La gala del 9 de Julio en el Domo del Centenario, en Resistencia, fue un acto maravilloso y emotivo, con más de mil personas en plateas y centenares que no pudieron entrar pero siguieron el concierto desde el exterior. La Orquesta Sinfónica del Chaco, acompañada por cinco coros numerosos –entre ellos el Polifónico de Resistencia y el de la Universidad Nacional del Nordeste– interpretó la 9º Sinfonía de Beethoven bajo la dirección del holandés Frank Adams, especialmente contratado todo un mes para esta puesta.

Con un despliegue sin precedentes de más de cien artistas en escena, esta versión de “la Novena”, o “Coral”, conmovió como nunca antes un concierto en esta provincia, por la potencia y el brillo que Adams logró darle a formaciones con trayectoria, cierto, pero que jamás habían alcanzado semejantes niveles de afiatamiento y calidad. Fue una delicia que conmovió hasta las lágrimas, al menos a este columnista, seguramente porque, además de la impecable ejecución, esta sinfonía está cumpliendo también 200 años y en estos tiempos esas efemérides conmueven, o debieran conmover, a la Argentina toda.

El hecho de que Ludwig van Beethoven compusiera esta maravilla de la música de todos los tiempos a partir de mayo de 1817, hoy parece una hermosa coincidencia pues también nosotros en estas tierras feraces y feroces celebramos un bicentenario patriótico tan conmovedor como, esta vez, doloroso.

Los 75 minutos de esta obra que es considerada la máxima composición musical de todos los tiempos, ante el impactante silencio de un público quizás mayoritariamente lego pero embelesado, a mí me trajo a la memoria a mi madre, maestra de piano provinciana, y también al Perro Fernando, ícono resistenciano célebre por su afición musical y oído absoluto. Arrobado por vientos y maderas, e impecables solos de oboes, cornos y cellos, cada uno a su tiempo y brillo, yo pensaba en la maravilla de un pueblo, el nuestro, capaz de emociones como la de anoche pero también de distracciones y tolerancias a las reiteradas ofensas que les prodigan gobernantes como los actuales, que apalean manifestantes, censuran artistas y medios, asaltan ilegalmente universidades nacionales, allanan sindicatos, persiguen a jueces del fuero laboral y otras bestialidades, mientras el presidente se comporta como el tipo que va a la casa de al lado y muele a palos al vecino, le rompe el televisor, tira todo lo que hay en el freezer, le arranca los cables y lo deja sin luz, manosea a su mujer y escupe a cada uno de sus hijos, y después sale a la calle, se arregla la ropa y, sonriente, llama a la puerta de la casa que destruyó y le dice al apaleado, con voz seductora y junto a una caricatura de la inocente Heidy: “Buenas, vecino, ¿qué le parece si dialogamos?”.

Anoche en el Domo muchos lloramos por las mismas ofensas. Por ejemplo cuando 6 Cellos gravísimos atacaron el tercer movimiento, que prenuncia la irrupción del barítono y detrás un corazo de cien voces, era imposible no sentir a mi madre llorando a mi lado mientras movía los dedos como hacía cuando “tocaba” en falso y en el aire; y a mi hija adolescente deslumbrada, y a muchos amigos y amigas de la vida cotidiana chaqueña también conmovidos ante ese espectáculo que se repite en todo el mundo desde el estreno en Viena y 1824, cuando desde el silencio atronador y fantástico que debe haber sido su sordera Beethoven trabajó siete años decidido como un toro a ponerle música a la “Oda a la alegría”, el bello poema de Friedrich Schiller.

Todo eso en el Chaco y en manos de músicos veteranos que hace años tocaban en la Banda Municipal y en orquestas que calentaban los pies de mis viejos y de medio pueblo, coordinados ahora por un joven batuta holandés y junto a decenas de músicos jóvenes, chicos y chicas a cargo de todos los instrumentos y a quienes se veía emocionados también, seguros y gozosos, porque hay que decirlo: fue una velada de alegría y sentimiento patriótico que culminó con la soberbia ejecución de nuestro Himno Nacional, en este caso bajo la dirección del Maestro Jorge Doumont.

Y todo eso, cabe subrayarlo, en circunstancias políticas, económicas y socialmente penosas, más que de emergencia, de destrucción. Y también de cinismo, que es un perverso modo de destruir la alegría de los pueblos. Como pasa hoy en todo el mundo, y pasa en este país sometido a un implacable proceso de engaño y manipulación social. Ahí están La Nación y Clarín forzando la imposible conversión del Sr. Macri en un tipo confiable para adentro y un  estadista para afuera. Resultados: en el G-20 un desairado protagonismo de cuarta; e intramuros una especie de papanatas no inocente que se raja en fechas patrias y cuyo gobierno es neocoloniaje puro.

Circula en las redes una comparación interesante y que viene al caso. En el último gabinete de CFK formaron los apellidos Fernández, Randazzo, Alak, Rodríguez, Timermann, Kicillof, Giorgi, Casamiquela, Gollán, Barañao, Parodi, Sileoni, Tomada, De Vido, Rossi, Kirchner y Meyer. De todos ellos, ninguno (excepto De Vido) es perseguido judicialmente y casi todos llevan un año y medio sin fueros de ninguna clase.

En cambio en el gabinete de MM, que asumió procesado y ya tiene varias causas más, hay un montón de apellidos con un pie en Tribunales en sólo un año y  medio: Cabrera, Buryaile, Lombardi, Aguad, Sturzenegger, Bullrich, Aranguren, Ibarra, Dietrich y ni se diga la vicepresidenta Michetti, que si no la salvaba su justicia adicta dejaba chiquitito a su predecesor. Ahora se entiende: la remanida acusación “se robaron todo” había sido autoreferencial.

La obra de Beethoven es mundialmente considerada un ejercicio de libertad musical, porque contrariando todo lo establecido hasta entonces terminó la Novena Sinfonía con un coro. También en la vida de los pueblos, en el ejercicio y defensa de sus derechos, hay ejercicios de libertad para expresar a coro.