El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) considera que la situación hídrica debería ir recomponiéndose a medida que se termina el verano. Sin embargo, el impacto macro y microeconómico, es decir, a nivel de escasez de dólares en el Banco Central pero también en los pueblos que dependen de la actividad comercial que se desprende del agro, se irá profundizando a medida que avance la muy mala cosecha 2022/23. De acuerdo a las últimas estimaciones, este año se perderían unos 15 mil millones de dólares en exportaciones del complejo agropecuario a causa de la sequía.

"De cara al muy corto plazo, se esperan lluvias esta semana en la zona Centro y Litoral. Esto es una buena noticia para la recarga de los suelos y puede mejorar las perspectivas de cultivos que estén en una condición regular o mala. También es positivo para aquellos que han perdido la cosecha, porque dentro de poco comienza la siembra de trigo. Por otro lado, la temperatura del Océano Pacífico, que determina el fenómeno de la Niña, está en valores normales, por lo que para el otoño la circulación atmosférica sería normal, lo cual normalizaría el régimen de lluvias", explicó a Página/12 Pablo Mercuri, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA.

La (no) tormenta perfecta

--¿Cómo se explica la situación de sequía generalizada en el país?, preguntó este diario a Pablo Mercuri.

-- Hay varios factores que se sumaron. Por un lado, hay una tendencia de largo aliento, que algunos dicen que viene desde inicios de los 2000, de menores lluvias. En la jerga, son ciclos secos o ciclos húmedos. Esto está en estudio. En un plazo más reciente, en los últimos tres años hemos convivido con un forzante oceánico que genera menores precipitaciones a las normales en todo el sudeste de América latina. Esto ocurre en el Pacífico Ecuatorial, en donde hay un enfriamiento de las aguas superficiales, hasta los 200 a 300 metros de profundidad. Se trata de un fenómeno anual que desencadena la Niña. Nosotros venimos de tres Niñas seguidas, lo cual es inusual. Y en particular, este año ha sido extremo en cuanto a falta de precipitaciones y a la temperatura. La frecuencia de las olas de calor desde el inicio del verano es llamativa. Al tener más temperatura, aumenta la evaporación y la evapotranspiración.

--¿Cómo define el impacto hídrico de este conjunto de fenómenos?

--Lo que pasa es que ante una sequía tan prolongada, primero falta agua en los ríos, luego se evaporan los perfiles de agua en profundidades, las napas bajan y se secan las lagunas superficiales. Es decir, todo el ciclo hidrológico queda en una situación extrema de escasez. A lo largo de la historia hemos tenido otras sequías fuertes, pero hace muchos años que no se daba a nivel tan regionalizado y tres años seguidos. De hecho, hubo solo dos casos desde el '50 hasta acá de más de tres Niñas consecutivas.

--¿Y a nivel productivo?

--Los cultivos regionales y los extensivos del sistema agropecuario argentino tienen una enorme capacidad de adaptación. Hubo mejoras para afrontar el stress hídrico, pero la situación es tan extrema que ya ha superado a las buenas prácticas. Entonces salvo algunas zonas puntuales, hay un gran impacto, incluso en la famosa zona núcleo. La magnitud de pérdida de cultivo de este año será muy grande. Es interesante cuando se hacen las comparaciones históricas, porque ante un fenómeno similar, el impacto actual es superior. Hoy en día, se intensificó la producción agropecuaria, así como las las concentraciones urbanas utilizan más agua que antes.

--¿Puede haber una cuarta Niña?

--No hay un indicador que mencione que continúe la Niña. Al contrario, son 23 modelos que indican que la temperatura en el Pacífico será neutral o entre neutral y cálida. De modo que se espera que en otoño haya una normalización del régimen de lluvias. De todos modos, de las sequías prolongadas no se sale con un evento de lluvias, es muy gradual porque se debe recomponer el agua en profundidad, las napas, los ríos y las lagunas. Va a llevar tiempo, de uno o dos años si tenemos lluvias normales.

--A largo plazo, ¿el cambio climático obligará a adoptar una transformación estructural en el sector agropecuario nacional?

--El cambio climático profundiza el impacto de fenómenos más o menos recurrentes como La Niña. Esto obliga a avanzar en planes de adaptación y extremar los recaudos para aprovechar al máximo las lluvias. En líneas generales, hay un contexto de largo plazo en donde podría haber cambios fuertes en la disponibilidad de agua en distintas zonas del planeta. La propia situación del Paraná o la del río Misisipi, que también tiene una bajante histórica, son fenómenos a observar.

--¿Cuáles son las claves de los planes de adaptación en el sector?

--Debe haber una gestión eficiente del agua. Hay mucho para trabajar para mantener los lotes lo más cubiertos posibles y evitar que el suelo se compacte, lo cual hace que el agua corra hacia zonas bajas. También se podría regar mucho más. Ahora, cada milímetro que llueve cuenta, es algo estratégico. En este sentido, es clave la recomendación del INTA de aplicar rotación de cultivos, porque el monocultivo deja muy poco residuo en superficie, el suelo queda muy expuesto y genera compactación.