“Hay que revisar la monogamia y empezar a ponerle movimiento porque toca demasiadas cosas, va por muchos lugares y es fundamental al menos ponerla en duda”. Quien comienza hablando es Mayra Leciñana Blanchard, feminista militante, Licenciada en Letras, periodista y artista povera. Se nombra así además de contar que es trasplantada de hígado y donante de órganos futura. 

Sigue: “La monogamia también es un relato, un mandato, una orden, un orden, un dogma. Por eso, no se puede pensar la monogamia sin poner la lupa en la matriz de género”. Junto a otras siete compañeras conformaron a fines de la década del 90, una grupa nucleada en torno a la articulación entre filosofía y feminismo. Se autodenominan Fi.Fe (filosofía y feminismo) y desde hace quince años son una red afectiva que viene trabajando en distintas tareas académicas y docentes. Ellas son: Mabel Alicia Campagnoli, Silvana Darré Otero, Mónica D’Uva, María Giannoni, Mónica Gluck, María Marta Herrera y Laura Morroni. Todas provienen del campo de la filosofía y de las ciencias sociales (en el caso de Silvana Darré), especializadas en temas de género y cultura. 

“Hemos gestado un modo de pensar y de producir que es anti individualismo”, subraya Mabel Campagnoli para contar que sus últimos trabajos sobre monogamia y surgidos al calor del diálogo, se reúnen en el libro que acaba de publicar Waldhuter, La monogamia al desnudo. Notas para una crítica feminista y que presentaron el jueves 3 de noviembre en el Museo del Libro y de la Lengua. En la introducción del libro se lee que esta compilación homenajea al libro El patriarcado al desnudo, que constituyó una de las lecturas compartidas para pensar la temática. 

Porque, desde un punto de vista general -observan-, la monogamia atraviesa las vidas humanas con mayor o menor grado de cumplimiento o incumplimiento y encierra una serie de contenidos conceptuales normativos y estrategias de producción que accionan tanto a nivel individual y subjetivo como en el plano colectivo y social. Las12 conversó con tres de las autoras y de inmediato apareció la pregunta: ¿Es la monogamia una batalla olvidada del feminismo? “Es una batalla que no se zanjó”, señala Mayra. “Por un lado, porque es una norma que no termina de estar concretada. Pensemos en la cantidad de personas que aceptan la monogamia, que no levantan su voz en contra y, sin embargo, ocultadamente están fuera de la monogamia. Y además porque, como exigencia en las sociedades, corre para todes pero es más laxa con los varones. Las mujeres, incluso las lesbianas, son censuradas si se salen de la monogamia y se manifiestan como seres deseantes. La monogamia promueve los celos y los celos creen en el amor como propiedad, no como sentimiento. Por eso, es raro que no se ponga en discusión”.

¿Cuándo aparece como un tema de interés para ustedes?

María Giannoni: Muchas de nosotras venimos del campo de la filosofía y el feminismo filosófico tiene una impronta crítica muy importante, se asocia a las corrientes de pensamiento contemporáneo que discuten el canon de la filosofía clásica, el concepto de sujeto, de identidad, de cuerpo, de verdad, de conocimiento, que son como la columna vertebral de la tradición. En el inicio, nuestra interrogación respecto de la monogamia tenía que ver con que todas experimentamos el feminismo desde la crítica, como la herramienta con la que es posible desarmar, desarticular y martillar un poco esos conglomerados conceptuales teóricos. La monogamia se presentaba como la piedra dura a la que el feminismo conceptual no llegaba a romper. El feminismo ha podido desarticular y desarmar con profundidad y con argumentos, y reconstruir argumentos, pero la monogamia parece ser algo que se resiste a eso. Filosóficamente hablando, es muy interesante esta situación: una certeza, un concepto, un contenido que se resiste a la crítica. El trabajo de la filosofía es ese. Acá aparece algo que parece resistirse, una especie de frontón. Y la monogamia desafía este trabajo, este quehacer de la filosofía.

Mabel Campagnoli: En nuestro recorrido asocio el inicio del tema al año 2016. Veníamos trabajando prostitución, habíamos estado en el debate sobre prostitución, leyendo, pensando y dando talleres. Y me parece que la interrogación provino desde lo que estábamos pensando a raíz de eso.

Mayra: Probablemente por la conexión de la sexualidad pensando la prostitución, los clientes y la idea del engaño. En ese trabajo yo dejé picando por qué no considerar poliandria al trabajo sexual de las mujeres. Ya que ponemos en movimiento y molestamos a la monogamia preguntándole porqué está ahí, una de las preguntas tiene que ser el encadenamiento con la prostitución. Porque ambas cosas están hace miles de años, en la misma oferta.

En el libro sostienen que la monogamia no es solo una práctica sino también una forma de pensamiento.

Mayra: La monogamia es como una caja, una estructura en la una tiene que entrar. Está ligada a la herencia, al patrimonio, al dinero de la familia, a la continuidad de la historia, es algo que está ligado a todo. Las feministas hemos podido abdicar de la heterosexualidad obligatoria, hemos derribado la ecuación mujer igual madre, pero pareciera que el compromiso con la monogamia como bastión necesario de la sociedad fuera una ley humana transhistórica.

Mabel: Yo lo asocio a la idea de Monique Wittig de “pensamiento heterosexual”. Más allá de la propia práctica todas las instituciones están demandando ese sentido. Y al demandarlo, lo están instalando. El ordenamiento social presupone la monogamia. Entonces ahí lo simbólico tiene una dimensión formativa muy fuerte.

María: Claro, en la medida en que lo presupone lo fabrica, lo produce constantemente. Dar por sentado es un modo de construir, es un modo de instalar. Como tecnología de género, la monogamia es un dispositivo de producción de sentidos, de cuerpos, de formas vinculares. Es uno de esos sistemas o mecanismos tal vez de los más poderosos, más arraigados y más diseminados.

¿Qué significa esa perspectiva tecnológica sobre el género?

María: Con tecnológico quiero decir que no es obvio ni natural. Es parte de la maquinaria que reúne una serie de elementos que funcionan en pos de un objetivo, de una visión. En ese sentido hablo de la perspectiva tecnológica sobre el género. La que no asume que hay una naturaleza sino que hay que desentrañar las formas en que funcionan los canales de producción. La monogamia tiene una centralidad y, como decía Mayra al principio, tiene muchos aspectos y muchas caras. Se asocia básicamente con el amor, es deudora del amor, de la herencia del amor romántico, de la exclusividad de la intimidad. Las relaciones que se saben o se dicen monógamas son aquellas que se destacan por sobre otras. Esas relaciones a las que le damos el estatuto de intimidad y de jerarquía son las monógamas, como forma de producir la exclusividad. A mí me parece sumamente poderosa y eficiente la monogamia como institución, como dispositivo genético-genérico en la responsabilidad de la producción del ordenamiento heterosexual.

Para su artículo en el libro, Mabel encontró en las letras del dúo BIFE algo así como un insumo cultural para pensar la monogamia. Fue a través de sus estudiantes que se acercó a esas canciones, alrededor de 2016. Mabel venía trabajando algo más convencional como son las críticas a letras de canciones desde la perspectiva de la violencia y de cómo hay que desarmar el aspecto simbólico de la violencia. “Siempre desde la trama de hay que criticar pero no hay que censurar”, apunta. “Cómo tratar de incidir para que los chistes violentos no nos provoquen risa, para que las canciones con tales letras no nos resulten agradables, en fin… Y a través un grupo de estudiantes me entero de la existencia particular de este dúo que desde los videoclips performaba un cuestionamiento a los géneros, al binarismo y abarcaban las letras, entonces encontré otro giro”. Mabel dice que es muy diferente que exista un cantar que no reivindique a los celos como lugar común. Porque además, ella trabaja esa dimensión de la monogamia que ata el amor con el sexo y con la idea de familia. Así descubrió en las letras de las canciones de BIFE relatos de amor que no se basan en los celos como modo de vínculo. “Me parece preocupante que en las series de televisión y en las canciones aparezca el tema de los celos tan fuertemente”. En las canciones del BIFE hay una contrapartida, “un desvío, un punto de fuga que posibilita cantar y bailar alabando otra cosa que no sea en principio la reproducción de lo mismo, de lo instituido”, revela.

Cantar un amor que no cela o si Butler escuchara las canciones de BIFE, es el nombre con el que Mabel abre el juego en el libro y afirma que la apuesta es que “sin celos no habría monogamia”. A través de las canciones de BIFE se narran amores desapegados y desposesivos que Mabel toma para analizar la monogamia desde dos miradas combinadas: el postestructuralismo y el feminismo materialista para deconstruir estereotipos y convicciones acerca de los lazos sexoafectivos y de la pareja como institución monogámica.

En su artículo El amor romántico y la monogamia, dos categorías mortalmente unidas, María Marta Herrera también hecha luz sobre lo que esa conjunción implica: Según el Registro Nacional de Femicidios de la Corte Suprema de la Nación, que desde 2014 viene recabando los datos sobre violencia contra las mujeres, más del 50% de los femicidios fueron cometidos por parejas o exparejas, donde los celos y los intentos de las víctimas de romper la relación aparecen como los motivos de esta violencia machista extrema en la que el violento la toma como su propiedad.

En el libro sostienen que el accionar de la monogamia se ejerce tanto en el nivel individual y subjetivo como en el plano colectivo y social.

Mayra: Para poner en movimiento la posibilidad de cambio hay que salirse de la mera idea de la apertura a lo sexual. Salir de la monogamia no es decir ‘vamos a curtir con todo el mundo’, sino pensar cómo estamos dentro de esa monogamia, que en todo caso tiene que ver con el orden del género. Es pensar en la afectividad de un modo diferente, entonces para mover eso no es simplemente decir que hay que bancarse los celos sino preparar primero el entorno para que eso se pueda comprender. Entre otras cosas, poner en cuestión lo que significan las prioridades en el afecto. Está demasiado idealizado el amor romántico, el amor exclusivo entre dos personas y anclado en lo heterosexual y en tener hijos. Es una suma de escalones, entonces hay que revisar los tipos de afectos y ver otros tipos de apego. El amor romántico hace que las mujeres estén bajo el mandato del amor y los varones no. Y eso genera parte de las violencias que llevan a los femicidios.

Mabel: Revisar la noción de parentesco contribuiría. Hay algunas prácticas que están saliendo de la norma. Por ejemplo, jurídicamente se reconoció como familia adoptante de una niña a un hombre y una mujer que no son pareja, con lo cual se reconoció jurídicamente un parentesco, una filiación sin que haya ni vínculo de sangre ni vínculo de sexualidad. Ahí hay un desarmar, se está contribuyendo a cuidar al otro a criar, a producir vínculo pero por fuera de esas normativas tradicionales.

¿Qué líneas creen que hay para vislumbrar formas no monógamas?

María: Los feminismos pusieron sobre la mesa de consideración maneras de encarar los vínculos, las crianzas, la idea de sororidad, de la relación entre mujeres o entre militancias y compañerismos que destronan, que sacan del centro de la matriz de lo vincular a la pareja, a la pareja como la relación entre personas que marca el ritmo de lo vincular. Como si todos los otros vínculos fueran siempre subsidiarios de ese. Los feminismos han empezado a mostrar, a valorar, a construir y a instalar formas de lo vincular que no están supeditadas a eso que marca “la normalidad” de la figura de la pareja como el vínculo motor respecto del cual todo lo demás se ordena.

Mabel: La tendencia que va a seguir siendo anti institucional es la crítica queer que va a criticar la naturalización de todo, la naturalización del amor, del sexo, de la sexualidad, del género. Entonces no solo está este caso de mapaternidad que yo mencionaba recién sino estos devenires donde hay hombres trans que gestan, maternan y paren y también socaban la monogamia como gran estructura. Contemporáneamente, las claves para ir atacando diversos puntos de esta cuestión está en complejizar el sujeto del feminismo, no pensarlo como un sujeto identitario sino como un sujeto que se va articulando para problematizar esta compleja trama de cuestiones.

¿Qué creen que se juega en la posibilidad de abandonar la monogamia? ¿Qué se desnuda si pensamos en ella como única opción de relación sexoafectiva?

María: Cuesta abandonarla en la medida en que está asociada a la perpetuación, a la consolidación de la propiedad, del amor, de la identidad, de la exclusividad y de la familia, El valor de la monogamia se puede medir en función de que contribuye a la producción de todo ese conglomerado institucional, simbólico y significativo. Ahí hay un mérito de esta institución. La monogamia es una idea regulativa, en ese sentido es una norma más allá de que aparezca o no escrita en el texto del código como ley. Independientemente de que se practique o no, la monogamia tiene un valor regulativo porque funciona como la letra, como el parámetro con el que se miden los vínculos, las relaciones, el compromiso, el involucramiento. Me parece a mí que independientemente de que seamos o practiquemos la monogamia, tiene un valor de idea que regula porque efectivamente fabrica o produce todo este conjunto de sentidos. Hay una eficiencia en ese nivel de la monogamia porque funciona independizada de su práctica. Tiene un poder de regulación semejante a las identidades sexuales, la idea de mujer, la idea de varón que tienen esa capacidad o fuerza performativa.

Con conceptos tan arraigados en el discurso social como la familia y el amor romántico ¿viene la deconstrucción de la monogamia a mover algo?

Mayra: Algún movimiento se produce pero las cosas son bastante más lentas. Si nos ponemos a pensar en la idea de familia pensamos en la familia tipo de esposo, esposa, dos hijos pero en realidad, hay infinidad de hogares cuya jefa es una sola y es una mujer. O las familias homoparentales, pero eso tarda mucho en ser reconocido por más de que hay un gran porcentaje como parte de lo mayoritario.

Mabel: Hay cambios en la sociedad que no se reconocen a punto tal que si una explicita un discurso anti monogamia o crítico con la monogamia saltan alertas. Son sectores a los que los altera más el discurso que la práctica misma, no podrían aceptar que de hecho transgreden la monogamia y así funciona la sociedad. Antes que reconocer eso se desgarran las vestiduras en pos del orden social.

María: En el artículo que escribimos junto a Laura Morroni, La monogamia como norma, reflexionamos sobre la mención de la monogamia en la última modificación del código civil argentino: el adulterio no es más una infracción sin embargo, el deber de fidelidad entre los cónyuge, aparece como una recomendación moral. El espíritu de avanzada y progresista del nuevo código, elimina el adulterio como falta, y por lo tanto no es ya un causal de divorcio, pero introduce la monogamia como valor. Por eso justamente la pregunta que nos hacemos es si esta modificación debilita la monogamia o más bien la refuerza. Hay una perplejidad muy interesante en este corrimiento de la ley a la norma, que el feminismo no puede soslayar en su crítica de los dispositivos de normalización de los cuerpos y de la vida. Podríamos pensar que la institución monogámica es tan potente como norma que puede prescindir de su inscripción en la ley. ¿Cómo terminar con la monogamia? A mí me parece que el movimiento es doble. La crítica de la norma no supone que es posible terminar con ella de una vez y para siempre; en este caso, abandonar la monogamia para que comience el mundo de los vínculos libres. La crítica política, la crítica de las prácticas, es un estado de interpelación, de socavamiento, de conflicto constante con la norma y la normalización porque la vida consiste en la relación con las normas y se desarrolla en esa confrontación. En este sentido, no pensamos en acabar con la monogamia como un deber sino como una elección.