Barullo, la revista cultural de Rosario que se distribuye en kioscos de diarios y librerías, cumplió tres años. Dirigida por los periodistas y escritores Horacio Vargas y Sebastián Riestra, y el editor y librero Perico Pérez, en el último número que acaba de aparecer se incluye una entrevista a Pablo Feldman, director de Rosario/12, quien con 38 años de profesión periodística, conduce cada mañana "Radioactividad" en Radio Universidad. Aquí se reproduce un fragmento de la entrevista realizada por el periodista Edgardo Pérez Castillo.

"El descampado de avenida de la Libertad y Necochea fue sede de los sueños de futbolista de Pablo Feldman y, también, el campo de experimentación para sus primeros apuntes periodísticos. En ese entorno agreste que en los primeros años 70 ofrecían el campito y las barrancas, los hermanos Feldman construyeron su patria de la infancia. Allí Pablo cimentaba su imaginario como deportista profesional pero, a la vez, daba muestras de su mirada crítica. “Cuando jugábamos a la pelota yo hacía a mano una suerte de revista El Gráfico que mis amigos del barrio esperaban todos los días. Ahí ponía la calificación de los jugadores y un comentario del partido. Ahí ya me puteaban, porque a algunos los trataba mejor que a otros”, recuerda Pablo Feldman, que a los 60 años empieza a imaginar un corrimiento de la vorágine diaria, pero que no descarta conectar con aquella insinuación periodística de sus siete, ocho años: el director de Rosario/12, el analista político, el entrevistador, no descarta darse chances como comentarista de fútbol".

"De aquella infancia en barrio Martin, Feldman atesora la libertad. Luego llegaría una mudanza familiar hacia un nuevo barrio, el ingreso al Superior de Comercio y, en simultáneo, el comienzo de la dictadura cívico-militar: “A los cuatro días de empezar las clases fue el golpe. Fue un momento muy complicado en la escuela, hubo persecuciones, desapariciones, había celadores que eran militares en actividad y llevaban el revólver en el saco. Y la tristísima historia que tiene el Superior con 15 o 16 chicos desaparecidos durante el golpe, chicos que eran más grandes que yo, militantes de la UES".

-¿En esa época ya tenías interés por la política?

-No. Hasta los 14, 15, mi intención era ser jugador de fútbol, jugaba más o menos bien. Mis viejos querían que estudiara, pero estaba enfocado en el fútbol. Más adelante sí aparece la política. Mi viejo era un gran lector y mi vieja era hija de panaderos que llegaron de Bulgaria, que se instalaron en el frigorífico Swift, en Saladillo, e iban a las marchas anarquistas. Mi vieja tiene 90 años y se define como una chica balcánica, aguerrida, dura, que padeció en alguna medida lo que en aquella época significaba no ser peronista. Sus padres trabajaban en el Swift y eran anarquistas, de izquierda, y eso les costó el trabajo. Ella se forjó en eso, entonces en mi casa había un perfil muy antiperonista. También por mi viejo, que lo había mamado en la Universidad, porque él estaba en el Centro de Estudiantes Reformistas, claramente antiperonista. Pero en ese momento, en mi secundaria, tampoco había una vocación política. Hasta que entré en la Universidad: quise hacer Medicina pero no podía ver la sangre, entonces claudiqué en mi intención y después fui a Comunicación Social, en el 81, 82, cuando ya había un clima distinto. Ahí empieza un interés mayor, además con participación activa en el Centro de Estudiantes, en algunas agrupaciones. Yo no me animaba a incorporarme a la Fede, donde estaban muchos de mis amigos, por esto de que en casa mi viejo era antiperonista y anticomunista, con esa formación académica, enciclopedista, que marcaba esas cosas no aceptadas socialmente. En ese momento, el Partido Intransigente fue una colectora, porque había de todo: gente que venía de Montoneros, del ERP, del viejo tronco radical. Y ahí mi viejo bancaba, no tenía problema. Después fuimos avanzando y llegaron cuestiones vinculadas al laburo, como conocer a Alberto Gonzalo, un periodista que venía de la derecha católica, pero muy honorable, muy combativo, muy amigo de (monseñor Vicente) Zazpe, vinculado a los Derechos Humanos. Yo empecé a laburar con Gonzalo en el año 82, antes de la guerra. Ya después empecé la carrera y fui viendo lo que estaba pasando con mayor profundidad, con mayor conocimiento de causa, tomando algunas posiciones más definidas con temas relacionados con los Derechos Humanos. Luego trabajando me tocó cubrir el juicio a las Juntas y antes había viajado a Moscú con un grupo de periodistas que, si te digo quiénes eran no lo podés creer (de hecho estaba Alfredo Leuco besando los adoquines de la Plaza Roja…).

—¿En la decisión de ir a Comunicación Social pesó la profesión de tu papá o ya te atraía?

 

—Cuando quise ir a Medicina y no di el ancho para ser médico, empecé a acompañar a mi viejo al laburo. Con lo cual si mi viejo hubiera sido mecánico o pintor, yo hubiera hecho eso. Pero el laburo de mi papá era en los medios, entonces en el año 80 empecé a ir con él, hacía selección musical, un día empecé a hacer los llamados para sacar al aire, marcaba los diarios que llegaban, así arranqué. Empecé a trabajar y después en el 82 empecé a estudiar Comunicación. Pero seguí poco tiempo, porque me iba bien trabajando y cometí la torpeza de no recibirme, algo que no recomiendo a nadie: estudiar es lo más importante, más en una universidad pública, con acceso irrestricto, como tenemos acá. El que puede y no lo hace es un tonto. Lo mío fue una tontería.