La bajante del río Paraná que se registra desde fines de 2019 no cuenta aún con un panorama de mejora para los próximos dos meses y se proyecta una primavera de aguas bajas. Impacta en el comercio exterior, generando sobrecostos logísticos para la exportación de granos, y también en pequeñas producciones locales, además de la generación hidroeléctrica. 

En una nueva actualización trimestral del escenario hidrológico de la cuenca, el Instituto Nacional del Agua (INA) no observa mejoras en el nivel del Río Paraná. "Si bien las condiciones son en general mejores que las observadas en 2020 y 2021, la perspectiva climática aún no permite establecer un límite temporal del escenario de aguas bajas predominantes iniciado en marzo de 2020", determina el informe del INA.

El río presenta niveles muy menores al promedio e incluso al "límite de aguas bajas" en todos los puntos en los que se lo mide. Las ciudades de Rosario y Paraná son los puntos a los que más bajo llegó el nivel, 0,88 metros para el 12 de agosto cuando la altura media entre 1995 y 2021 fue de 2,92 y 2,67 metros para agosto, respectivamente.

"Es una situación histórica particular que nos enfrentó a una situación compleja desde lo ambiental que seguirá hasta 2025, se puso en crisis la producción, tuvimos serios problemas con incendios y destruyendo el hábitat de la fauna", explicó la secretaria de Ambiente de Entre Ríos, Daniela García. La bajante del río fue uno de los sucesos que marcó la agenda ambiental este año. Lo extraordinario de la bajante tiene que ver con su intensidad pero también con su duración. Es que desde 2019 la tendencia es a la baja y los pronósticos no mejoran. El peor mes hasta ahora fue agosto, cuando bajó en la capital de Entre Ríos a 46 centímetros por debajo del nivel del mar, muy lejos de su nivel de aguas bajas a 2,30 metros y de su altura promedio histórica de 2,76 metros para ese mes.

Una de las causas de la bajante tiene que ver con el nivel de lluvias río arriba, en los principales puntos que acaudalan el Paraná. "La sequía está ocurriendo en los diferentes territorios de la cuenca. Hay cinco estados de Brasil que llevan más de dos años de emergencia por sequía, mientras que Paraguay también tuvo una sequía extrema. Todas esas lluvias en territorio escurren por arroyos y riachos hacia el Paraná y como la situación de falta de precipitaciones todavía no se revirtió en esos territorios, tampoco sucedió con la situación del río", aseguró en diálogo con Télam el director del Centro de Investigación de Recursos Naturales del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), Pablo Mercuri.

Impactos

Los bajos niveles del río tienen múltiples impactos económicos y sociales. El más cuantificable tiene que ver con el sobrecosto logístico que genera en la exportación de granos. Por la dificultad en la navegabilidad del río los buques deben cargar menos productos por la escasa profundidad del canal de navegación y, en muchos casos, completar sus bodegas en puertos del sur de la provincia de Buenos Aires, como Quequén y Bahía Blanca, o hasta en el exterior, en Montevideo o Brasil.

Esta menor ocupación de las bodegas se denomina “falso flete”, ya que el costo del embarque se prorratea en una menor cantidad de toneladas transportadas. Además, la ralentización del ritmo de embarques genera otros inconvenientes operativos que vuelven a aumentar los costos. La Bolsa de Comercio de Rosario estimó pérdidas a la cadena de valor granaria argentina del orden de los 280 millones de dólares para los primeros cinco meses del 2022. En 2020 los sobrecostos habían sido de 245 millones de dólares.

Dentro de las economías regionales, la bajante afectó la fauna íctica al dejar seco el valle de inundación donde los peces se refugian, alimentan, reproducen y crecen y produjo inconvenientes en el riego de cultivos y complicó las producciones industriales que necesitan captar agua. En Entre Ríos hay más de 3.000 familias de pescadores que viven del río. Otros impactos productivos son en la actividad ganadera de isla, las producciones arroceras, la plantación de frutillas y la apicultura, por el impacto en la floración de especies nativas o aparición de invasoras. La producción de arroz se hace bajo riego por inundación, y hay 253.000 hectáreas que se riegan desde el Paraná. Se podrían ocasionar pérdidas de producción por la necesidad de reducir áreas de siembra.

Además de las productivas, la baja altura del río trae aparejadas situaciones que impactan directamente al medio ambiente, como el incremento del riesgo de incendios de pastizales y un paisaje modificado con brazos que se achicaron o bancos de arena devenidos en islas y la aparición de nuevas malezas o especies invasoras.