Eva Perón murió el 26 de julio de 1952 y comenzó el mito, que en rigor ya funcionaba en vida. Su funeral imponente, que derivó en la primera filmación en colores en la Argentina (...Y la Argentina detuvo su corazón, el cortometraje dirigido por Edward Cronjager) fue el preludio para el gran drama necrofílico de la Argentina del siglo XX: el secuestro de su cuerpo embalsamado por parte de la dictadura de 1955 y el misterio de su destino (el cementerio de Milán bajo el nombre falso de María Maggi de Magistris) hasta que el general Alejandro Agustín Lanusse negoció con Juan Domingo Perón y el féretro le fue entregado en Madrid en 1971.

La historia de Eva, en vida y después de su muerte, deparó infinidad de páginas y llegó al musical y al cine. Y antes aún al teatro, con la Eva Perón de Copi, que se estrenó en París en 1970 con escándalo (atentado con bomba incluido). La Eva de Copi (nieto de Natalio Botana, cuyo diario, Crítica, quedó en manos del aparato de propaganda que armó Raúl Apold como mandamás de la prensa en el peronismo) es interpretada por un varón, o sea, la propuesta pasa por un trans. El monólogo final de Perón alude al nacimiento del mito: "Hasta hoy la hemos amado; a partir de hoy adoraremos a Evita".

Evita en Broadway y Hollywood

La masificación del mito por fuera del ámbito latinoamericano tuvo su pico con el musical Evita, de Andrew Lloyd Webber y con libreto de Tim Rice, estrenado en 1978. Rice basó su texto en La mujer del látigo, la primera biografía de Eva Perón, publicada el mismo año de su muerte, firmada por Mary Main.

Nacida en Buenos Aires de padres británicos, Main se había afincado en los Estados Unidos en 1941 y en 1950 recibió el encargo de escribir la biografía de la primera dama argentina por parte del sello Doubleday. Así nació un libro virulento, que vio la luz poco después de que el cáncer apagara la vida de Eva. 

Tras la caída de Perón, La mujer del látigo conformó una especie de trilogía de la literatura antiperonista con el Libro Negro (el libelo que la Libertadora presentó como fuente irrebatible de supuestos delitos cometidos desde 1945 en el gobierno) y La Argentina, un calidoscopio, del periodista estadounidense Arthur Whitaker, que narra los hechos de junio a diciembre del 55 y representó el relato oficial del golpe. 

El estreno del musical (Patti LuPone fue Eva, y Bob Gunton, el futuro director de la cárcel de Sueño de libertad, personificó al General) reavivó el interés por la segunda esposa de Perón. Tres años después, Evita llegó a la pantalla chica, pero no en base a la adaptación de la obra de Lloyd Webber (que ya había popularizado "Don´t Cry For Me Argentina"), sino a través de un telefilm. Evita Perón se estrenó en la NBC en febrero de 1981, con Faye Dunaway como protagonista.

Una foto promocional daba cuenta de la imagen de una mujer trepadora: Dunaway en pose sensual con un gorro de militar sobre la cabeza. James Farentino representó a Perón, en un relato que hacía hincapié en la juventud de Evita en Junín y su relación con Agustín Magaldi. En síntesis, era la historia distorsionada en consonancia con el libro de Main (para entonces veía la luz Evita, de Marysa Navarro, acaso la biografía mejor documentada). El musical había fijado una imagen y en el telefilm ni siquiera se aludía a los 16 años de errancia del cuerpo, en momentos, comienzos de los 80, en los que la Argentina era noticia en el mundo por miles desaparecidos.

De Mignogna a Favio

"Omitir siempre una palabra, recurrir a metáforas ineptas y a perífrasis evidentes, es quizá el modo más enfático de indicarla". Jorge Luis Borges, "El jardín de senderos que se bifurcan"

La siguiente escala fue a nivel local y bien cuidada. Evita, quien quiera oir que oiga, de Eduardo Mignogna, se estrenó en 1984. Presentado como un film que alterna la biografía con el documental, tuvo como protagonista a una joven Flavia Palmiero. Figuras como Ernesto Sabato y José María Rosa dieron sus testimonios sobre la figura de Eva, en un film estrenado a meses de restaurada la democracia y que desde la ficción muestra su adolescencia antes de llegar a Buenos Aires.

Ese mismo año, ATC puso al aire, en el marco de su ciclo Cuentos para ver, una adaptación de "Esa mujer", de Rodolfo Walsh. El dramaturgo Carlos Somigliana, uno de los protagonistas de Teatro Abierto, fue el responsable de adaptar el cuento que abre Los oficios terrestres (1965). Eran los primeros meses de la primavera alfonsinista y en los créditos iniciales, debajo de "Adatpación Carlos Somigliana", se vio la leyenda "Como homenaje al amigo desaparecido". 

El cuento es la reconstrucción del encuentro de Walsh con Carlos Moori Koenig, el militar que sacó el cuerpo de la Argentina. Siguiendo un viejo precepto borgeano que se lee en "El jardín de senderos que se bifurcan" (Borges, justamente, desde su antiperonismo, produjo una burla de la congoja por la muerte de Evita, "El simulacro", incluida en El hacedor en 1960, en plena incógnita sobre el paradero del cuerpo), según el cual no hay mayor manera de referirse a algo o alguien sino a través de alusiones veladas sin nombrar de manera explícita, el nombre de Evita no se menciona nunca, en un juego literario que establece un paralelismo con el decreto 4161 de la Libertadora. Aquel decreto prohibió en 1956 la sola mención de Perón, Evita y la simbología de su movimiento.

A Walsh lo encarnó Ricardo Darín; a Moori Koenig lo interpretó Arturo Maly. La ficción volvió a reunir a Walsh y el coronel Moori Koenig como personajes en El último caso de Rodolfo Walsh, novela de Elsa Drucaroff de 2010, ambientada en 1976.

En 1993 fue el turno de Gatica, el Mono, de Leonardo Favio. Era la vuelta del director después de 17 años (su última película había sido Soñar, soñar, en 1976). Favio usó la historia del boxeador como hilo conductor para narrar el ascenso y caída del primer peronismo. Perón y Evita fueron figuras laterales en su relato. La abanderada de los humildes tuvo el rostro de Cecilia Cenci, y una escena muestra su agonía, en una visita del boxeador poco antes del 26 de julio. El dato de color lo dio Armando Capó: el actor que personificó a Perón había hecho de un matón de la derecha peronista en No habrá más penas ni olvido y, en la vida real, era simpatizante de la UCR.

Madonna vs. Goris

Con el correr de los años, afloraron ideas sobre la vida de Eva Perón en el cine, pero no salían de rumores. Y siempre orbitó la idea de que, tarde o temprano, el musical llegaría a la pantalla grande. Así fue. En 1995, se confirmó que Alan Parker dirigiría la versión cinematográfica. La noticia alcanzó una dimensión más grande cuando se anunció el nombre de la protagonista: Madonna. Y la conmoción fue mayor cuando se supo que se filmaría en la Argentina (bondades del uno a uno), con la Casa Rosada como una de las locaciones

Madonna llegó en enero de 1996 con Parker y sus dos co-estrellas, Jonathan Pryce y Antonio Banderas. Fue recibida por Carlos Menem y filmó en el balcón de la Rosada la secuencia en la que canta "Don´t Cry For Me Argentina". Sectores tradicionales del peronismo mostraron su disconformidad durante el rodaje y, en enero de 1997, llamaron a boicotear el estreno.

Mientras Madonna terminaba el rodaje en Hungría, tomó forma una película argentina biográfica: Eva Perón de Juan Carlos Desanzo, con guión de José Pablo Feinmann. El film se centró en la interna por la candidatura fallida de Evita a la vicepresidencia y el avance de la enfermedad hasta su muerte, con el telón de fondo de la conspiración golpista de 1951. Feinmann se permitió poner en escena a buena parte de los personajes del primer peronismo: John William Cooke, Raúl Apold, Paco Jamandreu, Enrique Santos Discépolo, entre otros. 

Esther Goris alcanzó reconocimiento por su Eva extremadamente visceral, acaso muy cercana a la de la vida real. Víctor Laplace hizo de Perón (rol que repetiría en 2013 en Puerta de hierro, el exilio de Perón). Mientras Evita de Parker se convertía en un éxito de taquilla y obtenía premios (Madonna se llevó un Globo de Oro), la Eva Perón de Desanzo era la elegida de la Argentina para competir ese mismo año por el Oscar. No llegó a ser nominada.

Las discusiones en torno a la versión hollywoodense de Eva Perón y la respuesta fílmica argentina se dieron cuando ya era un best-seller la novela que ponía el acento en el cuerpo ultrajado por la Libertadora y el periplo que culminó en 1971: Santa Evita, de Tomás Eloy Martínez, aparecida en 1995.

Natalia Oreiro en Santa Evita.

Evita en el nuevo siglo

La primera Evita del siglo XXI que ofreció el cine fue Laura Novoa. Su personaje aparece en ¡Ay, Juancito! (2004), de Héctor Olivera, con guión de José Pablo Feinmann. El filósofo y escritor pudo ahondar en la historia de Juan Duarte, el hermano de Eva, que brilló por su ausencia en la galería de personajes del peronismo primigenio en la película de Desanzo. 

De hecho, Olivera retrató el momento de la muerte de Eva y la reacción que, se afirma, tuvo su hermano a las 20:25 de aquel sábado de invierno. Segundos después del fin de la agonía, el hermano de Evita abrazó el cuerpo y exclamó "¡No hay Dios!". El guión también puso en escena a la madre de Eva, Juana Ibarguren, interpretada por Norma Aleandro.

En 2010 llegó Juan y Eva, de Paula de Luque, con Osmar Núñez como Perón y Julieta Díaz como Evita. La película se centró en la relación desde que se conocieron en el Luna Park en 1944 en el acto benéfico por el terremoto de San Juan, hasta el 17 de octubre de 1945. El film mostró la interna militar de Perón con Eduardo Ávalos, el comandante de Campo de Mayo, que derivó en el arresto en Martín García, y en cómo Evita fue desencadenante involuntario de los sucesos de octubre: Perón había puesto a Oscar Nicolini, amigo de la familia de Eva, al frente del Correo, lo cual provocó la crisis saldada con la movilización del miércoles 17.

Más cerca en el tiempo, Elena Roger protagonizó la reposición del musical de Lloyd Webber en Broadway. El estreno de Santa Evita, en base a la novela de Tomás Eloy Martínez, llegó con los 70 años del momento en que la subsecretaría de informaciones de la presidencia de la Nación cumplió el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20:25 horas había fallecido la señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación, según el histórico anuncio. 

Fue Natalia Oreiro la elegida para ponerse en la piel de esa Eva que, según los militares de la Libertadora cuando planean deshacerse del cuerpo en la novela de Martínez, "es todavía más peligrosa que cuando estaba viva". Porque "cada vez que en este país hay un cadáver de por medio, la historia se vuelve loca". Y, como le ordenan a Moori Koenig: "Usted sabe muy bien lo que está en juego. No es el cadáver de esa mujer, sino el destino de la Argentina".