En cuestión de días, Les Luthiers pisará el escenario del Astengo con el estreno nacional de Más tropiezos de Mastropiero, para dar cita y continuidad al grupo que desde 2019 integran los históricos Carlos López Puccio y Jorge Maronna –autores de la obra– con Roberto Antier, Tomás Mayer-Wolf, Martín O'Connor y Horacio Tato Turano; junto a Santiago Otero Ramos y Pablo Rabinovich como alternantes. Teatro Astengo (Mitre 754) ya sumó más funciones, en una grilla que ocupará los próximos dos fines de semana: viernes 18 y 25, sábados 19 y 26, domingos 20 y 27; siempre a las 21.

En diálogo (por mail) con Rosario/12, Carlos López Puccio desplegó sus impresiones sobre esta nueva etapa, de un contraste tal vez inevitable con la trayectoria del grupo: “Las imágenes del elenco anterior, el del quinteto, son icónicas: están fuertemente grabadas en nuestro público histórico. Y cuando un rol teatral está muy ligado, en el recuerdo, a un determinado intérprete, su eventual reemplazo por otro profesional suele dificultar el pleno disfrute a ese público antiguo. Una pena, inevitable tal vez, porque involuntariamente en la comparación el placer se atenúa”.

-¿Qué rasgos aportaron los nuevos integrantes?

-Los integrantes del nuevo elenco tienen otras virtudes, diferentes de los que se fueron. Según qué se busque, qué se mire. Las hay mejores, las hay peores. Pondría, como dato muy general, que llegan con mucha experiencia en teatro, en teatro musical y con formación. Así, hasta me atrevo a decir que este elenco es más versátil. Alguno, como Mayer-Wolf, tiene formación musical de grado en el exterior y experiencia en dirección de musicales. Son poli instrumentistas. Hasta Roberto Antier, que es bien conocido como actor y maestro de actores, aparece en cierto número del nuevo espectáculo ¡como pianista! Tato Turano es el más “viejo”; está en Les Luthiers –antes como reemplazante general– desde hace más de veinte años. Martín O´Connor, excelente cantante, ha sido protagonista de unos cuantos musicales de primera línea. Desde marzo de 2019 y hasta el estreno que se nos viene, este “elenco 2019” se presentó mucho y con muy buena recepción en dos espectáculos antológicos cuyas piezas originales habían sido estrenadas, y muchas filmadas, por los integrantes históricos. Pronto, por fin, este elenco tendrá un espectáculo íntegramente escrito para ellos: serán los intérpretes ideales, los soñados desde su gestación. Por fin pondrán en juego las posibilidades propias, ya no las que desempeñaban al ocupar un lugar marcado por los integrantes anteriores. No obstante, para el público que prefiere no dejar totalmente de lado el repertorio tradicional, hemos incluido tres números históricos.

-Entiendo que la gracia que les acompaña –y que uno nota en el escenario– va de la mano de mucho trabajo; ¿cuánto de ensayo, cuánto de espontaneidad, integran la puesta en escena?

-Yo siempre he agradecido al destino haber trabajado en teatro de humor y no en teatro dramático. Siempre he sentido que los humoristas teatrales tenemos una gran ventaja sobre los dramáticos: el sonido de la risa del público. Un actor dramático no puede sopesar de inmediato, como nosotros, el efecto de cada parlamento sobre su público. Escuchamos la risa como dato inequívoco y ella es una guía que nos muestra cómo un chiste tiene siempre un camino óptimo, una conjunción de variables que convergen para que alcance su máximo de eficacia. Por eso, una vez que algo se estrena, sigue un derrotero de ajuste hasta encontrar su punto de mejor rendimiento. En ese momento el espacio para la espontaneidad se achica. No está prohibida una cierta cuota de experimentación, de desvío del camino encontrado, pero debe ser muy medido y sólo resultará útil si lo nuevo supera o se agrega sin fisuras a lo ya encontrado. En cuanto al trabajo: al espectáculo que estrenaremos, Más Tropiezos de Mastropiero, empezamos a escribirlo, ensayar y probar fragmentos, en 2019, hace casi cuatro años. Continuamos escribiendo durante la pandemia y luego seguimos probando, ya de regreso a los escenarios, a lo largo de todo este año. Con el estreno, vendrá la prueba de fuego rosarina, la que siempre nos conduce a la reflexión, al posterior ajuste y al refinamiento de cada instante del show.

-El estreno trae a un viejo conocido, Mastropiero, ¿qué novedades, que se puedan contar, guarda la nueva obra?

-Poco puedo agregar a lo que ya hemos contado sin revelar demasiado: el espectáculo gira en torno a una supuesta entrevista –culta, aguda, documentada y ejemplificada– a Johann Sebastian Mastropiero. En el transcurso de esa entrevista se rememora, con ejemplos musicales y escénicos, buena parte de la vida del compositor, desde sus primeros fracasos hasta los más recientes. Habrá varios instrumentos nuevos, muy lindos, muy vistosos. Y muy musicales.

-Mastropiero tiene hasta una entrada en Wikipedia, sospecho que debe haber gente que sabe más que ustedes sobre él.

-Ja, eso es verdad y, en cierto sentido, gracioso: otra manifestación de la postverdad. En efecto, vemos que hay gente que parece saber más de Les Luthiers que nosotros; que publica, que opina con certeza de lo actual y, sobre todo, de lo pasado, sin siquiera tomarse el trabajo de consultarnos.

-Rosario seguro toca fibras sensibles, ¿qué aportó Fontanarrosa, de modo indeleble, a Les Luthiers?

-Para mí, como rosarino, toca fibras doblemente sensibles. Durante largo tiempo el estreno en Rosario, aparte del torrente de emociones, trabajo, ansiedades y temores, era una gran ocasión para sumergirme en el cariño de mi familia. Hoy mis padres ya no están, pero sigo teniendo prima y sobrino muy queridos. En uno de esos estrenos rosarinos, a fines de los ’70, conocimos al Negro cuando vino a una función en el Astengo; ya admirábamos su trabajo desde algunos años antes por lo que publicaba en la revista Hortensia y creo que ya en Clarín. Fue un hermoso encuentro. En mi archivo íntimo lo tengo como la primera vez que nos cruzábamos con otro “profesional de la risa”. En nuestros intercambios iniciales hablamos bastante de las problemáticas inherentes a este trabajo de hacer reír. Claro que él vivía su labor con algunas incertidumbres más que nosotros, lo suyo era más difícil: no estaba presente cuando sus lectores lo leían, sólo tenía ocasionales devoluciones en comentarios de amigos o conocidos. Pero, aparte de esta diferencia, encontramos, sorprendidos, muchas analogías, mecanismos, técnicas, que cada uno había ido encontrando en su propio camino. Luego tuvimos muchos años de trabajo conjunto, a veces presencial pero mayormente por correo. Su “aporte indeleble” es difícil de identificar en el todo, porque aquel trabajo con él fue muy ida y vuelta, las ideas se modificaban en varias instancias. Pero, para darte una respuesta insuficiente pero verdadera: está presente aún hoy en ciertos chistes muy buenos que siguen apareciendo y teniendo gran éxito en las antologías recientes. Con Jorge Maronna a veces nos decimos por lo bajo, durante alguna de esas risas: ¡grande, Fontanarrosa! En el décimo aniversario de su fallecimiento, la Biblioteca Nacional organizó una muestra en su memoria y yo doné un archivo bastante grande, en papel, claro, en el que conservé nuestro intercambio de años. Allí había unas cuantas pistas acerca del modelo de trabajo que tuvimos.