En enero de 1994, Fito Páez viajó a Brasil y se encontró con su amigo Herbert Vianna, líder de los Paralamas, con quien pensó en armar un disco compartido. La relación se había cristalizado hacía un tiempo, cuando Fito cedió Track track y participó de la grabación del álbum de los brasileños. Esa relación llevó a Fito a imaginar un trabajo conceptual, una forma de volver al barrio, una idea que tenía desde hacía varios años pero que terminó de confirmar al ver el video de Caetano Veloso, llamado Circulado, donde el admirado músico de Bahía muestra su barrio al mundo, acompañado de su madre. Entonces ordenó las ideas: Vianna grabaría su parte en João Pessoa (en el noroeste brasileño) y Fito en Rosario.

-Tiene que ser en la Lavardén -aconsejó Alejandro Avalis. “El Ale”, como popularmente se lo conoce, lo acompañó en las malas y en las buenas. No es rosarino, pero conoce al dedillo vida y obra de su jefe. Por eso fue preciso en nombrar la sala donde empezó musicalmente Páez. “Mi relación con Fito –dice Llonch– funciona porque no me meto en su rollo privado, no tengo que inventar nada para demostrarme importante o indispensable. No tengo que tener una relación fabricada con él para pertenecer... Él sabe que hay personas que siempre van a estar... Soy parte de su vida, como él lo es de la mía. Cuando llama a casa, cuando nos necesita siempre estamos”. Lo dice también por su mujer Alejandra Rodenas, abogada, ex jueza provincial, vicegobernadora de Santa Fe. Ambos tuvieron una presencia clave en momentos de importantes decisiones familiares de Páez. “Entre tus amores y los míos armamos un amor tan grande como un abrazo. Desde aquella vieja casa de lugar donde sonaban los Beatles hasta hoy, hemos recorrido un largo camino muchacho. Nunca necesitamos de la sangre para ser familia”, escribió Rodenas en sus redes sociales para celebrar un cumpleaños de su gran amigo.

Fito se enganchó con el consejo de Avalis y se preguntó por qué no grabar su nuevo disco en la sala Lavardén en 1994 y posponer para el año siguiente el trabajo conjunto con Vianna. Además era una forma de darle una respuesta a la compañía discográfica, que comenzaba a ejercer sus primeras presiones en busca de pistas sobre las características que tendría el nuevo trabajo. Llonch lo convenció de invertir en un nuevo estudio de grabación, moderno y monstruoso. Fito le hizo caso y tomó un avión a Los Ángeles, donde encargó un estudio de 50 canales, compró guitarras, ropa y cuadros. Cuando el estudio estuvo terminado surgió otro interrogante. ¿Dónde montarlo finalmente? Pensó en Grecia, Jamaica, Uruguay para grabar los demos. Hasta que un día de febrero llamó a la casa de Llonch y le dijo que olvidara todas las alternativas que se venían barajando. Había tomado la decisión de grabar en Rosario:

-Tenés que conseguir la Lavardén.

-Pero Fito, te olvidaste que pasan los colectivos por la sala, se mete un ruido tremendo.

-Hacelo.

En principio, la idea era empezar a grabar en abril. Pero primero había que vencer un escollo de la administración cultural de la provincia, a la que pertenecía la sala. El director de la sala, Walter Operto, se enteró por Rosario/12, que la intención de Páez era grabar allí su próximo disco: “Con todo el dolor del alma, tenemos que decirle que no a Fito. Es totalmente imposible. En principio porque allí ensaya la Sinfónica Provincial y no hay otro lugar para hacerlo, y además porque necesitarían la sala uno o dos meses y nosotros ya tenemos programación concertada desde el mes de octubre del ‘93”.

“No son trabas burocráticas, es que fue una idea un poco tardía mía, con la programación ya hecha... pero voy a hacer lo imposible, porque ese es el punto de vista que quiero darle al disco, ese es el lugar geográfico, otro no me interesa”, aclaró Páez.

¿Por qué grabar en la Lavardén tras desechar otros países con toda la tecnología a su alcance? Tenía un justificativo para hacerlo entre esas paredes del teatro rosarino: “Por la quintaesencia que está en ese lugar. Hemos pasado todos por ahí, las primeras armas nuestras fueron hechas ahí con Goldín, Silvina, Juan, Irreal, El Banquete, Acalanto, todo fue ahí. Me gustaría retomar los prejuicios de esa época, las buenas ideas de esa época, retomar a mi viejo yendo al cine, todo eso pero acá, no en Nueva York ni en Londres”.

El teatro, célebre en otros tiempos por la filtración de los ruidos de la calle, está ubicado en una esquina céntrica donde el chirrido de los colectivos se colaba en el escenario a través de los cuatro ventanales del hall de entrada. En los años de la última dictadura militar, una concertista de piano, luego de intentar un ensayo en medio del zumbido de motores, bocinazos y algún que otro insulto de un transeúnte, se plantó firme y les dijo a las autoridades militares que en esas condiciones no tocaba. Los militares aceptaron el reclamo con el fin de que el concierto se realizara. Ordenaron cortar el tránsito en Sarmiento y Mendoza. Esa noche, la pianista tocó en medio de un silencio sepulcral, acorde con los tiempos.

El plan de grabación de Circo Beat tuvo una suspensión inesperada ante el accidente que sufrió Cecilia Roth mientras grababa una emisión del unitario de televisión Nueve lunas. Se cayó y sufrió lesiones en la cadera y en el antebrazo, lo que obligó a Fito a no apartarse de ella mientras cumplía reposo en su departamento. El nuevo esquema de grabación arrancaría en junio. El gobierno de Carlos Reutemann respiró aliviado. Para ese entonces la Sinfónica mudaría sus instrumentos, y la programación prevista en la sala se levantaría sin mayores dificultades. Cuando todo estuvo acordado, Jorge Llonch fue el responsable de conducir la obra en la sala. Su hermano y ex bajista de Fito, Fabián Llonch, ideó el proyecto arquitectónico. Lo primero que se hizo fue levantar las butacas del teatro. Se cerraron herméticamente las puertas de ingreso al interior de la sala, se colocaron carteles indicadores con el clásico “silencio, grabando”, se desparramaron equipos en el hall de entrada, mientras un agente de seguridad privada se apostó en la puerta principal de ingreso, como bastión inexpugnable para curiosos. La consola de sonido se ubicó arriba del escenario, una serie de telones rojos –el color que seduce a Páez– le daban un carácter especial al lugar, los instrumentos se colocaron en el medio de la sala y se armaron dos rampas a los costados del escenario para el tránsito de músicos y técnicos.

El nuevo sistema de aislamiento acústico de la sala incluía paneles de fibra de vidrio, silastix para sellar las ventanas, bastidores de pino, 300 metros en paneles Durlock. WEA invirtió alrededor de 100 mil dólares en la obra y en gastos de estadía en la ciudad. Según Páez el nuevo sistema de acustización que queda para la sala es maravilloso porque no se escucha nada. Hasta arriesgó que se pueden grabar discos ahí de ahora en más. Los hermanos Llonch y Piedrabuena, quien se encargó de armar el sistema de iluminación, con spots colocados en los techos, recibieron el agradecimiento público del músico por el esfuerzo de producción, a Alejandro Avalis por pensar la idea, y a Cacho Ruiz, de WEA, por dar el apoyo indispensable para que el proyecto se concretara.

-Hoy la Lavardén parece un DC-10. Los periodistas que son de Rosario no lo van a poder creer. Nosotros conseguimos la sala gracias a la Secretaría de Cultura de la provincia, es una cosa muy personal y emotiva para uno y de golpe montar todo eso ahí -detalló Páez.

Pensó un disco diferente al último. En la poética ya se sabe cómo se mueve, así que había que trabajar con una música más simple, por momentos. Un intento de hacer una suerte de psicodelia al revés, en blanco y negro, hablar desde su folklore, cómo incorporó eso a su ámbito, cómo tuvo que vivir con Los Beatles y con la bolsa de papa y el tractor y LT3, estando en Balcarce y Santa Fe, cómo tuvo que vivir con un mundo lisérgico, cómo le gustan aún los lugares, que esos mundos se toquen, lo patético, lo bello, lo grandioso y lo pequeño... ¿Por qué hablar de psicodelia? Sería la lisergia que pusieron los Beatles en Gira mágica y misteriosa, que se la pusieron a Londres, al barrio de ellos. Esto es lo que intenta hacer. Es como una cosa esencial, una mirada más personal. También hay humor, hay de todo, porque la vida no es toda así. Es un trabajo conceptual, piensa en un disco como si fuera a hacer cine, desde los títulos hasta la música, los actores, el guion, power, power.

En principio el disco se iba a llamar “Nada del mundo real”, que remitía al mundo oficial como una cosa poco interesante: la Argentina de adentro, los lugares detenidos, al universo de los oficios, ¡minga al mundo real!, el tiempo pasa, las caras se ajan, era una idea buena para romperla. Pensó en plasmar algo de Rosario en una mirada: el cine Radar transformado en shopping... Es una mirada no moralista, es el tiempo que pasa. ¿Y si Disney despertase y viese el cine Heraldo, con sus matinés de domingos a la tarde, qué cara pondría? No se trata de sentirse molesto por el reflejo del cambio en las pautas de consumo de la sociedad. A lo sumo tiene una mirada más contemplativa. Ya se empieza a fastidiar solo con las cosas que realmente molestan. Pelearse por pelearse ya no. Está el shopping: bueno, no está el cine. Entonces eso de que Rosario está más linda, está mejor, tiene sus puntos de vista. Señores, el mundo es hijo de puta y el que no lo sabe que se joda... pero tiene cosas maravillosas y esa es la tarea de Páez. Es saber, decirlo y también exponer lo otro. Porque en qué se diferencia un tipo como Fito de los otros. La respuesta: en que si ese tipo tiene una mirada sin moral va a estar dando un verdadero reflejo de su época. Cuanto menos moralista sea la mirada de este tipo con respecto a determinadas situaciones, más claro va a hacer lo que quiera decir, más despojado, más para los tiempos, más para siempre. Sin normativas. Eso de esto está bien, esto está mal no es tarea del muchacho.

El regreso a Rosario, a su pasado, lo vivió como un estado de revuelta, confusión y lío, pasaron cosas lindas y feas, porque la verdad que no es una idea muy agradable llegar al lugar donde le dio el beso a su primera novia a los 14 años y ahora hay un shopping. O llegar a lo que fuera su casa y ver que se transformó en un centro de diagnóstico médico. ¡Ohhh! ¡Terror! ¿El pasado no existe, no hay origen? Reconoce que existen aquí grandes músicos y poetas, eso le gusta. Y aunque en el disco no figura ninguno de los primeros músicos que marcharon a Buenos Aires, la idea de compartir algo con alguien que te conoce de verdad le entusiasma. “Supongo que en algún momento he intentado escaparme de la ciudad, como le aconsejo que haga a cualquier pibe que tenga 17 o 18 años. Andate a vivir la vida, después pasa el tiempo y te das cuenta de que nunca te fuiste, y que siempre fuiste el mismo tipo y siempre te pasaron las mismas cosas y que era absurda esa huida, pero por qué no intentarla”.

-Y resulta que ahora estás volviendo… —le comenté antes de que se metiera de lleno a grabar. -¿Dónde voy a grabar un disco, en París? Yo me aburro con los parisinos, son unos plomos, a las once y media de la noche están cerrados todos los bares, no es para mí. Horacio González me decía: “estas cosas tenés que hacerlas a los 50 años, cómo las vas a hacer ahora (a los 30)”. Yo le contesté: “mejor lo hago ahora, y ya después el horizonte estará despejado”.

-¿Hay melancolía en el nuevo disco?

-Eso está, es así. Y ahí sí nos metemos con una cosa esencial de la Argentina...

-¿Y musicalmente cómo suena?

-Suena a tango, Beatles.

 

Si Rosario tiene cosas agradables trató de recuperarlas en este disco. Cuando le contó el proyecto a su amiga Liliana Herrero, coincidieron en que se trataba de una búsqueda de la quintaesencia, de lo que perdura a través del tiempo en un lugar. Ir a su encuentro. No lo sabe pero entiende que tiene por lo menos su vida para probar eso. Lo que puede plasmar es fuerte y forma parte de su existencia, la de otros que viven acá, emparentados por historias similares. Le parece demasiado pretencioso que lo ubiquen como el explorador que va detrás de los rastros de la rosarinidad. En todo caso se conforma con dar con su experiencia en Rosario.

* Es autor del libro editado por Homo Sapiens Ediciones, cuya tercera edición se presenta este lunes a las 19 en la terraza de Plataforma Lavardén. Participarán Alejandra Rodenas (vicegobernadora), Jorge Llonch (ministro de Cultura) y Pedro Squillaci (periodista). Vargas es jefe de redacción de Rosario/12, director de la revista Barullo y productor discográfico.