El homenaje a Juan Domingo Perón, que ideó la Casa Rosada junto a Héctor Daer (uno de los triunviros de la CGT) en el 48 aniversario de su muerte, terminó convertido en un evento donde el presidente Alberto Fernández respondió críticas de Cristina Fernández de Kirchner ("el poder no pasa por ver quién tiene la lapicera, el poder pasa por ver quién tiene la capacidad de convencer"), identificó logros de su gestión, ratificó su alianza con los movimientos sociales (que tuvieron en la calle una presencia bastante escasa) y comparó su gobierno con el del último Perón, el de la unidad por encima de las diferencias. Por último aseguró que su misión es sembrar esperanzas porque "el futuro que viene es con más libertad, igualdad y con más respeto a las instituciones".

El acto, que el miércoles pasado estuvo unas horas suspendido, se realizó en el Salón Felipe Vallese de la CGT que se vio colmado con dirigentes de la central obrera, algunos referentes de movimientos sociales, intendentes, cinco gobernadores, varios de los ministros y un solo bombo, el del histórico Tula que intentó darle --sin mucho éxito-- épica y emoción al encuentro. En la calle, la movilización fue escasa, donde algunos gremios convocaron a unos cientos de militantes.

Gobernadores y ministros

El bonaerense Axel Kicillof, Jorge Capitanich de Chaco, el riojano Ricardo Quintela, Raúl Jalil de Catamarca y Osvaldo Jaldo (Tucumán) fueron de la partida aunque, se dijo, la Rosada esperaba algunos más. Entre los intendentes estuvo Fernando Espinoza de La Matanza que llegó junto al jefe comunal de Tafí Viejo, el tucumano Javier Noguera, extitular de la Federación Argentina de Municipios.

Entre los ministros estuvo el jefe de Gabinete Juan Manzur, Aníbal Fernández (Seguridad), el canciller Santiago Cafiero, Wado de Pedro (Interior), de Economía, Martín Guzmán y de Justicia, Martín Soria. También estuvieron el ministro de Ambiente, Juan Cabandié; de Cultura, Tristán Bauer; de Desarrollo Social, Juan Zabaleta; de Obras Públicas, Gabriel Katopidis; de Turismo y Deportes, Matías Lammens; y de Agricultura, Julián Domínguez, además de la portavoz de Presidencia, Gabriela Cerruti, y el titular de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Agustín Rossi.

Los ministros fueron llegando de a poco y entre los más vitoreados estuvieron Aníbal y Wado. El que pasó inadvertido fue Guzmán y, para sorpresa de algunos, ni Katopodis ni Zabaleta aplaudieron los dichos del Presidente destinados a CFK.

Foto: Leandro Teysseire

Fernández llegó poco después de las 18 y se dirigió al tercer piso donde suele reunirse el consejo directivo de la CGT. Ahí lo esperaban los triunviros Daer y Carlos Acuña --Pablo Moyano está en Chaco realizando actividades relacionadas a su gremio-- junto a un grupo reducido de dirigentes: Hugo Moyano, Andrés Rodríguez (UPCN); José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Gerardo Martínez (Uocra), Armando Cavalieri (Comercio) y Jorge Sola de Seguros. Allí la conversación fue corta y contenida en un solo tema: el dinero que el Estado le adeuda a las obras sociales. "Ya hablé con José Luis (por Lingeri)", dijo el Presidente frente a dirigentes gremiales que ven que transcurre el tiempo y solo hay promesas de pago. Esta fue una de las razones por las que tambaleó el acto en la CGT.

El discurso de Alberto Fernández

Ya en el salón, Fernández habló acompañado por Daer y Acuña y dos integrantes de la juventud sindical. El Presidente abrió su discurso haciendo una breve síntesis de la historia de Perón donde destacó la transformación que vivió la Argentina con la aparición del entonces coronel. "Hubo un antes y un después" dijo tras enumerar los cambios en la educación, la salud y los derechos laborales, advirtió que fueron esas y no otras las razones por la que los poderes fácticos de la Argentina lo combatieron, lo derrocaron, lo persiguieron, lo proscribieron y lo obligaron al exilio. "Como siempre pasa, darle tantos derechos a los sectores populares generó el malestar entre los poderosos", aseguró el mandatario.

"La presión social del pueblo fue tan grande que debieron permitir su retorno a la Argentina", dijo Fernández dejando de lado algunos detalles de esos años de exilio, proscripción y, sobre todo, resistencia. La descripción del último gobierno de Perón fue lo que le permitió a Fernández enviar una crítica a su Vicepresidenta.

"Perón se llama a sí mismo un Perón herbívoro. Se había dado cuenta que había que terminar con las divisiones que liquidaban a Argentina", dijo y resaltó que para el entonces Presidente era "indispensable crear valores para gobernar" y que creía que "el poder pasa por la capacidad de convencer". "El poder no pasa por ver quién tiene la lapicera, el poder pasa por convencer", sostuvo y agregó que esa es "una tarea más ardua pero más segura". No hubo muchos aplausos, tal vez porque muchos de los que ocupaban las butacas estarán este sábado en Ensenada para participar del acto que encabezará Cristina Kirchner.

"Perón nunca necesitó una lapicera"

Allí no terminó la referencia presidencial para con la persona que lo nominó al cargo que ostenta. "Perón convenció a millones de argentinos que hasta hoy lo sienten vivo. Perón nunca necesito una lapicera. Lo importante no eran las herramientas que se usaban, sino para qué se usaban: para preservar los derechos en la Argentina", dijo elevando el tono de voz y entusiasmando a Tula que mientras tocaba su bombo gritaba "Ni yankis ni marxistas, peronistas". Nadie lo acompañó y el Presidente, entre risas, le dijo: "Eso ya quedó viejo Tula, dejalo".

"Perón --continuó Fernández-- fue un pragmático que entendió que lo más importante eran las herramientas para mantener los derechos" y dijo que la actual revolución digital, como la industrial, generó una serie de crisis que dejó a sectores de la población fuera del sistema. Estos son los que le dan vida a las organizaciones de la economía popular cuyos actores, afirmó, "no pueden quedar desamparados" en el actual contexto mundial y para eso está el Estado. Sin duda, la segunda crítica a Cristina Kirchner.

No faltaría mucho para la tercera. Sucedió cuando tras dar cuenta de cómo estaba el país una vez que pasó "la pandemia amarilla", en referencia al gobierno de Mauricio Macri, y la pandemia del covid, dijo que "no hago grandes actos ni doy grandes discursos, pero les cuento que la Argentina después de la pandemia creció el 10,3 por ciento, llevamos un 1,2 millones de empleos formales creados en el último año", indicó.

NA

Luego señaló que la titular de la AFIP, Mercedes Marcó del Pont le había informado que la recaudación total subió un 82 por cuiento "muy traccionada por la seguridad social, donde aportes y contribuciones creció un 83 por ciento. ¿Saben que es eso? Eso es empleo y salarios de argentinos", dijo.

"La felicidad del pueblo"

Sobre el final, Fernández se aferró a Perón para sostener que su gobierno no se aleja del mandato que dejó el tres veces presidente: "La misión del gobierno es sumamente simple. La obligación fundamental es hacer la felicidad del pueblo y labrar la grandeza de una nación. Hay que tener un pueblo feliz, no hay que sacrificar una generación para beneficiar a la próxima. No necesito sacrificios, lo que necesito es vida. Acá no quiero que nadie más sufra sino generarles alegría", indicó. 

Luego el Presidente señaló que "frente a las voces del desánimo les digo que sembremos esperanzas porque el futuro que viene es con más libertad, igualdad, con más respeto a las instituciones para que podamos hacer la patria justa, libre y soberana que Perón nos dijo que debíamos hacer", dijo ya casi a los gritos. Era el final y Tula corrió hacia el escenario para acompañar la marcha peronista con su bombo y, también, para la foto.

Ahora solo resta esperar, como comentaron varios de los presentes en el Felipe Vallese, lo que dirá Cristina Kirchner en Ensenada.