Chile afrontará este sábado y domingo unos comicios históricos: por un lado, se elegirán los 155 delegados de la Asamblea Constituyente que escribirán una nueva Constitución y, por el otro, se designarán alcaldes y concejales para las 346 comunas que integran el país y- por primera vez desde el retorno a la democracia-, a gobernadores para sus 16 regiones.

El proceso que durará dos días para evitar aglomeraciones por la pandemia del coronavirus.

Las elecciones debían realizarse el 10 y 11 de abril pasado, pero fueron postergadas a último momento debido a que por esas fechas el país se acercaba del pico de contagios de la segunda ola y a un nuevo casi colapso de sus terapias intensivas.

La mayor atención, sin duda, estará puesta en la Asamblea Constituyente y en la redacción de la nueva Constitución chilena que establecerá las nuevas reglas del juego que regirán en el país vecino de aquí en adelante.

“La elección es producto del estallido social de octubre de 2019, cuando Chile parecía un país estable con alternancia democrática desde la salida de la dictadura entre un gran bloque de extrema derecha pinochetista y otro bloque de centro izquierda que no tocaban las estructuras de fondo y pensaron que podían estar así por siempre”, sostuvo el periodista especializado en política internacional, Pedro Brieger.

Brieger apuntó que lo que era concebido como “el gran modelo chileno”, comenzó a vislumbrar sus grietas hasta quebrarse a partir de las protestas de estudiantes secundarios por el aumento de treinta pesos del boleto del subte. A partir de ahí, el movimiento estudiantil, según explicó el periodista, no dejó de cosechar apoyos de trabajadores, sindicatos y la sociedad en general.

“El dique se rompió. Los estudiantes secundarios comenzaron a recoger una solidaridad impresionante y se armaron las manifestaciones más importantes de la historia de Chile”, señaló.

Además, aseguró que la represión en esos días de estallido social fue “desmedida” y que, luego, la protesta por el aumento de treinta pesos viró hacia la consigna “no son treinta pesos, son treinta años”, poniendo en cuestión el modelo socioeconómico chileno en su conjunto.

“Ahí surge la idea de una Asamblea que era levantada por una pequeña minoría y se convirtió en una voz mayoritaria. Piñera tuvo que retroceder y tuvo que convocar él a algo a lo que se oponía de manera tajante”, explicó.

Sin embargo, a pesar de que la imagen del Gobierno chileno flaqueó durante esos meses, Brieger afirmó que no se produjo una ruptura institucional, lo que, sumado a a llegada de la pandemia y las restricciones sanitarias, provocó un repliegue de la ciudadanía en sus casas.

“Se puede decir que a Piñera lo salvó la pandemia, en cierta medida”, remarcó.

Sobre las posibilidades de un cambio a partir de la Asamblea Constituyente, Brieger aseveró: “sea cual fuere el resultado, algo en Chile se quebró”.