A pesar de que la Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal lo benefició con salidas transitorias en una de las causas por las que fue condenado a prisión perpetua, el represor de la ESMA Adolfo Donda Tigel oyó desde una sala de la cárcel de Ezeiza la lectura de los hechos por los que el Tribunal Oral Federal 6 de la Ciudad de Buenos Aires lo juzga desde este lunes: la retención y el ocultamiento de Victoria Analía Donda Pérez, su sobrina biológica, que nació en la maternidad clandestina que funcionó en la ESMA durante la última dictadura cívico militar, fue apartada de su mamá y de su papá, que hasta hoy permanecen desaparecidos, y entregada al represor José Antonio Azic, que la crió como hija propia, delito por el que fue condenado hace más de una década.
La exdiputada y actual titular del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), Victoria Donda Pérez, supo que Azic y su esposa, Edith Abrego, no eran sus verdaderos padres en 2004, tiempo después de acercarse a Abuelas de Plaza de Mayo e H.I.J.O.S. con dudas respecto de su identidad, y cuando un análisis genético le aseguró que era hija de María Hilda Pérez y de José María Laureano Donda, secuestrados entre marzo y mayo de 1977.
Donda Tigel, marino de carrera, fue condenado en dos oportunidades a prisión perpetua por secuestros, torturas y asesinatos de detenides-desaparecides que pasaron por el centro clandestino que funcionó en el Casino de Oficiales de la Escuela de Mecánica de la Armada. Sobrevivientes de aquel horror aseguran que estaba tan compenetrado con su papel en el genocidio de la última dictadura que solía jactarse de haber secuestrado a su hermano y a su cuñada, el papá y la mamá de Victoria.
Con la presidencia del juez Ricardo Basilico –y la participación de les magistrades María Gabriela López Iñíguez y Daniel Obligado–, el TOF 6 lo juzga por la apropiación de su sobrina, que nació en la ESMA mientras su mamá estaba allí cautiva. Es el único acusado –señalado por la Unidad Fiscal Especializada para Casos de Apropiación de Niños durante el Terrorismo de Estado, a cargo del fiscal general Pablo Parenti, y la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo– en el debate. Azic fue condenado por el caso en el juicio que se desarrolló a principios de la década pasada por el plan sistemático de apropiación de bebés durante el terrorismo de Estado.
Donda compartiría banquillo junto al médico represor Jorge Magnacco, que ya carga con varias condenas por la supresión y el ocultamiento de la identidad de varies hijes de detenides desaparecides nacides en la maternidad clandestina a cargo de la Armada, y Horacio Pessino, quien firmó el certificado de nacimiento falso de Donda con el que Azic la inscribió como hija propia. Pessino quedó fuera del debate por cuestiones de salud.
La audiencia inaugural fue en extremo corta: solo se leyeron los autos de elevación a juicio. El próximo lunes será el momento de los planteos preliminares de las partes –se espera que el abogado de Donda Tigel, Guillermo Fanego, un convencido defensor de genocidas– se extienda largo. Quizá haya tiempo para que el represor diga lo que quiera.
Para el tiempo en que Victoria Donda nació en cautiverio y fue apropiada, su tío no integraba el plantel estable de represores de la ESMA, aunque fue visto de manera esporádica allí. Sí lo fue a partir de 1978. Escaló hasta la Jefatura de Operaciones y de inteligencia táctica de la patota. Sus sobrenombres eran “Palito” o “Jerónimo”.
María Hilda Pérez fue secuestrada a fines de marzo de 1977, mientras acudía a una cita cantada en la estación de Morón. Su esposo, Jose María Donda, supo que quien la había entregado había sido su hermano mayor, Adolfo. Dos meses después, también fue secuestrado. Se supo que la pareja fue mantenida cautiva un tiempo en la Comisaría de Castelar. Tenían una hija, Eva, que quedó al cuidado de les abuelos maternos, y María Hilda estaba embarazada. Poco antes de parir fue trasladada a la ESMA.
En la habitación destinada a las embarazadas de aquel centro clandestino –los genocidas la denominaban “la Sardá por izquierda” en relación a la maternidad Sardá– “Cori”, como llamaban a la joven militante, dio a luz a su beba. El médico Magnacco asistió al parto. El represor Héctor Febrés, que se suicidó hace más de una década, le entregó un moisés a la mamá y le ordenó que escribiera una carta para entregar a su familia junto a la niña, a la que llamó Victoria, y le enlazó en uno de sus lóbulos un hilito azul.
La historia, aquellos datos fundamentales que acompañarían las muestras genéticas de las familias biológicas para que la identificación de Victoria fuera posible, fueron resguardados y proporcionados por sobrevivientes de la ESMA, en especial un grupo de mujeres que acompañaron a Cori en el parto. Lidia Vieyra y Sara Solarz de Osatinsky.
Victoria Donda nunca llegó a los brazos de su familia biológica. Fue, en cambio, entregada al prefecto y represor de la ESMA Azic, quien munido de certificados de nacimiento falsos, la inscribió como hija propia. Lo mismo hizo con otra niña nacida en aquel centro clandestino, la hija de Silvia Dameri y Orlando Ruiz, cuya verdadera identidad le fue restituida en 2008.