Ya hemos dado cuenta numerosas veces de la relación que existe entre el diseño y el skate. Disciplina y deporte que comparten profesionales que se desarrollan en ambos campos promocionando, a la par, los valores del trabajo colectivo y del amor y cuidado de la naturaleza con productos sustentables.

El emprendimiento U-fit de Santiago Amores y Sebastián Franco cumple con este concepto. Ellos unen la pasión por el deporte y la conciencia ecológica, a través de generar productos como anteojos reciclando tablas de skate. “Nuestro enfoque es el deportista extremo que suele estar siempre en contacto con la naturaleza, mismo cuando se encuentra en la rutina urbana, pero siempre priorizando la conciencia social y ambiental. Las gafas están hechas de maple canadiense, y son producto de la reutilización de tablas de skate rotas. Cada tabla es única y posee su propia gama de colores y gráficas. La materia prima cuenta su propia historia de alegrías, logros, frustraciones y aprendizajes que el deportista lleva para toda la vida. En U-fit transformamos el fin de un ciclo en el comienzo de una nueva etapa, y por eso creamos un producto que además de cumplir su función, tiene una conciencia ambiental elevada”, adelanta Amores.

–¿Cómo nace U-fit?

–En la facultad. Yo quise estudiar diseño industrial porque de chico me gustaba mucho el dibujo. A los siete pensaba en ser ingeniero porque mi papá lo era, pero después quise ser arquitecto, hasta que descubrí el diseño. En el ‘98 con un amigo descubrimos el universo de los renders y me encantó la idea de poder desarrollar productos. Todo eso fue sembrando la semilla. Y después creo que lo mejor que me paso fue la propia frustración que viví en la facultad con ciertas limitaciones que siempre se presentaban. Eso fue lo que más me empujó a organizarme para orquestar las cosas a mi manera.

–¿En paralelo sos skater?

–Creo que me regalaron un skate de juguetería a los ocho años. Ahí aprendí a patear. Aprendí a esquiar a los seis. Ahí vi gente que hacía snowboard y me fascinó desde el principio. En el ‘98 también empecé con la guitarra y el surf. Todas cosas que sigo desarrollando. Y de alguna manera hoy busco unir todos esos caminos a través de estos emprendimientos. Igual al diseño industrial llegó, porque además de encantarme dibujar, me encantaba el diseño de autos. A nivel producto reúne miles de cosas que me interesan, pero cuando me di cuenta a lo que tenía que apuntar para poder desarrollarme en esa rama, me di cuenta de que no me iba a gustar el tipo de vida que eso conlleva. La competencia, la relación de dependencia, estar todo el día en una oficina. Así que ahí en la facultad, en el 2008, conocí a los primeros socios de mi marca.. Con el que más onda pegué fue con el que sigue siendo mi socio hoy en día, Sebas Franco, que hoy en día está en el estrellato como skater.

–Muchos skaters son diseñadores…

–Es que hay pasiones comunes, compartidas. Cosas que tienen que ver con la expresión y cierta sensibilidad. Con Sebas, primero nos hicimos muy amigos. Lo escuche bastante porque él en su momento quería dejar un poco de lado el skate por la presión social de que se dedicara a la facultad y no al deporte y yo que soy un skater frustrado pensaba todo lo contrario. Para mí el título podía esperar y en cambio su carrera de deportista no. La gente es muy conservadora. Bueno, charlando, él se metió en diseño industrial porque quería hacer zapatillas y yo quería hacer una marca. Toda la vida compre ropa para estos deportes que me parecía malísima y de tantas cosas en común, arrancamos en el 2010. En ese año planeamos un viaje para irnos a surfear a Perú por dos meses. Y en ese viaje volvimos y lanzamos la marca. Empezamos con gorras planas, tipo las de beisbol. Después lanzamos gorros de lana tejidos a mano. Y después remeras y buzos y en paralelo arrancamos el tema de los anteojos.

–¿Todo muy artesanal?

–En la facultad siempre me encantaba, cuando tenía que hacer un trabajo,  el tema de la maquetización. Yo diseñaba más que nada en 3D, dibujaba siempre vistas. Me fascina tener el modelo real. Me encanta la escala uno en uno. Y eso siempre me lo criticaban en la facultad. Como que le dedicaba mucho tiempo a la maqueta y no a los planos. A mi siempre me importó el objeto terminado. Pero más que nada porque yo ya estaba en una búsqueda personal. En el 2013, en esos viajes que hacíamos nos fuimos a Costa Rica dos meses. En paralelo, la carrera de él y nuestro emprendimiento iba creciendo. Y ahí vimos que empezaban a aparecer anteojos de madera pero no resueltos bien morfológicamente. De gente que no venía del diseño. Y ahí empezamos a experimentar y lo primero que se nos ocurrió fue empezar a reciclar las tablas

–¿Qué tipo de madera es?

–Nosotros reciclamos tablas de Estados unidos que es maple canadiense, arce, es una madera super noble, se usa para instrumentos. Damos con ellas a través de nuestros colegas y amigos skaters. La materia prima hace a toda diferente. Las tablas son todas diferentes, entonces lo artesanal es lo adecuado. La pequeña escala.

–Son bellos y de un colorido increíble…

–Esa es la magia de este producto que viene de la versatilidad de las tablas. El año pasado fuimos a The mystic cup, una torneo de skate muy famoso que se hace en Praga, y el primer día ya nos encontramos con muchas tablas para reciclar y algunas de ellas con unas leyendas justamente sobre el consumo masivo increíbles.

–Es que la comunidad skater tienen una relación muy cercana y respetuosa de la naturaleza y lo colectivo.

–Sí, con el entorno, la ciudad. Aprendes a valorar y a compartir tantos momentos. A mí además, del modo que hacemos las cosas, me fascina que la historia y energía que tiene cada tabla se transfiere a la persona que se lleva los anteojos. Eso es mágico y realmente creo en eso.