“Nuestro presente no tiene mucho de festivo”, dijo Guillermo Saccomanno durante la apertura de la 46° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. El contundente diagnóstico, que podría ser calificado como “aguafiestas”, condensa las tensiones que han atravesado a la industrial editorial este año: escasez y desabastecimiento de papel, acompañado de un “aumento desmedido y constante” del principal insumo del libro, 269 por ciento de agosto de 2021 a agosto de 2022, que no se puede trasladar al precio de tapa si quieren seguir vendiendo, como advierten varios editores consultados por Página/12. No hay una equivalencia entre lo que se paga por el papel y el precio de tapa de un libro, que se incrementó entre un 100 a 110 por ciento. Aunque se recuperó la presencialidad plena, se multiplicaron las ferias de libros por todo el país y se publicaron 6500 nuevos títulos, una cifra similar a la prepandemia en 2019, según informa la Cámara Argentina del Libro (CAL), la mayor preocupación de los editores continúa siendo el papel.

“El papel no sobra”

Las editoras y editores del país empezaron el año alarmados porque no había papel en las imprentas y peligraba la producción editorial. La escasez es mundial; la industria papelera reorientó la producción hacia el cartón para embalaje por el comercio electrónico, en detrimento de las bobinas de papel para hacer libros y revistas. Víctor Malumián, de Ediciones Godot y organizador de la Feria de Editores (FED), confirma que “el papel no sobra” y que las editoriales medianas y pequeñas están imprimiendo “mucho menos” por los costos. En el caso de Godot publicaron 15 novedades en 2022 contra las 20 que editaron en 2021. En Argentina la industria del papel es oligopólica: editoriales grandes y chicas tienen solo dos opciones; comprar papel a Ledesma --propiedad de la familia Blaquier/Arrieta, una de las más ricas del país-- y a Celulosa Argentina, cuyo director es José Uturbey. Al problema del oligopolio se suma que el papel cotiza en dólares, aún cotizando en dólares tiene inflación y no hay ninguna regulación por parte del Estado.

Desde la ciudad de Córdoba, Alejo Carbonell, de Caballo Negro, cuenta que publicaron 12 títulos este año, la misma cantidad que en 2021. El precio de los libros de esta pequeña editorial cordobesa subió un 110 por ciento. “Nosotros aumentamos los libros pero siempre corriendo de atrás, nunca llegamos a equiparar la línea de la inflación ni el aumento de papel. Podríamos poner los libros carísimos y resguardar el fondo editorial, pero no le venderíamos un libro a nadie, sobre todo porque conocemos a nuestros lectores, que no son ningunos acaudalados, sino gente que labura y que no quiere resignarse a dejar de leer”, plantea Carbonell y revela que lo difícil para Caballo Negro este año fue que armaron un plan “audaz” con más traducciones que nunca, como por ejemplo Una historia de la conciencia: Ensayos escogidos de Angela Davis, filósofa y activista afroamericana, y la novela El regreso de Esther Gerritsen, de Países Bajos. “El costo operativo para nosotros fue alto y pensamos que podíamos dar un salto en la cantidad de ventas porque la apuesta era más grande. Y eso no pasó”, subraya Carbonell.

Desde varias imprentas hablan con la condición de que no aparezcan sus nombres porque “tenemos que seguir comprando papel y no queremos tener problemas”. La situación del papel no está normalizada al cien por cien. “No hay una escasez tan aguda como fue la de enero y febrero; hay una fabricación limitada. Hay que tener previsión de la cantidad de papel que se necesita usar”, señala una fuente consultada y agrega que esta escasez se debe también a que aumentó el consumo de papel en China, India y Estados Unidos, tres mercados muy fuertes. Las imprentas ratifican un incremento infartante: de agosto de 2021 a agosto de 2022 el papel aumentó 269 por ciento. El papel representa el 50 por ciento del libro terminado. O sea que si un libro cuesta 1000 pesos el costo del papel es de 500 pesos.

Para una editorial como Siglo XXI, orientada a las Ciencias Sociales y Humanidades, el 2022 arrancó “bien”. El director editorial, Carlos Díaz, creyó que la recuperación definitiva pospandémica empezaba. “Noviembre y diciembre fueron malos y los resultados terminan siendo parecidos a 2021 -compara-. El drama que arrastramos desde 2020 es el aumento desmedido y constante del papel además de que falta todo el tiempo. No podemos trasladar esos aumentos al precio de los libros, así que resignamos rentabilidad para poder seguir vendiendo. Estamos acostumbrados a dar pelea y a salir adelante”. Desde Eterna Cadencia, la directora editorial Leonora Djament precisa que el precio de tapa de los libros acompañó la inflación, pero quedó “muy por debajo del aumento extraordinario del papel”, aclara la editora. “Es muy difícil trabajar con un papel que aumenta más del doble que la enorme inflación local y que no tiene ningún tipo de regulación por ser oligopólico”.

El dedo en la llaga

Guillermo Saccomanno inauguró la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires con un celebrado y polémico discurso en el que cuestionó a las empresas papeleras, al sector editorial y a los organizadores de la Feria. El escritor y columnista de Página/12 rompió con una tradición de sus antecesores: pidió el pago de un honorario. Algunos se opusieron con el argumento de que pronunciar el discurso significa un prestigio. “Me imaginé en el supermercado tratando de convencer al chino de que iba a pagar la compra con prestigio”, ironizó el autor de Cámara Gesell, 77 y El buen dolor, entre otros libros, que se convirtió en el primer escritor en cobrar por ese trabajo. Además recordó que el autor, el actor principal del libro, percibe apenas el 10 por ciento del precio de tapa de un ejemplar. Y no dudó en criticar el lugar donde se realiza todos los años la Feria: el predio de la Sociedad Rural Argentina, “institución que fue instigadora de los golpes militares que asesinaron escritores y destruyeron libros”. Para Saccomanno “esta situación simbólica refiere una violencia política encubierta”. El escritor puso el dedo en la llaga de las tensiones que implica estar en la Feria del Libro. También se refirió a la relación “despareja” que los autores tienen con los editores. “Nos sentamos en desventaja a ofrecer nuestra sangre, no otra cosa es la tinta. El editor es propietario de un banco de sangre compuesto por un arsenal de títulos publicados siempre en condiciones desfavorables para quienes terminan donando prácticamente su obra”.

El regreso de la presencialidad, después de dos años sin Feria del Libro, explica que haya habido una concurrencia histórica que alcanzó a 1.324.500 visitantes. “América Latina se esta hundiendo poco a poco en parte por responsabilidad de la izquierda en el pasado, un pasado que es siniestro e injusto. La injusticia está presente en la mayor parte de los países de América Latina; enfrentamos una especie de sordera sistemática”, declaró Mario Vargas Llosa durante la presentación de su libro sobre Benito Pérez Galdós, La mirada quieta, en la sala José Hernández. En la misma sala se presentó Los caminos de la vida, la biografía de Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, escrita por Ulises Gorini y publicada por la editorial Octubre. La programación de la Feria incluyó homenajes por los 40 años del Nobel de Literatura a Gabriel García Márquez, el centenario de José Saramago, los 40 años de la Guerra de Malvinas y a Almudena Grandes (1960-2021).

Estado de feria permanente

Imagen: Enrique García Medina. 

La movida de la edición independiente crece y se consolida. La 11° Feria de Editores (FED) se convirtió en una fiesta del libro independiente con 18.000 personas que pasaron por el Complejo Art Media durante tres días para comprar libros o escuchar a la filósofa y socióloga eslovena Renata Salecl, la escritora mexicana Margo Glantz, la escritora e investigadora canadiense Leslie Kern y el escritor estadounidense Peter Orner. Vivir en estado de feria permanente –frase que acuñó el editor Miguel Balaguer de Bajo la Luna en 2018-- es lo que permite sostener la gran mayoría de los proyectos independientes. Otra Feria fundamental es EDITA, que sumó ya seis ediciones en la ciudad de La Plata, organizada por el colectivo editorial MALISIA.

Hay ferias del libro cada vez más diversificadas, como la Feria del Libro Feminista, la Feria del Libro Antiguo, y ferias más recientes que buscan afianzar espacios de encuentros autogestivos como la Feria del Libro de Flores, organizada por la editorial Tinta Limón, el Centro de Formación 24, la distribuidora La Periférica y la Feria de Artiga; Invierno, Feria de Editoriales y Cultura Gráfica de Mar del Plata o la Feria del Libro de Humanidades y Ciencias Sociales. La Feria Internacional del Libro de Rosario la inauguró Claudia Piñeiro con un discurso en el que alertó sobre el ecocidio y reclamó la sanción de la Ley de Humedales. La programación rosarina desplegó homenajes a Angélica Gorodischer, Juan Forn, Roberto Fontanarrosa, Horacio González y Gerardo Rozín. Las lectoras y lectores de Santiago del Estero, Mendoza, Corrientes y Jujuy tuvieron sus propias ferias; también hubo ferias en Merlo, Malvinas Argentinas y Berazategui.

El Filba, Festival Internacional de Literatura, cumplirá 15 años en 2023. La edición de este año, marcada por el regreso de la presencialidad, fue inaugura por María Negroni y contó para el cierre con una lectura de la cantante, performer, violinista, poeta y abandera del arte multimedia, Laurie Anderson. Entre los invitados internacionales se destacaron Julia Armfield (Gran Bretaña), Tim Maughan (Gran Bretaña), Mckenzie Wark (Estados Unidos), Laura Fernández (España) y Nona Fernández (Chile), entre otros.

Mundial de literatura

Samanta Schweblin. Imagen: Adrián Pérez.

La Argentina también goleó en el “mundial” de literatura 2022. Samanta Schweblin ganó el National Book Award en la categoría “Literatura traducida” con el libro de cuentos Siete casas vacías, editado por la española Páginas de Espuma en 2015, el mismo año en que obtuvo el Premio de Narrativa Breve Rivera del Duero. Schweblin se transformó en la primera escritora argentina en ganar este prestigioso premio desde que lo obtuvo Julio Cortázar en 1967 con la novela Rayuela. La escritora argentina, que vive en Berlín desde 2012, ganó este año el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso, que otorga la Universidad de Talca (Chile), por “su narrativa desestabilizadora, la exactitud de su prosa y la revitalización que opera su obra de la cuentística latinoamericana”. El tercer reconocimiento que recibió fue el Premio O. Henry de ficción corta con el relato “Un hombre sin suerte”. Este galardón estadounidense que reconoce cuentos cortos lo ganó también el argentino Michel Nieva con “El niño dengue”. Mariana Enriquez sumó un premio más este año: el Gran Prix d’l Imaginaire 2022 para Nuestra parte de noche, novela con la ganó el premio Herralde en 2019.

Mariana Enriquez. Imagen: Télam.

Claudia Piñeiro fue finalista del Booker Internacional por Elena sabe. Por su novela Las aventuras de la China Iron, Gabriela Cabezón Cámara fue finalista del Premio Montluc Resistencia Libertad 2022, que se otorga todos los años en Francia a un autor o autora que cuestione las prácticas contemporáneas de resistencia a la opresión en todas sus formas, o cuya obra constituya en sí misma un acto de resistencia. Selva Almada quedó nominada en la lista corta del premio Warwick Women que distingue el trabajo de traducción con su novela Ladrilleros, publicada originalmente en 2013 por Mardulce y reeditada en la colección 8M del diario Página/12. El escritor rosarino Javier Núñez ganó el premio literario Casa de las Américas 2022 con su novela Hija de nadie.

“Tránsfuga” de clase

La escritora francesa Annie Ernaux, la “tránsfuga” de clase, ha recorrido un largo camino desde Yvetot, el pueblo de 7000 habitantes donde pasó su infancia y primera juventud, en el seno de una familia proletaria de Normandía, hasta obtener el Premio Nobel de Literatura 2022 “por el coraje y la agudeza clínica con la que descubre las raíces, los extrañamientos y las restricciones colectivas de la memoria personal”. Pionera de la autoficción o de una “autobiografía impersonal”, como prefiere llamarla, la madre de Ernaux servía papas todo el día para que su hija “estuviera sentada en un anfiteatro oyendo hablar de Platón”, como escribió en Una mujer, novela publicada por la editorial española Cabaret Voltaire, que ya se puede conseguir en las librerías del país junto con Los años, también publicada por el mismo sello español. Por un exceso de corrección política algunos conjeturaron que el Premio Nobel lo recibiría el escritor británico-estadounidense Salman Rushdie, después del atentado contra su vida en Nueva York. El autor de Los versos satánicos –novela por la que el Ayatolá Jomeini, entonces líder supremo de Irán, condenó a muerte a Rushdie el 14 de febrero de 1989-- perdió un ojo y la movilidad de la mano.

“Que cada palabra lleve lo que dice. Que sea como un temblor que la sostiene. Que se mantenga como un latido”. Estos versos del poema “Ars poética” pertenecen al libro Intemperie (1977) del poeta venezolano Rafael Cadenas, ganador del Premio Cervantes 2022. El periodista y escritor cubano Carlos Manuel Álvarez ganó el Premio Anagrama de Crónica por Los intrusos, obra en la que explora las protestas organizadas por el Movimiento San Isidro, que reunió a más de 200 artistas, intelectuales y activistas cubanos en 2020 a raíz de la detención del rapero Denis Solís. Por primera vez en su historia, el Premio Herralde de Novela fue declarado desierto. La tercera edición del Premio Fundación Medifé Filba fue para Juan Mattio por Materiales para una pesadilla, publicado por Aquilina Ediciones. Aunque los libros no transformen el mundo, pueden convertirlo en un lugar un poco mejor, acaso más habitable. Editoras y editores, escritoras y escritores, lectoras y lectores andan, como dice John Berger, “con la esperanzan entre los dientes”.