“Mitología, anomalías de la naturaleza y rituales funerarios fueron tópicos que la ocuparon desde tierna edad, manifestándose en sus primeras piezas de niñez. Y, a medida que se volvió una adulta, las mismas inquietudes comenzaron a destilar en su actual cuerpo de trabajo”. Palabras oficiales de la bio oficial de la artista norteamericana Sarina Brewer, hacedora de criaturas oficialmente perturbadoras que la han convertido en una de las exponentes de la “taxidermia alternativa”. Una forma de arte que, lejos de limitarse a disecar animales para conservarlos con apariencia de vivos, utiliza materiales tradicionales (es decir, partes anatómicas embalsamadas de bichos varios) y los utiliza en forma... poco convencional, combinándolos para pergeñar ejemplares de otro mundo. “Es un tipo de escultura pop surrealista”, defienden sus seguidores, encantados con obras donde cabezas de gallo, gallina y pato comparten mismo cuerpito; un gato (verde) recibe pata de palo; un mono de dentadura exuberante luce lustrosas alas de murciélago; un borrego es mitad pez y parte pájaro; entre otras horrorosas alternativas. Horror, claro, no quita ética: finalmente, Sarina no caza. La fauna que nutre su trabajo ha muerto por causas naturales, es remanente encontrado en la vida silvestre o donado por vías legales. “Desperdiciar cualquier parte de un animal es una falta de respeto hacia la Madre Naturaleza”, subraya la ecologista señora, que recicla, interviene, cose, corta, rellena. Y aclara que no entiende a los bichos RIP como desagradables u ofensivos (evidentemente) porque todas las criaturas son bellas tanto en vida como en muerte. En especial si reencarnan en sus piezas escultóricas.