¿Por qué no habrá la eternidad querido abortar este engendro del tiempo? Su lunar de nacimiento es un timbre de periódico, su erupción es del color de la letra impresa y es tinta lo que discurre por sus venas.

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Los periodistas escriben porque no tienen nada que decir, y tienen algo que decir porque escriben.

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El pintor tiene en común con el que lo es de brocha gorda que ambos se ensucian las manos. Y eso es precisamente lo que diferencia al escritor del periodista.

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Que el esteta se haya sentido últimamente atraído por la política es algo que no precisa de motivaciones profundas, ya que tiene tan pocas como la política. Por eso se encuentran. La vida lineal envidia a la vida superficial porque esta es más ancha. El esteta podría también haber aprendido a valorar el color en el partido. Incluso un tricolor: ¡Lo estoy viendo! Es como si hasta ahora no se hubiesen rendido honores bastantes a la belleza de una gorra jacobina; así de democráticamente se conducen hoy los hiperfinos. Confiesan un color, puesto que es un color. Han renunciado al mundo, ya que era un gesto renunciar al mundo; ahora buscan el mundo como gesto. Arden en ganas de vincularse con un artículo de periódico a la patria, al Estado, al pueblo o a cualquier otra cosa que huela mal, pero que es más duradera que la belleza por la que se sacrificaron en vano. Ya no quieren estar ociosos en un sillón; tienen sed de las hazañas ajenas. Es un espectáculo de circo: los artistas se retiran. Pero llegan los servidores de la política y trajinan los principios sociales, con lo cual levantan mucho polvo. El memo de turno, claro está, abigarrado de colores, hace gestos de disponibilidad y enmaraña la vida para prolongar la pausa.

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Que los artistas se comprometan en la buena causa siempre será mejor que si los periodistas favorecen la línea bella.

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El mejor periodista de Viena es capaz de exponer en cada momento lo que hay que saber sobre la carrera de una condesa y sobre el ascenso de un globo, sobre una sesión parlamentaria y sobre un baile de la corte. En Hungría se puede apostar por la noche a que el barón de los zíngaros estará en su sitio con su orquesta en el plazo de media hora; se le despierta, busca a tientas el violín, despierta él al cimbalista, todos saltan de la cama a los coches y en media hora todo marcha a las mil maravillas, fiel, melancólica, reposada, demoníacamente y mucho más. Ventajas prácticas son estas que solo infravalorará quien no conozca las indigencias de este mundo o no tenga parte en ellas. Todo consiste en la buena disposición. ¡Si por lo menos el mundo no fuera injusto! Dice que Fulano es el mejor periodista del lugar, y lo es sin duda alguna. Pero jamás dice que Fulano sea el cuentacorrentista más importante. Y, sin embargo, sirve al mundo tan bien como cualquier otro y está, como cualquiera, lejos, muy lejos del ocio literario.

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Por doquier se impone ahora en la población la tendencia a quitarle a la policía la parte espiritual de su trabajo. Si antaño, en cualquier sitio de Alemania se llevaba a un redactor encadenado por las calles, no hay ahora un solo artista sin control ciudadano. Los representantes de las profesiones inteligentes se declaran hoy, sin excepción de lugar, en Alemania, dispuestos a mantener la vigilancia sobre los escritores insubordinados. Apenas hay –al tiempo que se incrementa la industria de las revistas- un comerciante de cigarros que no tenga en su casa a su redactor encerrado en el armario; y además todos han puesto sus miras en la lírica en tanto esta no resulte de motivaciones objetivas, no apunte a las metas de lo sobreentendido y vaya más allá de una verdad comprobable. En una palabra, su comprensión del arte es de tal alcance que el “no sé lo que eso significa” se les antoja ser un pensamiento lírico, aunque indique únicamente en qué posición se encuentran cara a la lírica. Por mi parte, jamás he hecho un secreto de tener por aceptable la ideología que nos fabrica los automóviles, ya que podemos huir de ella con toda rapidez. Pero cuando se trata de rechazar su irrupción en la vida del espíritu, tal y como es el caso, tormentoso e impecable, en Alemania, entonces sí que me pongo a trabajar.     


Fragmento de Contra los periodistas y otros contras del periodista y escritor Karl Kraus, quien supo ser un agudo hacedor de aforismos y sostener un periódico él solo por más de treinta años. Taurus acaba de rescatarlo en su colección Clásicos radicales.