Un luminoso día de justicia vivieron los familiares de Paula Martínez, la joven que luchó durante cinco años para lograr que los violadores fueran a juicio y que se suicidó a fines de diciembre de 2021. El Tribunal Oral en lo Criminal N°4 de Quilmes encontró culpable a Gonzalo Sandoval, Guillermo Chávez, Gustavo Carbonel y Diego Domínguez por la violación en grupo y privación ilegítima de la libertad a Paula en diciembre de 2016. En un fallo unánime, los jueces Andrea Calaza, Pablo Pérez Marcote y Alberto Ojeda condenaron a Domínguez a 20 años de prisión, con el agravante de ser funcionario público (ex guardia comunal), y 19 años para el resto de los imputados. En el caso de Mauro Nahir Goncalvez, que estuvo prófugo hasta que fue detenido en la casa de un familiar en Florencio Varela, el pasado 8 de abril, se realizará otro juicio.

Condena ejemplar

Este martes, había mucha expectativa y esperanza en la puerta del tribunal, sobre la calle Hipólito Yrigoyen. El sol acompañó a los familiares y amigos de Paula y a las militantes feministas de Juntas y a la Izquierda del MST, que con sus carteles y sus canciones aportaron un poco de calor a una jornada en la que el frío mostraba los dientes. “Vivas nos queremos”, “Basta de violencia contra la mujer”, “Condena ejemplar”, “Cárcel común y efectiva”. La tensión empezó a crecer cuando apareció un puñado de mujeres, madres, tías y hermanas de los violadores, con sus propios carteles: “Basta de causas armadas, libertad para los pibes”. Apenas un pequeño vallado separaba a un grupo de otro, una distancia tan exigua que no se correspondía con ese abismo descomunal entre mujeres: unas hijas dilectas del patriarcado, defensoras a ultranza de esos jóvenes violadores, sujetos morales por excelencia, como plantea Rita Segato, que colocan a la mujer en su lugar, es decir la atrapan en su cuerpo; otras que luchan contra el patriarcado y su telaraña de complicidades estatales, municipales, policiales y judiciales.

Aunque estaba convocada a las 12 del mediodía, la lectura de la sentencia empezó casi dos horas después. Los jueces afirmaron que Paula Martínez “no tuvo capacidad de discernir sus actos, tras sentirse mal al beber una bebida, por lo que fue sometida sexualmente en total estado de vulnerabilidad” la noche del 10 de diciembre de 2016. Paula, que entonces tenía 18 años, fue al cumpleaños de Mariana Brizuela, frente a su casa, en la calle Guardia Nacional de Florencio Varela. Chávez le convidó una bebida y comenzó a marearse y a no tener dominio de su cuerpo. Deambuló por la fiesta hasta el amanecer, salió de la casa y se dirigió a la esquina para encontrarse con Sandoval, que apareció en una camioneta blanca y la subió porque ella no podía moverse. En esa camioneta, conducida por Carbonel y con Domínguez como acompañante, la trasladaron a un domicilio de la calle Derqui, donde fue abusada sexualmente de forma sistemática mediante acceso carnal vía vaginal por Sandoval, Domínguez y Chávez. También fue obligada a practicar sexo oral a Carbonel, mientras era abusada vaginalmente por Domínguez.

Foto: Mariana Jacob.


Asimetría de poder

Los jueces argumentaron que Paula “estuvo expuesta a una situación de asimetría de poder, en donde los imputados han tenido la decisión común de llevar adelante la acción con un plan previo”. El Tribunal Oral en lo Criminal N°4 absolvió a Carbonel y Chávez por los delitos de “desobediencia” y ordenó girar actuaciones a la fiscalía de turno para investigar a una de las testigos, a los fines de determinar si Mariana Brizuela, la vecina que cumplía años, tuvo algún grado de participación en la violación grupal como posible entregadora, como había solicitado el fiscal Claudio Pelayo.

La vida de Paula fue un calvario después de la violación grupal, como reveló su madre Sandra Zapata en la primera audiencia del juicio. Su hija perdió el trabajo por los ataques de pánico que tenía, pasó noches sin dormir; no quería salir de su casa porque tenía terror de encontrarse con quienes la habían violado, todos vecinos del barrio que la amenazaban y la hostigaban, a ella y a su familia. “Mi hija era un despojo humano después de lo que le hicieron. La mataron ese día; quedó muerta en vida”, resumió Zapata y definió el suicidio de su hija, el 26 de diciembre de 2021, como “la crónica de una muerte anunciada” porque Paula “fue abandonada por la justicia, por el Estado, por todo el mundo”.

Paula se cansó de esperar que la escucharan; pidió ayuda formalmente al Poder Judicial y distintas instancias estatales. Esa ayuda que nunca llegó explicita la falta de políticas sólidas en la asistencia a las sobrevivientes. Durante las audiencias se proyectaron los videos de la participación de Paula en distintos medios de comunicación, videos que fueron editados a discreción por la defensa de los ahora condenados por violación para decir que Paula “no se la veía lo suficientemente mal” al relatar lo sucedido. Roberto Damboriana, abogado defensor de Gonzalo Sandoval, descalificó a Paula por su adicción a las drogas. El mismo abogado en sus alegatos manifestó que ella “vio una actitud sospechosa” –se refería al momento en que Chávez coloca droga en la bebida de Paula-- “y sin embargo tomó”, subrayó para culpabilizar a la víctima y agregó que “no tenía la intención de ofender a nadie”.

La pelea fue muy desigual: Sandra Zapata, la madre de Paula, sola, sin un abogado que la representara, frente a los cuatro abogados defensores de los violadores. Cuando Sandra salió del Tribunal, y antes de abrazarse con las militantes de Juntas y a la Izquierda, con lágrimas en los ojos en este luminoso día de justicia, miró al cielo y gritó: “Para vos, hija”.