El enemigo íntimo que atacó la Selección Argentina a traición en el debut ante Arabia Saudita parece haber sido derrotado. Los nervios descontrolados, el sobrepeso de la responsabilidad y la autoexigencia que endurecian las piernas y nublaban las mentes de los jugadores dan la impresión de ser parte del pasado. Después de las victorias ante México, Polonia y Australia, el Mundial de Qatar se ha encaminado para el equipo que dirige Lionel Scaloni y capitanea Lionel Messi. Y aunque será doloroso perder el viernes ante Países Bajos y quedarse afuera en cuartos de final, el precio de la derrota ahora resultará más bajo que antes. 

Como el bloqueo psicológico quedó atrás y la Selección aprendió a convivir con el riesgo inevitable de perder y emprender el regreso, ahora puede volver a hablarse de fútbol. Y preguntarse si jugar con línea de cinco en el fondo, no es el costo que hay que pagar para liberar más a Enzo Fernández y que el equipo tenga mayor frescura, movilidad y fluidez en la circulación de la pelota. Cuando el actual volante del Benfica supo que tenía las espaldas bien cubiertas y se asoció al ataque, Argentina jugó bien y llegó al gol: de hecho, Enzo Fernández ingresó y marcó el tanto de la victoria ante México, asistió a Julian Alvarez en el segundo gol ante los polacos y el sábado contra los australianos fue clave para asegurar la posesión de la pelota en el segundo tiempo  y arrimársela a Messi.

En cambio, cuando debió jugar inevitablemente más retenido como volante central, lo hizo bien, pero sin ser determinante del medio hacia arriba como supo serlo antes en River y ahora en Portugal. Contra Polonia, lo benefició el ingreso de Paredes por Di María a partir del cual ya no tuvo que preocuparse por lo que sucedía en las proximidades de Romero y Otamendi. Y ante Australia, también lo favoreció la entrada de Lisandro Martínez por "Papu" Gómez al comienzo de la segunda etapa en un cambio que en otro momento se hubiera tachado de defensivo o conservador. Pero no ahora. Porque con Romero, Otamendi y Lisandro Martínez parados en el medio, los laterales (primero Molina y Acuña, luego Montiel y Tagliafico) se sintieron más despreocupados para ir al ataque. Y Enzo Fernández pudo moverse en una posición y en una función más cercana a lo habitual y ser más importante para el equipo.

O sea que con cinco en el fondo, la Selección se acomodó y jugó mejor que cuando lo hizo por cuatro. Por lo que se sabe, Scaloni y su cuerpo técnico estarían evaluando la variante para el viernes. Algunos de los mejores momentos de la Argentina en el Mundial sucedieron con el esquema 5-3-2. Y no estaría mal aplicarlo tal vez desde el principio. Sobre todo si colabora a que uno de sus mejores jugadores hasta aquí como Enzo Fernández, juegue como ha venido haciendolo hasta ahora: con el desparpajo de un pibe y la categoría de un grande.