura de los platos que crea en su cocina, donde se convierte en anfitriona soberana. Esas temáticas, entre otras tantas, aparecen con diversas texturas, colores y aromas durante la lectura del libro Stella Calloni: periodismo, literatura y militancia. Cosas de Mujeres.

Se trata del abordaje escritural y celebratorio, a lo largo de ciento y pico de páginas, de una de las referentes insoslayables de la comunicación de la segunda mitad del Siglo Veinte y de lo que va del Veintiuno, especializada en temas internacionales, que puso cuerpo, alma y convicción en casi todas las batallas latinoamericanas. Sus autoras son Mariana Baranchuk y Vivian Elem, quienes le rinden así un homenaje a la protagonista de una vida encendida y bien vivida.

“Era una deuda pendiente”, dice Baranchuk a Las12, poco antes de la presentación del volumen, de editorial Ciccus (www.ciccus.org.ar), que se realizó el viernes 13 en el Centro Cultural Paco Urondo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y que contó con la presencia en la mesa de la propia Calloni, sus colegas y amigos Nora Lafón, María Rosa Gómez y Ricardo Ragendorfer, más la música en vivo de la cancionista Patricia Malanca. “Stella es la gran periodista de América latina y mucho más también, una figura trascendental del periodismo hecho por mujeres en el panorama comunicacional del siglo veinte y del actual”.


Ponerle el cuerpo a la escritura

El proyecto de escribir a cuatro manos esa vida tan rica, llena de experiencias, una profunda aventura intelectual, afectiva y material, que podría también ser una película documental o inspiración para un biodrama, surgió luego de que Mariana dijera al aire que las mencionadas Calloni y Lafón más Alicia Raboy (la compañera de Urondo, detenida-desaparecida durante la última dictadura militar) eran/son las tres mujeres más destacadas de nuestra prensa. Fue en el programa En qué nos parecemos, que conduce Vivian por FM 89.3 Radio Gráfica, durante la emisión del Día del Periodista de 2018.

“Sabíamos que había otra biografía, escrita por dos compañeros, más enfocada a sus entrevistas y con prólogo de Fidel Castro, pero nosotras quisimos construir algo más amplio, con un enfoque femenino, que además contuviera cuestiones que hacen a su modo de encarar el oficio y que fuera un legado para los profesionales más jóvenes, los estudiantes de periodismo, las mujeres que trabajan para ser, los hombres que quieren comprender”, señala Elem. “Por eso, apenas convencimos a Stella, le pusimos primera al proyecto y arrancamos. Fueron horas, días, semanas, meses de encuentros en su casa de Almagro, charlas con o sin grabador, desgrabaciones, lecturas de todo su material publicado, incluídas las notas que sigue sacando como corresponsal en La Jornada de México y charlas posteriores sobre nuestras impresiones personales sobre sus gestos, sus actitudes, toda su personalidad, un trabajo arduo pero muy placentero”, asegura.

“Nos encontrábamos una o dos veces por semana, siempre nos recibía impecable, ropa y maquillaje combinados con sus ojos celestes, o una blusa y los labios en la gama de los rojos, porque es muy coqueta. Tiene varios bastones para hacer juego con los zapatos. Teníamos largas conversaciones y para correrla de su lugar de confort no siempre ella tenía claro cuando prendíamos el grabador. Por supuesto que hablamos de política, que es la cuerda que maneja, sobre todo cuando se trata de América Latina, pero felizmente llegamos a otros espacios, mucho más íntimos”, prosigue Baranchuk.

La producción sumó setenta horas de entrevistas y cincuenta de grabaciones del detrás de escena, ese otro lado que las autoras lograron captar de este ícono cultural, sobreviviente de dictaduras e invasiones “una superviviente que no perdió las convicciones ni la ternura ni la capacidad de narrar el mundo de una manera única”, coinciden. Para organizar la labor, utilizaron marcadores de color con los que separaron los ejes temáticos, ya que en cada encuentro era muy diversa la cantidad de ítems que recorrían oralmente: desde la infancia con su madre maestra rural, pasando por la vida clandestina y los exilios, hasta el encanto de sus entrevistas y la relación con Mujeres de fuego, como Olga Orozco, Danielle Miterrand, Rigoberta Menchú, Fanny Edelman, Dilma Rousseff y hombres insoslayables como Evo Morales, Omar Torrijos, Muamar el Gadafi, Hugo Chávez y Fidel Castro (“El me enseñó a cocinar el arroz, yo le enseñé la carne”), entre otros.

Mariana Baranchuk

“Una tarde llegamos a su casa y estaba tomando mate con una señora que le contaba vida y obra de otros vecinos”, recuerda Elem. “Y Stella nos dijo: El edificio es un mundo. De las cosas que me perdí por haber viajado tanto”.

El libro también relata su aprendizaje de la lectoescritura a los cuatro años, el paso por la carrera de Medicina, la certeza de que sería madre “pero que eso no la obligaría a compartir la vida con un hombre”, el necesario anti dogmatismo para comprender la realidad, las tareas solidarias: fue la primera mujer que entró al pabellón del Hospital Borda, donde ayudó a muchos presos detenidos injustamente”.

Los textos situados

“Stella es un caleidoscopio y una máquina de tirar data, siempre en contexto, y aunque nos preparábamos para cada charla, luego teníamos que chequear nombres, fechas, agrupaciones políticas, organizaciones guerrilleras. Nos repartimos el trabajo e hicimos una tarea muy fina con el crudo para llegar a la versión final”, señala Baranchuk. “No quisimos hacer una bio en orden cronológico, buscamos el lado b, c y d, lo femenino, cruzamos múltiples capas de sentido, su producción literaria exquisita, poética y ficcional, la posibilidad de hacer varias cosas al mismo tiempo. La mujer se nos impuso”.

Calloni estuvo en los principales lugares donde se desarrolló la historia contemporánea del continente, investigando, indagando, tejiendo lazos, reflexionando y conversando, con la sensibilidad abierta. “Fue hermoso cuando nos dijo que la hicimos pensar en el revés de la trama de su trabajo, cómo se prepara y encara un reportaje, la diferencia de una crónica y una entrevista, la posición frente a un texto glosado o de pregunta-respuesta, algo que nunca le habían pedido”, revela Elem y consigna además que en sus notas los personajes ocupan el lugar central, Stella les da el lugar que merecen, ella no está ahí para imponerse sino para escucharlos y dejarlos hablar.

“Descubrimos a una persona vehemente y al mismo tiempo de una calidez y generosidad asombrosas”, cuenta Baranchuk. “Con Stella, que tiene dos hijas, rápidamente te sentís parte, familia, eso es impactante. Es súper amable, divertida, de un humor precioso y una ironía fantástica, muy inteligente. Yo que perdí una madre hermana, encontré una madre amiga”.

Vivian Elem

Calloni repite que los textos siempre deben estar situados y eso procuraron hacer sus biógrafas en el libro: contextualizar. Allí se cuenta la infancia en el monte entrerriano, sin electricidad ni médicos, cuando jugaba a juntar luciérnagas; la permanencia en la desmesura misionera donde la soledad del ambiente en apariencia hostil se interrumpía con la bullanguería de los pájaros, la belleza dolorosa de las voces de las mujeres y hombres sencillos de los territorios que habitó y a los que fue en su busca para darles voz. A veces uno muere enfermo de ternura y sus huesos se agitan por el mundo con sus escamas verdes, las llagas de los pies en el zapato, entonces alguien dice: ése era de América, de América del Sur, pero sucede: el fuego que el salvaje ha encendido por el mundo los ha vuelto cenizas de repente.

Cuentan Baranchuk y Elem que Calloni, descreída de los amores románticos, muy amiga de la amistad y de la justicia social, corresponsal de guerra que hoy quisiera serlo de una paz a la que la avanzada recolonizadora del continente se resiste, sigue apostando por una utopía de dignidad colectiva. Mientras tanto, continúa riendo y escribiendo, soñando con los remansos frescos de los ríos, el canto del urutaú y los designios del amor.