Los reyes del mundo       6 puntos

Colombia/Luxemburgo/Francia/México/Noruega, 2022

Dirección: Laura Mora Ortega

Guion: María Camila Arias y L. M. Ortega

Fotografía: David Gallego

Duración: 112 minutos

Intérpretes: Carlos Andrés Castañeda, Davison Florez, Brahian Acevedo, Cristian Campaña, Cristian David Duque.

Estreno en Netflix.

Desde Los olvidados hasta Pizza, birra, faso (y contando), parte del cine latinoamericano se ha hecho cargo del problema de la juventud marginalizada, lo cual no tiene nada de raro, teniendo en cuenta que se trata de uno de las consecuencias más visibles de la pobreza de la región. A esa producción se suma ahora el film colombiano Los reyes del mundo, ganador de la última Concha de Oro en el Festival de San Sebastián y nominada al Oscar por su país.

En este caso se trata de Rá, Cuebro, Sere, Nano y Winny, cinco chicos de la calle de padres ausentes, que se dedican a pequeños actos de pillaje en Medellín, alguna aspiración de pegamento y alguna muestra de rebeldía violenta. Hasta que el primero de ellos recibe la noticia de que es el beneficiario de un acta de restitución del solar de su abuela, mecanismo ideado por el gobierno colombiano para devolver las tierras incautadas durante el conflicto armado que asoló las regiones más alejadas del país durante medio siglo. De allí en más los cinco viajarán como sea (en bicicleta, en camión, a pie), para hacer valer el derecho de Rá, que lleva la escritura respectiva como un papel sucio y arrugado en un bolsillo. Es de sospechar cómo recibirá la burocracia ese documento, tras lo cual los cinco chicos (reducidos ahora a tres) proseguirán su viaje, sin hacer mucho caso de las trabas oficiales.

La realizadora Laura Mora Ortega, que ya había estado en San Sebastián como Matar a Jesús, además de haber codirigido la difundida serie Pablo Escobar, el patrón del mal, cuenta con una carta ganadora: la actuación de los cinco protagonistas, cuya autenticidad hace que parezcan más protagonistas de un documental que de un film de ficción. Y tizna el relato, como es de rigor en todo film de viajes, con varios personajes que Rá y los suyos encuentran a lo largo del periplo, que no los tratan como a distintos, sino como iguales: las longevas pupilas de un prostíbulo no precisamente de lujo, un hombre solitario que vive al borde de la selva y un matrimonio solidario con una casa en ruinas, que indica a los protagonistas el camino para llegar a su apartada propiedad. Allí se encontrarán con unos intrusores no precisamente amigables, que excavan la tierra en busca de oro. Preámbulo de una tragedia que también se adivina (por más que ellos lo viven como una salvación, el camino de Rá y los suyos tiene mucho de viaje a la nada).

Como Los olvidados, Ortega combina el plano realista en que se mueve la acción con la imagen onírica de un caballo blanco, notorio emblema de libertad y belleza para Rá, que no goza precisamente de ello en su vida cotidiana. Con una fotografía algo embellecedora a cargo de Davida Gallego (El abrazo de la serpiente), la vida cotidiana es precisamente una de las debilidades de Los reyes del mundo, ya que Ortega parece olvidarse de mostrar cuáles son las condiciones concretas de la vida de los cinco muchachos en Medellín, de quienes no llega a saberse algo tan básico como los modos de su subsistencia. Cómo obtienen la comida y dónde duermen por las noches, para mencionar las ausencias más evidentes.