Desde Mar del Plata

Horas finales para la 31° edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Ayer se cerraron las tres competencias oficiales (la Internacional, la Latinoamericana y la Argentina), hoy se entregan los premios y mañana se llevarán a cabo las últimas proyecciones de una edición del festival que será sin duda recordada, en tanto representó una culminación en el permanente crecimiento de calidad de su programación, experimentado durante el último lustro. Pero eso queda para mañana, cuando llegue la hora del balance. Lo de hoy es dar cuenta de las últimas películas presentadas en Competencias Internacional y Latinoamericana. A saber: la argentina El futuro perfecto, la israelí Gente que no es yo y la rumana Corazones cicatrizados en la primera de ellas, y la coproducción paraguaya-argentina Ejercicios de memoria, en la Competencia Latinoamericana. Lo que corresponde a la Competencia Argentina se consigna en nota aparte.
“Vos tenés que hacer de inmigrante, y yo también actúo”, le dice un muchacho chino a Xiaobin, que llegó al país hace unos pocos meses y por eso toma junto a unos compatriotas unas clases de castellano en las que les hacen hacer juegos dramáticos. En El futuro perfecto, segundo largo de la realizadora alemana Nele Wohlatz (el primero fue Ricardo Bär, codirigido y estrenado en el Bafici en 2013), todo es cuestión de actuar. Actuar y que se note, como en esas clases, actuar sin que se note, como sucede en largos fragmentos, y no actuar (¿o sí?), como en ciertos pasajes documentales en los que se entrevista a la “verdadera” Xiaobin Zhang, que se supone hace de sí misma. Ya se sabe que esta clase de cruces, fusiones y yuxtaposiciones abundan en el cine de todos los orígenes (incluido el argentino) de los últimos 20 años. Lo peculiar de El futuro perfecto es que la fusión de los tres planos de realidad (la realidad-documental, la realidad-ficcional,    la realidad-metaficcional) transpira verdad, aun cuando el espectador sabe que se trata de una verdad construida, una verdad mentirosa. Como Xiaobin, la verdad que transmite la primera película en solitario de Wohlatz (33 años) es luminosa, transparente, naïf. Luminosa: no llama la atención que la primera función de prensa de El futuro perfecto se haya atrasado media hora. La realizadora pidió que le cambiaran una lámpara al proyector del Auditorium, que proyectaba muy oscuro.
A juicio de este cronista, Gente que no es yo resultó una de las películas más interesantes de la Competencia Internacional. Veintiocho años tiene Hadas ben Aroya, su protagonista, guionista y realizadora, que anda por aquí, por la Rambla. Y que tiene el ego suficiente como para estar en cuadro los 80 minutos que dura la película, incluyendo largas y muy graciosas escenas “de cama” (como se decía antes) y que en la película chatea sin nada puesto (en la Rambla no sabemos). ¿Y qué? Lo que importa es que como actriz tiene carisma (siempre y cuando a usted no le irriten las chicas de modales algo aniñados) y como cineasta, ideas. ¿Qué ideas? Narrar la vida íntima de una chica de apariencia muy moderna, que sin embargo es tan esclava de los hombres como una heroína romántica. En la primera escena se la ve llorando, escribiéndole a su ex novio un whatsapp desesperado. En la última… la última escena no puede contarse, pero se puede asegurar que es uno de los finales más sorprendentes y locos… ¿de la historia del cine? Sí señor, de la historia del cine. De una gran dinámica cinematográfica gracias a los travellings que acompañan los desplazamientos de los personajes en exteriores, la relación de Joy con su amigovio-pareja sexual indecisa (“soy un mediocre sexual”, admite) tiene tanta química como neurosis. Gente que no es yo es una pequeña perla de la que Mar del Plata puede enorgullecerse, ya que a diferencia de otras no viene consagrada por otros festivales.
La rumana Corazones cicatrizados no se parece en nada a La chica más feliz del mundo y Todos en nuestra familia, películas previas de su realizador, Radu Jude (el cronista no tuvo ocasión de ver Aferim!, la anterior a ésta). Aquéllas eran historias de conflicto familiar que eventualmente escalaban a la violencia y la locura; éste, basado en una novela, es un film de época sobre una grave enfermedad, una larga internación, la sed de vivir. La novela en la que la película se basa, del mismo título, fue escrita por Max Blecher, quien en el período de entreguerras tuvo relación con André Breton, André Gide y Heidegger. Aparentemente, la versión de Jude es sumamente libre, y de eso dan testimonio los fragmentos de Blecher que el realizador reproduce cada tanto, en forma de bloques textuales. Mientras que éstos son de una desesperanza y nihilismos próximos a los de su compatriota Emil Cioran, la reinterpretación de Jude es exactamente lo opuesto. La historia es la de la internación de un treintañero, que en una clínica apartada se entera de que tiene tuberculosis de columna vertebral. Debe permanecer inmovilizado con un corsé de yeso, durante un tiempo indeterminado. Remando en contra de la situación, el paciente se la pasa de festejo junto a sus compañeros de sala primero, junto a su novia después, incluyendo una activa vida sexual. Lógicamente que también la cámara se ve encorsetada, manteniéndose en un plano general lateral, en lo que constituye, a su manera, un tour de force de dos horas veinte.
Otro tour de force era Hamaca paraguaya (2006), donde la realizadora Paz Encina narraba la espera del hijo, partido a la Guerra del Chaco, por parte de sus padres ancianos, desde una única y distante posición de cámara. En Ejercicios de memoria el relato se divide: mientras que en el off se suceden voces que hablan de persecuciones, secuestros y desapariciones de opositores al dictador Stroessner, las imágenes viajan libremente a través de los espacios más naturales del Paraguay, contraponiendo la libertad de los espacios abiertos, en ocasiones vírgenes o casi, a los crímenes dictatoriales a los que alude la banda de sonido. Finalmente, todos esos crímenes resultan ser uno, el de Agustín Goiburú, opositor a la dictadura que gobernó el país vecino durante 35 años. Y todas esas voces inidentificadas, las de sus tres hijos. Las imágenes de ríos, selva y matorrales, por su parte, están filmadas con alto lirismo y sofisticada técnica por Paz Encina y su director de fotografía Matías Mesa.
El futuro perfecto se verá hoy a las 13.50 en el Cinema 1. Scarred Hearts, a las 11.20 en el Cinema 2. Ejercicios de memoria, a las 14.30 en el Cinema 2.