La incorporación a los BRICS podría convertirse en una de las principales iniciativas de Argentina en materia de política exterior en los últimos años.

Los BRICS, conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, constituyen en la actualidad un eje global de dimensiones cada vez más amplias, y cuyos efectos políticos y económicos se harán sentir con mayor fuerza en las próximas décadas, a medida que se consolide una nueva geopolítica multipolar, capaz de balancear el poder aparentemente omnímodo representado hoy por los Estados Unidos.

Según datos del Banco Mundial, las naciones que hoy componen al BRICS en su conjunto representan el 22% de la superficie continental, el 42% de la población mundial, el 26% del PBI mundial, y tienen 4 billones de dólares en divisas.

En términos comparativos, y de acuerdo a información del Fondo Monetario Internacional, China es la economía más importante del grupo, representando más del 70% del poder económico colectivo,  seguido de India con un 13%, Rusia y Brasil cada uno con aproximadamente el 7%, y finalmente Sudáfrica con un 3%.

En este momento crucial, la fortaleza de esta alianza radica especialmente en la sociedad establecida entre China como primera economía comercial a nivel mundial, y Rusia como principal proveedor de energía. En tanto que India es ya una de las principales potencias económicas a partir de la exportación de recursos naturales y cereales, Brasil se consolida a nivel global como uno de los principales actores de la escena agroalimentaria y Sudáfrica se convierte en una nación clave en la provisión de metales y minerales con amplios usos tecnológicos.

La entrada de Argentina a los BRICS, principalmente apoyada por India, Rusia y China (que actualmente preside este bloque de países) se sustenta en la capacidad para proveer productos alimenticios como soja y cereales, junto con recursos estratégicos como el gas natural, el gas de esquisto, distintos minerales y, sobre todo, el cada vez más valorado litio. Además, Argentina posee un capital científico plenamente consolidado, entre otros aspectos, con especialización en biotecnología y en tecnología logística aplicada.

Pero en estos últimos años no sólo Argentina manifestó sus intensiones de sumarse al bloque: actualmente hay una veintena de naciones de todos los continentes cuyos gobiernos están pidiendo su incorporación. Y contra la opinión infundada de que sólo desean ingresar gobiernos afines al eje Moscú-Beijing, basta revisar la orientación de varios regímenes solicitantes, por ejemplo, en Medio Oriente.

En este sentido, y además de Irán, optaron por la membresía gobiernos pertenecientes a la OTAN, como es el caso de Turquía, así como también, países históricamente aliados a los Estados Unidos, como ocurre con Arabia Saudita, y más recientemente, también Egipto e incluso, Emiratos Árabes Unidos, uno de los protagonistas de los Acuerdos de Abraham incentivados desde Washington desde 2020.

Así, el magnetismo que hoy generan los BRICS amenaza con superar alianzas tradicionales e, incluso, rivalidades históricas, como las que todavía sostienen varias naciones de Medio Oriente. No sería extraño, por tanto, que la expansión de este bloque contribuya a reescribir buena parte de los alineamientos internacionales con los que Estados Unidos diseñó el mapa geopolítico de buena parte del mundo en estos últimos 30 años.

Lejos de aquel grupo de economías emergentes que nació en 2006 y que terminó de conformarse en 2009 como una respuesta a la crisis financiera suscitada en Estados Unidos un año antes y pronto irradiada a todos los confines del globo, hoy los BRICS responden a un modelo de desarrollo que pone en cuestión los valores centrales del capitalismo neoliberal.

De este modo, los BRICS apuestan hoy a un modelo de desarrollo sustentado en la cooperación Sur-Sur y en la creciente vinculación entre naciones con economías complementarias y con similares objetivos económicos, políticos y sociales.

Por ello, y tal como lo reconoce la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), uno de los objetivos más ambiciosos de este bloque es el liderazgo en las políticas para la erradicación del hambre y la pobreza en 2030, gracias a la producción en conjunto de más de un tercio de cereales a nivel mundial.

Si bien desde su nacimiento como alianza los BRICS atravesaron distintas situaciones difíciles, marcadas por la guerra comercial entre China y los Estados Unidos o por los efectos económicos y sociales de la pandemia del covid 19, la actual crisis en Ucrania ha supuesto el desafío más complejo para su propia supervivencia.

Pero las sanciones a Rusia por parte de Estados Unidos y los gobiernos de la OTAN, las restricciones ocasionadas y la búsqueda de soluciones no ha hecho más que reforzar los vínculos del bloque y proyectarlo hacia el futuro a partir de propuestas concretas y de iniciativas a largo plazo.

La incorporación de Argentina a los BRICS ocurriría así en medio de la progresiva debacle del sistema financiero internacional, que ya muestra evidentes signos de desgaste y descontrol en torno a la creciente debilidad del dólar, una inflación amenazante y sustentada en la emisión monetaria, y un déficit fiscal que, en 2022, se calcula en más mil billones de dólares, según datos de la Oficina Presupuestaria del Congreso de los Estados Unidos.

En este sentido, el proyecto más ambicioso, principalmente incentivado por Rusia y por China, apunta justamente a obtener la desdolarización como una medida soberana y de salvaguarda de los vitales recursos productivos frente a la hegemonía de los Estados Unidos y su permanente política de asedio económico.

Aunque sus actores más relevantes son conscientes de que se trata de un proceso extenso y prolongado, Moscú y Beijing están interesados en la creación de una moneda de reserva internacional basada en la canasta de monedad de los países que componen los BRICS. Así, esta asociación estratégica apunta a la puesta en marcha de mecanismos alternativos confiables para pagos internacionales con el objetivo de reducir la dependencia frente al sistema financiero occidental.

De esta manera, los BRICS no hacen otra cosa que anticiparse a un proceso que buena parte de los analistas políticos y económicos analizan como irreversible. La adopción de un conjunto diferenciado de monedas alternativo al dólar contribuirá a construir un mundo multipolar y, de igual modo, brindará a los países que integren este bloque en expansión un reaseguro sin imposiciones externas ni menos aun condicionantes de tipo extorsivo.

Hoy los BRICS recrean la esperanza de un mundo más equilibrado y donde poderes aparentemente irrefrenables podrán encontrar limitantes y frenos. Donde la superación en las próximas décadas del neoliberalismo y de sus peores consecuencias, el hambre y la miseria de millones de personas en todo el mundo, tal vez comience a ser una realidad. La pronta incorporación de Argentina a este bloque constituye, sin duda, una buena noticia.