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Viernes, 7 de junio de 2013

DíA DEL PERIODISTA

Pasión por comunicar

Cubrió muchos de los principales conflictos que sacudieron Latinoamérica en el siglo XX y es dueña de una prosa ágil y poética que no pierde rigor periodístico. Stella Calloni cumple su sexta década en la actividad que ama y reivindica su compromiso político en medio del juicio por el Plan Cóndor, tema que lleva investigando hace más de 30 años. Conoce el precio de poner el cuerpo en el campo de batalla, pero dice no haber tenido miedo, y repasa su vida en la que figuras como Evita, Kadafi y Walsh no son meras apariciones, sino influencias certeras y definitivas.

 Por Flor Monfort

“La vida es muy distinta cuando una nace en el campo: yo nací en Leguizamón, un pueblo que fundó mi abuelo en Entre Ríos. Tengo 77 años. Las mujeres escondemos un poco la edad, pero llega un momento en que decís “ya está”. Yo me siento tan bien con lo que hice y con lo que tengo, prácticamente 60 años ligados al periodismo. Mi mamá era directora de una escuela, entonces aprendí a leer y escribir a los 4. Fue una de las primeras maestras de la escuela normal que hizo Sarmiento en Paraná, y la escuela estaba en el casco de una estancia que había tenido mi abuelo. Y ahí en Leguizamón vivían mis abuelos, tenían tierras, todas esas cosas de las que después no quedan nada. Mi papá era italiano y mi familia era gente que leía mucho. En el primario me fui con mis tías a Paraná para estudiar allí. Eramos seis hermanos, un solo varón, pobre. Fue una vida muy sana y muy mágica, porque en el campo vivís escuchando leyendas, el alimento para un espíritu poético. A mí me fascinaban los cuentos de la gente: las figuras nocturnas, el hombre enormemente alto que pasaba y se perdía, el que se ahogó pero caminaba por las aguas... y lo veías, ¿eh? Yo tengo un libro de cuentos que se llama El hombre que fue yacaré, que es un poco ese mundo del campo. Todo un mundo que hoy me sirve mucho porque estoy volviendo a lo mío, que es la literatura.

EVA, ETEREA

Empecé a hacer poemas a los 8 años. Me encantó la figura de Eva Perón: yo estaba en Paraná e iba a misa muy temprano con mis tías y a esa hora llegaban unas chicas de un asilo, que vestían con guardapolvos grises y estaban rapadas. Todos los domingos a la tarde yo tenía fiebre, creo que porque extrañaba a mi mamá, pero también por estas niñas. Me sentía terrible y me daba tristeza verlas. En el campo aprendés a ver cosas muy dolorosas: la gente que viene a la escuela sin zapatos y la muerte, ¿no? La muerte por las víboras, cómo mata un rayo a una oveja, todo eso lo ves, te es familiar, la naturaleza maravillosa pero también impiadosa. Por eso yo me sentí tan reivindicada cuando Eva decidió cerrar ese asilo e hizo un hermoso hogar de niños. Sería el año ’49. Ahí le hice un poema a Evita. Además una vez vino a Paraná y yo la vi de cerca: esa figura etérea era increíble, parecía un ser de otro mundo. Después veía a esas mismas niñas y les había cambiado la vida, ahora con sus vestiditos lindos, con sus moñitos.

Yo no pensaba en ser periodista sino en escribir historias de la gente. Mi abuela fue muy fuerte porque se quedó viuda muy joven y en esa época no se mandaba a las mujeres a estudiar, pero mis tías y mi mamá fueron a la escuela normal y eran todas maestras. Ya eso era desafiante.

UNA VIEJA INFANTIL

En la adolescencia me gané un concurso sobre la guerra gaucha, tuve un maestro que me alentó mucho a escribir. Fueron cosas que me pasaron que estaban ligadas. Al principio me obstiné en estudiar medicina, pero me di cuenta de que yo quería estudiar para irme al Africa a curar a la gente. Mi papá escuchaba en onda corta con otros italianos sobre la guerra. Yo tendría 10 años y ya me interesaban estas noticias. Me quedó grabada una revista sobre los campos de concentración: la gente con los trajes a rayas asomados a los camastros. Hasta hoy las tengo en la cabeza. Entonces empecé medicina en Rosario y después me vine a Buenos Aires, con otra tía, Manuela. Era una vida de convento; entonces me fui a una pensión de estudiantes, donde me sentí muy bien, agrandadísima. A partir de los 15 yo ya preparaba alumnos de primaria para pagarme mis cosas; desde esa edad soy independiente.

Después me fui a anotar en periodismo. Me di cuenta de que a mí lo que me gustaba de medicina era ir a ver a los niños al hospital y contarles historias. Ya me juntaba con mucha gente que escribía. Publiqué unos poemas en una revista que se llamaba Hoy en la cultura, que era del Partido Comunista. Cayó Perón, la Libertadora tuvo una fuerte connotación para nosotros. La familia con la que yo vivía en Rosario también era peronista y cuando vino el golpe los persiguió. Acá empecé a visitar a los alumnos de mi mamá y todos vivían cerca de las fábricas, por el sur. Y ahí terminé conociendo gente de la resistencia peronista, que surgía de los frigoríficos, de las fábricas, y eso me encantó. Ellos fueron muy valientes y muy poco valorados en la historia porque había que resistir a eso: la gente escondía en pocitos los retratos de Eva y de Perón. Qué increíble fue como experiencia política, en ese momento yo lo miraba como un acto de justicia, pero a partir de ahí elaboré mi posición y empecé a mirar a Latinoamérica. Y en el Partido Comunista conocí muchos escritores, pintores, gente importante como Olga Orozco, de la que me hice amiga. Empecé a escribir algunas declaraciones de la gente de estos barrios que se publicaban en hojitas, eran historias de vida y si había que hacer un comunicado en el partido lo hacía yo. Yo no vivía como una persona de mi edad, en realidad nunca viví como una persona de mi edad, por eso siempre digo que soy una vieja infantil.

VIVIR EN LA SELVA

En el ’54 fue la invasión a Guatemala. Yo me había ido a vivir con una hija del poeta Pedroni que se casaría después con un guatemalteco, así que ya me uní a ellos por esta amistad. Y supe todas esas historias. Hacíamos unos boletines con todo lo que nos llegaba de Guatemala y era una constante: se encontraban cadáveres de campesinos todo el tiempo. Yo pensaba ¿cuándo irá a terminar esta matanza? Y escribía sobre eso, juntaba todo lo que recibía y lo distribuía en organismos de derechos humanos. De Paraguay también. Años después creamos un movimiento de unidad latinoamericana donde estaban Gregorio Selser, Jorge Greco, Marcelo Quiroga Santa Cruz, Zelmar Michelini... Se fueron enredando nuestras vidas con todo eso. En el ’59 fui a llevar unos medicamentos a unos compañeros en Paraguay y resulta que me empezó a buscar el ejército argentino como si yo fuera un correo ruso. Una enfermera que había conocido, a quien después mataron, me había hecho este pedido, porque había una guerrilla en Paraguay, y así me tuve que pasar un año en Misiones escondida. Lo que hizo el ejército argentino fue infiltrar uno de los movimientos de los paraguayos, el 14 de Mayo, y yo creo que los entregaron. Esa es una historia pendiente que tengo que escribir, porque es terrible que se haya olvidado tanta gente que murió tratando de tirar a Stroessner. Esto me hizo conocer la selva, donde había mucha gente refugiada. Mi libro de cuentos, El hombre que fue yacaré, es sobre eso. Fue muy bueno como experiencia, pero adelgacé muchísimo y en una Navidad salí con otros a los que les habían dado una especie de amnistía y volví para Buenos Aires y me reencontré con mi mamá, que me había buscado muy preocupada. La adrenalina no te permite tener miedo, yo he quedado en el medio de tiroteos y pasé momentos muy difíciles. Me doy cuenta ahora que lo veo de lejos: que no sentía nada porque no tenía tiempo de tener miedo, y me da risa cuando se enseña a ser corresponsal de guerra: nadie te puede enseñar eso. Solamente cuando estás ahí, reptando, entendés cómo se hace. El periodismo es práctica.

LA PONEBOMBAS

Un tal Zarriategui –parece que es un marino– puso en Google que yo no hago más bombas porque estoy muy viejita. En mi vida hice una bomba. Creo que se confunden mucho porque yo me llamo Stella y había una Estela del movimiento montonero de Nicaragua, entonces me adjudican cosas de ella. Me da risa, yo como buena persona que nació en el campo les tengo terror a los aviones, porque pienso “¿que estará haciendo eso ahí, en el medio del aire, suspendido, si no es un pájaro?”. Mi primera cobertura importante fue el triunfo de Allende, en el ’70. Ahí lo conocí a Jara, paré con gente amiga de los Parra, fue muy impresionante. Hablé un poquito con Allende, no fue una entrevista pero sí una pequeña reunión, y era una persona maravillosa. La noche aquella del triunfo fue tan impactante, cuando fuimos a La Alameda la gente cantaba “el que no salta es momio” y te dabas cuenta de que eran “rotos” de verdad. Yo había empezado a ir a los barrios, a las poblaciones callampas, y había entrevistado gente del MIR, gente a nivel muy popular. Yo soy muy intuitiva, y venía de leer toda la historia de América latina, entonces cuando veo a aquellas mujeres que se visten de negro, como de duelo, de un conservadurismo tan brutal, de un fascismo tan duro, me daba mala espina. Me decían “pero no Stella, esto no es como allá, como en Argentina”, y era cierto que nosotros habíamos tenido un golpe tras otro, pero a mí me quedaba la duda, pensaba en la Guerra del Pacífico, en lo duro que había sido el ejército chileno con los peruanos y los bolivianos y mmmmm... Cuando me acerqué a estas mujeres, el odio que tenían era comparable con la oligarquía argentina frente a los “cabecitas negras”. Por eso hoy cuando escucho decir a la gente que esto es una dictadura quisiera ponerlos a todos ellos debajo de una dictadura... Porque mucha gente lo sabe desde el otro lado, no desde el lado del pueblo, que es el que paga siempre. Entonces yo tuve la intuición. Me decían “este ejército es constitucionalista” pero yo veía un gobierno popular, socialista y por mucho menos que eso se invadió Guatemala. Los constitucionalistas estaban –era verdad–, pero después los mataron. Esa para mí fue LA cobertura: una gran fiesta y los días siguientes pensar “no es posible que hayamos ganado”; había tal presencia política en las poblaciones, en los barrios, en los territorios, muy fuerte. Era un pueblo que se había despertado.

EL PERIODISMO MILITANTE

Este es el período de mayor concentración de poder de los medios de comunicación. Está documentado que la guerra de Guatemala se digitó desde los medios, por poner un ejemplo, pero antes no existía este nivel de dominación a nivel global de los medios de comunicación masivos. Esto es un discurso único desde la central de la información. Se ve muy claramente en los enlatados que nos venden: todos repiten lo mismo.

El periodismo militante, como yo lo encaro, no es ser de un partido, es militar con la verdad. Burlarse del periodismo militante de esta manera, como está sucediendo ahora, es desacreditar al periodista que pelea por su verdad. Esto de ser K o “no K” es de una pobreza, de una mediocridad total. El periodismo tal como está funcionando hoy, con ese poder hegemónico detrás que transforma la noticia en mercancía, o en un arma de guerra, está matando a la noticia en sí misma. Antes las agencias europeas eran más libres y ahora están encapsuladas en ese discurso único. Los entretenimientos están todos dirigidos a la degradación de la sociedad. La génesis de Bailando por un sueño es la del sueño de la fama de un día sin importar la humillación que tengas que sufrir. El Gran Hermano es una de las más salvajes expresiones de cómo se puede vigilar una sociedad: te acostumbrás a no tener vida privada, y te das cuenta de que por ese minuto de exposición exhibiste todo. Está pensado para que la sociedad se acostumbre a la humillación. Hay violaciones graves a los derechos humanos: el periodista que te miente sobre un tema de guerra es tan responsable de una masacre como el militar que disparó.

EL DESTINO LATINOAMERICANO

El otro día, John Kerry, secretario de Estado de Estados Unidos, hablando con congresistas, dijo una frase muy fuerte: “América latina es nuestro patio trasero”. Aquella cosa que los que estudiamos este tema venimos sabiendo hace tanto: nunca nos han dejado de considerar el patio trasero. Piensan que nosotros somos antiguos, setentistas, que estamos perdidos en una nube como si no viéramos el avance brutal de esa historia de expansión de aquellos primeros tiempos del siglo XX. Y toda la sangre que corrió en América por esa condición de patio trasero, es decir que no hemos logrado todavía nuestra independencia. ¿De qué hablan nuestros presidentes cuando hablan de este proceso emancipatorio que es la integración actual? Se está viviendo un proceso de emancipación, por eso se habla de una segunda independencia, porque la primera fue frustrada absolutamente por la entrada en el escenario de Estados Unidos en un momento de desarrollo del capitalismo salvaje. Nuestra situación fue siempre de dependencia, y cada vez que asomó algo que desafió esa dependencia se le cortó la cabeza. Por eso la resistencia de Cuba es asombrosa, es como una familia que quedó encerrada en su casa rodeada de maleantes. Van sobreviviendo con lo que pueden pero no se pueden asomar ni a la ventana. Me pueden venir a desarrollar las teorías que quieran pero yo he estado ahí adentro, en los momentos difíciles, y hay que ver cómo resiste Cuba el bloqueo. Yo creo que es un hecho único en la historia de la humanidad: ese país está sitiado. Había que estar ahí para ver qué pasaba cuando no entraba ni una aspirina. Cuba es gloriosa.

EL ARTE DE ESCUCHAR

A mí lo que más me gusta en el periodismo es la investigación, porque creo que es lo más ligado con la poesía, porque te vas metiendo y vas descubriendo cosas, y es una maravilla abrir caminos. El valor de la crónica periodística lo entendí leyendo a Kapuscinski, es aprender a decir con belleza y dando información. Así hice las de la guerra en Nicaragua, la primera Navidad sin Somoza, los primeros tiempos de la revolución. Hay un desgaste también hoy en día de la crónica, lamentablemente, porque creo que decir dos o tres cosas no es hacer una crónica. Yo jamás entrevisté a nadie exigiendo respuestas: no sos un juez, no sos un policía, sos periodista. Sacar al otro del plano que acostumbra manejar pero bien, respetuosamente, sin interrumpir. Nadie te va a contestar lo que querés saber si lo agredís. Yo era un poco anarquista, pensaba que en las grandes revistas me iban a hacer escribir lo que ellos querían, entonces nunca iba a pedir trabajo ahí. A mí me causa gracia ese periodismo en que salen todos encimándose, me parece que lo copiaron de las películas estadounidenses; la avalancha es grotesca y brutal. Haber dejado que se le diga notero a un reportero es rebajar infinitamente su género: notero implica que alguien hará una nota tal como se la dicta el editor. Es grave, porque ya no le estás dando lugar de seriedad, es una competencia por ganar la primera palabra, y el periodismo serio no es llegar primero sino que lo que escribas tenga contenido. Podés llegar último y que tu nota sea la primera.

LA ENTREVISTA MAS DIFICIL

En 1984 fui a Libia para entrevistar a Kadafi para El periodista de Buenos Aires y otros medios de Nicaragua y México. Pensé que no iba a pasar nada porque la televisión francesa se estaba yendo porque no lo habían conseguido. Yo me dije me voy a mantener tranquila y esperar. Quería conocer el lugar, ver cómo se comportaba esa sociedad, cómo vivía la gente: estaban construyendo muchos edificios porque él había decidido que cada libio tuviera su casa y su auto. Después vi que había mujeres en el ejército, entonces me puse a entrevistarlas a ellas. Había mujeres en la universidad y también había quienes ponían pañuelos en los balcones para que no se vieran las mujeres, convivía todo eso. Enseguida me di cuenta de que había muchos servicios de inteligencia. Por ese entonces había como un intento de matar a Kadafi. Muy sorpresivamente me citaron. La primera sorpresa fue que sus guardaespaldas eran todas mujeres porque él confiaba más en ellas, y ellas me llenaron de preguntas: que qué pensaba de Fidel Castro, de Bishop, y yo les decía lo que pensaba pero ellas eran bien duras, y después una me dijo: “Nosotras tenemos que ser así porque es la única forma de que nos respeten”. El asunto es que yo ya tenía un montón de información por los días que había estado en Trípoli. Finalmente fue muy buena la entrevista: me contó lo difícil que era para la gente pasar de ser colonia a ser una nación. La gente se burlaba mucho de su Libro Verde, donde decía que una mujer no es una oveja: “Yo estaba hablando de nuestro pueblo, donde a una mujer se la cambiaba por una oveja”, me dijo. Por eso a mí todas las mentiras que se dijeron en la invasión a Libia me parecieron feroces, porque cualquier persona que haya ido sabe que era el país más avanzado de la región: se repartía un dinero especial por el petróleo, había salud y educación gratis, todos tenían su casa. Yo sabía que enfrentaba muchos problemas por decir esto, pero me enfrento al poder que sea, no voy a dejar de decir lo que he visto.

PERIODISMO POR MUJERES

Creo que nosotras como mujeres en el periodismo tenemos que empezar a insistir, reunirnos más, exigir cambios de programación. Que la mujer sea tratada como objeto tan degradado... tanto que luchamos por la independencia, el reconocimiento, y hay mujeres aceptando que las traten de gatos. Mi mayor aprendizaje en toda mi vida de periodista es la lucha por el lenguaje no colonial. Ser mujer en el periodismo es difícil. En la dinámica del tipo de periodismo que yo hice, cubriendo guerras y demás, estás igual que los hombres. Pero es más difícil en las redacciones por esta cosa machista intelectual y te das cuenta cuando querés opinar. Por ejemplo, en política internacional te tenés que enfrentar a una cantidad de escollos tremenda. Soportar preguntas como “¿y qué pasó con Kadafi?”, como si porque una mujer fuera más o menos linda, o graciosa, ya tendría que ganar no por su inteligencia sino porque “claro, ¿cómo no le va a dar una nota a ésta?”. Te lo dicen como jugando pero no es un juego.

EL LABERINTO DEL CONDOR

El Cóndor y la contrainsurgencia, ésos son mis temas, porque si vos no entendés esto no podés entender muchísimas otras cosas que han pasado con estas dictaduras, por ejemplo cómo es que Stroessner ha podido estar del ’54 al ’89 en Paraguay. En el ’75 escribí un libro sobre el canal de Panamá. Y en el ’76 mataron a Letelier en Washington. Ese fue el primer gran esbozo de lo que era el Cóndor. Desde ese momento yo empecé a juntar todo lo que tenía que ver con esta operación. Cuando Walsh les escribe la carta a los militares, hay una parte en la que la gente no se ha detenido mucho y dice “se están haciendo operaciones internacionales”. Estaba refiriéndose a eso, él ya lo sabía. Cuando se descubrieron los archivos en el ’92 en Paraguay, yo ya llevaba 15 años estudiando, amontonando cosas. Cuando fuimos y encontramos que estaba dicho todo aquello que una sospechaba atando cabos, fue impresionante. En el ’93 escribí Los años del lobo, que primero fue un cuadernillo y ahora es un libro reeditado y traducido a seis idiomas. El Plan Cóndor es un laberinto, una operación para obtener información sobre los disidentes políticos, sobre las izquierdas, está dentro de los planes de la Guerra Fría y del enemigo interno, pero se pacta para generar operaciones conjuntas. Fue un plan muy bien organizado y probado, porque hubo un pre Cóndor que fueron todos los crímenes que se cometieron entre el ’73 y el ’76. El Cóndor no es la única operación de este tipo, pero las características de Cóndor sí son únicas: la minuciosidad, la ilegalidad total. Por eso tiene complejidades, porque para llevar esto a la Justicia hay que estudiar todos esos pasos. En este momento se está desarrollando el primer juicio del Cóndor pero ya hay antecedentes: en 1999 se presentó una querella y ahí se fueron reuniendo materiales. Fue pasando de un juez a otro y en 2001 un juez determinó que el Cóndor es una asociación ilícita de las dictaduras del Cono Sur para secuestrar, torturar, entregar, matar y desaparecer personas, y pide la extradición de Videla, de Stroessner, de Pinochet. Por supuesto no se la dieron pero quedó planteado. Por Automotores Orletti, un centro del Cóndor, pasaron varias personas, y acaba de aparecer el último tonel con cemento en el canal de San Fernando donde estaban los cuerpos de dos diplomáticos cubanos desaparecidos en el ’76. Se juzgó, se castigó a algunos de los responsables, pero todavía falta establecer qué pasó con más de 200 uruguayos que desaparecieron allí. Videla murió unos días después de haber ido a declarar a este juicio y hay varios jefes militares siendo juzgados. Yo soy testigo de concepto y hay mucho para decir: la conexión con la CIA, Kissinger, etc. En Estados Unidos sigue habiendo muchos archivos, es muy importante encontrar documentos para pedir la desclasificación de otros. Todavía no hemos terminado.

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Imagen: Constanza Niscovolos
 
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