El Tribunal Oral Criminal 7 condenó a tres años de prisión condicional y a cinco años de inhabilitación para ejercer el comercio a los propietarios del boliche Beara, al encontrarlos responsables por la muerte de dos jóvenes como consecuencia del derrumbe del entrepiso del local ocurrido en 2010, en tanto absolvió a los funcionarios porteños que debían controlar la habilitación y a los policías federales acusados por cohecho.

Los jueces Gabriel Vega, Gustavo Alterini y Alejandro Noceti Achaval encontraron culpables a los acusados Juan Yun, Agustín Dobrila e Iván Fliess del delito de “homicidio culposo agravado” de Ariana Lizarraga (21) y Leticia Provedo (20), y de “lesiones culposas graves y leves" a más de cincuenta personas afectadas por el derrumbe ocurrido en la madrugada del 10 de septiembre de ese año.

El tribunal tuvo en cuenta las numerosas pruebas presentadas en el juicio sobre la endeblez constructiva del entrepiso, a pesar de la intervención de varios arquitectos y técnicos.

"Todos sabían que Beara estaba siendo utilizado para otras cosas, todos sabían que había un entrepiso con endeblez constructiva, todos sabían que había setecientas personas que era mucho más de lo permitido, entonces todos se tendrían que haber representado el resultado de muerte", argumentó el fiscal Oscar Ciruzzi en su alegato, en base a los testimonios de empleados y clientes del boliche.

Por el carácter condicional de la pena, los tres condenados no purgarán prisión efectiva, en tanto y en cuanto cumplan con las condiciones que impone el tribunal.

El juicio

Tras casi 12 años desde que colapsó el entrepiso del boliche porteño, provocando la muerte de Ariana Lizarriaga (21) y Paula Provedo (20) y más de 50 heridos, en febrero pasado comenzó el juicio contra los 17 imputados, entre ellos, los tres propietarios del local, exfuncionarios del Gobierno de la Ciudad y policías federales.

Los dueños de Beara y socios comerciales en "El viejo sabio", Juan Carlos María Yun, Agustín Dobrila e Iván Andrés Fliess, llegaron al juicio imputados por el delito de "homicidio culposo agravado por el número de víctimas en concurso ideal con lesiones culposas y leves". También con la acusación de "cohecho activo" por el presunto pago de coimas a funcionarios y policías, quienes habrían permitido que Beara continuara funcionando pese a las irregularidades. 

La semana pasada, los tres hombres se declararon "inocentes" y atribuyeron el derrumbe al "mal trabajo" de los arquitectos y maestros mayores de obras que contrataron para hacer la estructura.

"El único motivo de que pasó lo que pasó fue por una construcción deficiente", señaló Yun. Tanto él como Fliess aseguraron que "confiaron en los profesionales". Por su parte, Dobrila dijo que "en el debate quedó claro que se trató de un error constructivo", y agregó que "los doce años de proceso fueron muy duros para todos en lo personal y en lo profesional, aunque no se compara con el dolor de las familias".

El exdirector de Habilitaciones y Permisos del Gobierno de la Ciudad Martín Farrell; el exdirector de Habilitaciones Especiales Pablo Saikauskas; el exjefe del Departamento de Esparcimiento Norberto Cassano; el arquitecto responsable de Verificaciones y Habilitaciones Isaac Rasdolsky y el inspector del Área de Esparcimiento Carlos Gabriel Mustapich estaban imputados por los mismos delitos que Yun, Dobrila y Fliess. En tanto, la exdirectora de Fiscalización y Control Vanesa Berkowski, estaba acusada de "incumplimiento de deberes de funcionario público". Todos resultaron absueltos.

En su declaración, Farrell negó haber cobrado coimas para habilitar el local, y aseguró que la acusación del fiscal está basada en escuchas telefónicas en las que se dice que "este pibe recauda para ellos". "No me hago cargo de esas afirmaciones de terceros de ninguna manera", sostuvo el exfuncionario del PRO.

También estaban imputados por "homicidio culposo agravado por el número de víctimas" el excomisario de la Policía Federal Rodolfo Cabezas. Y los oficiales Gustavo Flaminio, Luis Acosta y Julio González, por "cohecho pasivo", acusados de haber recibido cuatro sobornos de los dueños del boliche, entre 2007 y 2010. También ellos fueron absueltos.

Un derrumbe que se podría haber evitado

Ariana Beatriz Lizarraga y Leticia Paula Provedo murieron aplastadas, el 10 de septiembre de 2010, cuando la estructura del entrepiso del boliche Beara, ubicado en Scalabrini Ortiz 1638, en el barrio porteño de Palermo, colapsó y se les cayó encima. El hecho ocurrió cerca de las 3.50, minutos después de un recital del grupo Ráfaga, momento en que la construcción se desplomó, ocasionando la muerte de las jóvenes y más de 50 personas heridas, quienes se encontraban en la planta baja.

En su declaración testimonial, la mamá de Paula, Alicia Tagliaferro, contó que su hija le avisó, cinco minutos después de las 3, que ella y su amiga Ariana ya habían ingresado al local. "Me dormí tranquila porque pensé que ya estaba segura, que no les iba a pasar nada adentro del boliche". La mujer sostuvo que se enteró de la tragedia porque otra amiga de su hija llamó para preguntarle si había vuelto. "Nos cambió la vida a todos en la familia pero todos respiramos, Leticia no. Todos los socios, los funcionarios siguieron con su vida", expresó.

Por su parte, exempleados de Beara declararon bajo juramente que el entrepiso tenía una "grieta" y "vibraba". "Decíamos que algún día se iba a caer, teníamos esa sensación porque vibraba", afirmó la camarera María Laura Lurgo, quien se había retirado antes del término de su jornada porque estaba embarazada, y recordó que cuando su madre le informó de lo ocurrido, ella le dijo: "Se cayó el entrepiso, sabíamos que iba a pasar eso".

Lo dicho por Lurgo, en cuanto a que la construcción estaba en "malas condiciones", coincide con lo declarado por los hermanos Aguirre. Hilda Aguirre, a cargo del guardarropa, dijo que "el piso se movía, y que había unas aberturas en la parte del entrepiso, donde estaban las escaleras y el guardarropa". Y recordó: "Tenían que ir a arreglar esa grieta esa semana pero se ve que no fueron". Su hermano, Roberto Aguirre, quien era el bartender, confirmó que "cuando se apagaba todo se veía luz de abajo". "Se lo comenté a Dobrila y me dijo que se lo había dicho a los otros dueños pero que le 'ponían pilas' al boliche de al lado, Caramel", aseguró.