El escenario electoral para este año marca una tendencia que corresponde a la lógica binaria que inspira la política. Oficialismo versus oposición. Continuidad versus cambio.

La estrategia de todo oficialismo implica maximizar votos propios mediante la fidelización de su electorado, y minimizar los votos opositores mediante el fomento de la división y la dispersión de propuestas electorales alternativas. Contrariamente, la oposición pretenderá generar una estrategia diametralmente opuesta destinada a fragmentar el voto oficialista y galvanizar el voto opositor.

Ambas estrategias, aunque opuestas, siempre resultan funcionales en sí mismas por la lógica estructural del sistema. Cuando nadie gana, todos ganan pues se impone la estrategia del “second best”. Esto es, para el oficialismo si no puede ganar entonces retener votos es una buena elección y lo mismo ocurre del lado opositor.

Propuesta Republicana pretenderá exponer en esta elección el criterio de ganar sin aún participar en esta contienda por la simple y sencilla razón que logra los siguientes resultados: a) conforma una estructura nacional que carece, b) desplaza al radicalismo como referencia de base territorial pues si los candidatos no responden a las directivas del plan de ajuste próximo no forman parte de su agenda, c) fideliza una estructura de votos propios que antes se manifestaba dispersa.

Para la oposición, el resultado puede considerarse en instancia electoral y poselectoral mediante acuerdos programáticos ex ante y ex post. La atomización electoral de la oposición en términos electorales puede minimizar votos oficialistas para converger en una expresión poselectoral que dificulte las iniciativas legislativas en el Congreso.

El PRO no puede tener mayoría. La unidad en la diversidad de la oposición puede converger a estrategias más radicalizadas y confrontativas.

Por lo tanto, la estrategia que puede darse o no por parte de Cristina Fernández de Kirchner –pues el plazo expira el 24 de junio– no debe visualizarse solamente en términos electorales sino también por sus consecuencias posteriores.

Finalmente, la elección de octubre marcará definitivamente que el 70 por ciento de los argentinos votará en contra de Macri con diferentes opciones. Este resultado puede marcar un sendero de deterioro de la credibilidad y confianza del Gobierno para los próximos dos años y puede inspirar una redefinición de la política argentina en términos de reconstrucción del movimiento nacional, popular y democrático o la definitiva partidización con dos opciones bien diferenciadas de centroizquierda y centroderecha.

Lo que queda claro es que quienes acompañaron tácita o explícitamente las políticas del gobierno de Macri quedarán anuladas en términos de opciones electorales hacia el futuro. La pesada herencia, pasado contra futuro, transparencia o corrupción dejarán de ser las líneas divisorias de agua para discutir nuevas ideas en el contexto de la construcción política futura.

* Vicepresidente del PJ; intendente de Resistencia.