Desde Londres

Los británicos están acostumbrados a asombrar al mundo cuando van a las urnas. En 1945 el conservador Winston Churchill, uno de los grandes ganadores de la Segunda Guerra Mundial, cayó derrotado a manos del laborismo. En 1992, en medio de una larga recesión y tras 13 años de Thatcherismo, el conservador John Major ganó por amplia mayoría al favorito de las encuestas, el laborista Neil Kinock. La más reciente sorpresa fue el Brexit: contra todo lo esperado la mayoría votó a favor de separarse de la Unión Europea. ¿Se puede repetir la historia hoy?

PaginaI12 analiza los principales interrogantes que decidirán si la conservadora Theresa May obtiene una arrolladora victoria, como predicen algunas encuestas, si pierde la mayoría que tiene, como dicen otros sondeos o si el líder de los laboristas Jeremy Corbyn resulta el sorpresivo ganador de la contienda, como figura en un par de muestras de intención de voto.

–¿Qué se vota?

A diferencia de lo que pasa en un sistema presidencialista, el Reino Unido no elige este jueves a un primer ministro: sea May o Corbyn. Elige a los diputados que representarán a los 650 distritos en que se divide el mapa político del Reino. El partido que más diputados gana es el que nombra automáticamente a su líder como primer ministro. Esto significa que el primer ministro que emerja mañana dependerá del voto de ese complejísimo mosaico de motivaciones políticas que representa cada uno de los 650 distritos.

–¿Qué dicen las encuestas?

–Varían mucho. Cuando May convocó a elecciones a mediados de abril tenía 19 puntos de ventaja. En las elecciones municipales del 5 de mayo, los conservadores fueron cómodos ganadores. Pero gracias a una excelente campaña electoral y a una plataforma programática audaz y detallada, Corbyn fue achicando la ventaja frente a una May que llevó un mensaje tan robótico como su conducta frente a las cámaras con una plataforma retórica y vacía cuya única definición fue un recorte a los jubilados para financiar su cuidado en la vejez que cayó como una piedra entre sus votantes, en especial los de más de 65 años. A partir de la publicación de las plataformas a mediados de mayo se fue achicando constantemente la diferencia en los sondeos. Aún así, la distancia que hay entre las distintas mediciones es muy grande. ICM le da una ventaja de 12 puntos a May mientras que Survation le da solo un punto de ventaja.

–¿Cómo se explica esta variación de las encuestas?

–Las encuestadoras están intentando afinar sus mediciones para evitar los sucesivos papelones que sufrieron en las elecciones de 2015 y el referendo del Brexit. Como el voto no es obligatorio en el Reino Unido, algunas encuestadoras ponderaron los resultados con un cálculo de la probabilidad de que los entrevistados fueran a votar o no, tema muy vinculado con la edad. En las elecciones de 2010 un 74,7% de los mayores de 65 años y casi un 70% de los de entre 55 y 64 años, clásicos votantes conservadores, depositaron el voto. Entre los grupos etarios más proclives a votar por el laborismo solo el 51,8% lo hizo en el caso de los los jóvenes de 18-24 y el 57,3% en el caso de los de 25-34.

–¿Puede cambiar esta tendencia entre los más jóvenes?

–Es lo que dicen las encuestadoras que predicen un voto muy ajustado y que apuntan a que unos dos millones de jóvenes se registraron para votar en estas elecciones. Al parecer el carisma de Corbyn entre los jóvenes y el referendo que marcó la salida del Reino Unido de la Unión Europea (los jóvenes votaron mayoritariamente a favor de permanecer en la UE, pero solo el 63% de ellos lo hicieron) abren la posibilidad de que esta vez haya un cambio. Un sondeo de Ipsos Mori esta semana da una idea de la diferencia que puede haber entre uno y otro caso. La encuesta le daba una ventaja a los conservadores de 45 a 40 al ponderar los datos, pero le daba la victoria a los laboristas de 43 a 40 si se incluía la intención de voto de los indecisos y de grupos con mayores niveles de abstencionismo, como las minorías y los menores de 35 años. En eso coinciden todas las encuestadoras: el nivel de abstención será crucial en estas elecciones.

–¿Qué otros factores están en juego? ¿Qué pasa con la seguridad después de los atentados que ha sufrido el Reino Unido o el Brexit o la economía?

–Todos estos factores pesan, pero volvamos al principio: los británicos eligen sus representantes en 650 distritos. Cada una de estas zonas electorales combina temas generales –el estado de los servicios públicos ha estado muy en el candelero–con peculiaridades locales. Hay muchas zonas que votaron a favor de salir de Europa que tienen diputados pro-europeos. Lo mismo sucede al revés: zonas pro-europeas con candidatos pro-Brexit. Los pro-europeos han montado una fuerte campaña en 36 distritos a favor del voto táctico. En Vauxhall, un barrio londinense muy pro-europeo, el carisma de Corbyn posiblemente no logre compensar la campaña pro-Brexit que hizo la diputada laborista Kate Hoey, una de las pocas a nivel partidario que votó a favor de la salida de europa. En muchos casos la campaña de los pro-europeos favorece a laboristas y en todos los casos, está en contra de los candidatos conservadores. El partido de May, en cambio, se ha concentrado en las zonas industriales del norte del país, muy pro-brexit, con diputados laboristas pro-europeos. Pero hay también “single issues” (temas particulares) que pueden inclinar la balanza en una dirección o en otra. En Acton, Londres, el laborismo defiende una mayoría de 274 votos. Un punto del programa electoral laborista puede favorecer a los conservadores: el impuesto a la herencia para propiedades que valgan más de 650 mil libras (750 mil dólares). En una ciudad en la que el precio promedio de la propiedad anda por los 450 mil muchos votantes de clase media podrían verse afectados por este impuesto y votar a los conservadores: un escaño menos para el laborismo.

–Con tantos factores en juego, ¿qué escenarios se abren en términos de resultado?

–Las peculiaridades del sistema electoral británico son nuevamente fundamentales. El sistema no es de representación proporcional al número de votos. En 2015 el partido nacionalista británico UKIP obtuvo 3,8 millones de votos, un 12,6% del total y, sin embargo, solo ganó un escaño porque en la mayoría de los distritos salía segundo o tercero. En una Cámara de los Comunes de 650 miembros se necesitan 326 escaños para una mayoría absoluta. Con un mosaico tan complejo, se pueden prever cuatro escenarios posibles.

1 –Mayoría aplastante conservadora: tal como vaticinaban las encuestas a mediados de abril, May obtiene una mayoría de 80 diputados o más con una derrota arrasadora para Corbyn al que muchos laboristas le exigirán la renuncia. Para lograrlo May necesita unos 50 escaños más de los 330 que tienen hoy los conservadores.

2 – Una mayoría de 40 escaños para los conservadores, mucho menor de lo previsto. May sobrevive, pero con fuertes críticas por su pobre campaña. En el laborismo, todo depende del porcentaje de votos y escaños que obtiene: si consigue superar el 30% y los 229 escaños que obtuvo su predecesor Ed Miliband, estará a salvo.

3 –“Hung Parliament”: parlamento sin mayoría absoluta (nadie obtiene los 326 escaños que se necesitan). Si los conservadores son la primera minoría podrían gobernar, dependiendo del número de escaños que tengan, con el apoyo de los diputados pro-británicos de Irlanda del Norte. Si la primera minoría es el partido de Corbyn tendrían más chances de gobernar con el apoyo de los nacionalistas escoceses y los liberal-demócratas. En cualquier caso, May quedaría o al borde de la renuncia o se vería obligada a dimitir y Corbyn dictaría el rumbo del laborismo en los próximos años.

4 –Victoria con mayoría laborista: esto sería un verdadero terremoto político. El laborismo necesitaría agregarle 97 escaños a los 229 que tiene para dominar el parlamento. Altísimamente improbable, pero también lo eran el Brexit o la elección de Donald Trump.