La longevidad le suele otorgar a los artistas la chapa de indiscutibles. Si en las muertes tempranas queda siempre algo de la superstición del genio, del fogonazo verde de la inconciencia, en la longevidad se cifra una forma serena y plena de sabiduría, la seguridad que da la suma del tiempo. El miércoles en Buenos Aires, la ciudad en la que nació en el invierno de 1926, murió Atilio Stampone, uno de los grandes maestros del tango de todas las épocas. Tenía 96 años y desde hacía días estaba internado. Indiscutible y superior, fue entre otras cosas director de la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto, además de un libre pensador del sonido e hincha de Racing incoercible. “Hablar de su trayectoria, enorme, riquísima, profunda, además de sus 80 años de profesión, es hablar de la historia misma del tango y de la música de nuestro país", se lee en la cuenta Instagram de Sadaic, la Sociedad Argentina de Autores y Compositores, institución de la que fue presidente durante 24 años. En Sadaic también fue velado antes de su traslado al cementerio de la Chacarita para el último saludo.

Pianista, compositor, arreglador, director, Atilio Stampone fue de los que antes de renovar el tango lo conoció muy bien. Había comenzado como pianista de su hermano Giuseppe –conocido como “Pepe, el Tano Tango”– y a los 15 años debutaba profesionalmente en la orquesta de Roberto Dimas, que tocaba en el café Marzotto. Con 16 pasó a la orquesta de Pedro Maffia, en el Tibidabo. “Termina la función y enseguida te colgás del tranvía 16”, le había puesto como condición su padre. Al otro día Stampone cursaba el colegio nacional. En el ’46 se sumó a la tipica de Astor Piazzolla y en el '50 Perón le habilitó una beca para perfeccionarse en el Conservatorio Santa Cecilia de Roma. Una vez en Italia, el muchacho siguió mostrando tangos, con los que recorrió Europa y llegó hasta Asia. Volvió a Buenos Aires en el ’53 y formó su primera orquesta, con Leopoldo Federico. Los dos se van con el Piazzolla del Octeto en el ’55 y también en el ’58.

En 1964, en sociedad con el futbolista Rinaldo Martino y el actor Pedro Aleandro, inauguró Caño 14, el reducto que enseguida se convirtió en el faro del tango en retirada de los grandes escenarios. De ahí en más, su aventura musical avanza entre las más originales y atractivas de la música argentina.

La vanguardia fue así

Entre los vanguardistas del tango Stampone ocupa un lugar propio. Su estilo orquestal queda como una especie de isla, en la que naturalmente es posible reconocer muchas otras maneras del tango, desde la prehistoria hasta la modernidad, además de recursos que venían de la polifonía antigua, la orquesta clásica y la música contemporánea. En ese talante atravesado de numerosas influencias, había además algo que definitivamente lo diferenciaba del resto: Stampone amaba a Bill Evans. Es más, lo había estudiado, en épocas en que con poca bibliografía a disposición, había que perfeccionar la oreja. De ahí salía el color armónico que definía su idea de tango. Una idea que de todas maneras no estaba tanto en los contenidos cuanto en las proporciones. Ahí estaba su secreto.

Tan personal era el estilo orquestal de Stampone que no se podría imitar sin correr el riesgo de la caricatura. Tal vez por eso su descendencia estilística no ha sido muy numerosa. Como poco profusa es su obra como compositor. Cincuenta y un temas tiene Stampone registrados en Sadaic, todos de gran calidad técnica y precisa inspiración, la gran mayoría sentimentalmente perfectos en su unión con la letra.

Con versos de Homero Expósito escribió “Afiches”, “Con pan y cebolla”, “De Homero a Homero” y “Desencanto”; con letra de Eladia Blázquez, “Viejo gringo” (dedicada a su padre) y “Fiesta y milonga”; “Cadícamo” con Enrique Bugatti, “Mi amigo Cholo” con Albino Gómez y “Mocosa” junto a Andrés Lizárraga. “Para violín y piano” y “Romance de tango” son algunos de sus temas instrumentales. Compuso también música de películas, entre ellas la de La historia oficial, de Luis Puenzo, y Un guapo del 900 y La mano en la trampa, de Leopoldo Torre Nilson. Por esta última fue galardonado con el Cóndor de Plata a la Mejor Banda Sonora.

También compuso los temas del espectáculo Tango, con coreografías de Oscar Araiz, representado en la década de los ’80 por Le Ballet Du Grand Theatre de Genéve. Algunos años después, Ana Stekelman coreografío música del pianista y arreglador para que Julio Bocca la bailara en Stampone Concertango.

De manual

Los discos de Stampone quedan como trabajos conceptuales, verdaderos manuales de arreglos y orquestación en clave vanguardista que apuntalan una época de renovaciones compulsivas. De ahí se puede recordar Concepto (1972), el disco abre con una versión de “Responso”, que antes de la entrada de las cuerdas y el solo de fueye de Marinero Montes introduce un coro que canta un “Kyrie”, al borde del kich que nunca llega. También Imágenes (1973), con las cuerdas que introducen “Recuerdos de bohemia” llegando desde La mar, de Claude Debussy, y Jaque mate (1975) con una versión de “Sans Souci”, de Enrique Delfino, con un solo de piano profundo y monumental y un “Adagio” de Egberto Gismonti. Ni hablar de los tres discos que en la misma época comparte con el “Polaco” Goyeneche, para los cantores una brújula para no perderse entre aventuras renovadoras.

 

Eso, y el anecdotario frondoso del que caminó mucho y por todos lados, es parte del legado de Atilio Stampone, un gran hombre orquesta del tango.