EL ESPÍRITU DE LAS COSAS.

Fabian Restivo.

La reunión comenzó puntual. Tal y como rezaba la invitación, a las diez de la mañana en el salón secundario del viejo casco de la estancia de los Pereyra Iraola, las poco mas de doscientas personas se agruparon ordenadamente con la asistencia de dos ventiladores de techo que movían el vapor del lugar, eventualmente asistidos por alguien que usaba su invitación como abanico. El tema en cuestión era el tratamiento del Parque Pereyra, zona de biodiversidad protegida, por lo cual no sobra decir que la fauna en aquel salón era variada. Allí había de todo: Representantes del gobierno de la Provincia de Buenos Aires, representantes de varios gobiernos municipales, bomberos, guardaparques, policía, conservacionistas, ecologistas, (y no son sinónimos) integrantes de la comisión de defensa del Parque, equilibrados y des. Cada quien con intereses legítimos y de los otros. La tía Emilse hubiera dicho: “de lo que hay no falta nada”.

Sin duda era una reunión política, en el mejor sentido de la palabra: el gobierno tiene que gobernar con políticas que beneficien a la gente y la gente tiene que exigir. Que dicho así suena fácil pero no lo es, porque las quejas siempre superan en numero a las soluciones, aunque ambas sean muchas.

Una parte de la cuestión que se dirime, finalmente, es una trampa tan nueva como eterna: modernidad o conservación. La otra, es cómo ayudar a los pequeños productores que allí habitan, ya que el espíritu de la creación del parque, creado por decreto en el año 1948, habla de recreación, ciencia y fomento a la agricultura.

En varios países del mundo, cuando se tratan de interpretar algunas leyes, y aún algún artículo de la constitución, suele irse hasta los registros de las discusiones, para entender cuál fue el espíritu que determinó ese texto. Eso casi siempre choca con el espíritu de quienes quieren aplicar aquello de tal o cual forma. Los nuevos tiempos tampoco están exentos de ese conflicto.

A la cuestión del Parque concurren treinta y seis actores en total, entre instituciones varias y variopintas, más algunas personas independientes interesadas en el tema. Y todas estaban reunidas en ese salón con treinta y ocho grados y dos ventiladores de techo, escuchando en silencio las exposiciones de Tamara Basteiro, Sub secretaria de política ambiental, Cristian Amarilla, subsecretario de desarrollo agrario y otros técnicos que expusieron cifras, realizaciones y proyecciones a futuro, en esta, la segunda reunión, (primera de trabajo conjunto) en un clima asambleario que recuerda a algunas asambleas populares donde las propuestas son discutidas, abriendo trincheras para escrutar el horizonte y decidir cuándo mover.

Desde la creación del parque con sus razones, hay allí adentro hasta segundas generaciones de agricultores que proveen comida a varios barrios lindantes y que también tienen otros conflictos. Nestor Villacorta cuenta que “yo soy segunda generación de productores de verduras y ya tengo hijos. Nosotros, con mi padre y otros más, levantamos la escuela de aquí, y ahora resulta que cuando vamos a inscribir a nuestros hijos no hay lugar porque la gente de los countries inscriben a los suyos y nos dejan afuera. Y ese es otro tema, los municipios se pelean por hacer barrios cerrados acá y los hacen, hacen cincuenta barrios, hacen pozos para el agua y nos quedamos los productores sin agua para regar. Vienen, hacen sus cagadas y los quilombos los tenemos nosotros. Y eso que esta gestión nos ayuda y trabaja con nosotros, porque antes no nos daban bola, nunca. Con el gobierno trabajamos bien, pero esas cosas también hay que verlas”.

Rosalía Pellegrini, también de buen espíritu agrario, es una mujer joven que siembra, cosecha, y pertenece a otra organización: Mujeres de la Tierra “que en realidad debería llamarse mujeres sin tierra, poque tenemos la tierra pero no los papeles, y eso nos mata la posibilidad de acceder a créditos de mejoras y producción. Trabajamos, pero estamos fuera de competencia sin poder tener ayuda para crecer”. Cristian Amarilla se agarra la cabeza porque “es un problema grave. Queremos darle los títulos para que crezcan, pero hay cuestiones legales que no se pueden saltar. Seguimos buscando la forma de hacerlo. Queremos hacerlo, y estamos trabajando con la fiscalía para lograrlo. No solo acompañamos al productor con maquinaria, tecnología y capacitación para pasar a la agroecología. Queremos que tengan la propiedad de la tierra”.

Tamara Basteiro no lo tiene mas fácil: le toca intentar equilibrar entre esas treinta y seis instituciones que tienen injerencia en el parque, cada quien con sus razones e intereses. Y todos están ahí, sentados, muchos haciendo como que escuchan y listos para hablar: Y si, es el espíritu de una asamblea.

El espíritu de los municipios tiene poco de espiritual y mucho de territorial en una discusión que, resueltas varias de las otras cuestiones, queda expuesta: el re pavimentado de la “Ruta 39” que todos conocen como “camino negro”. Allí fue donde durante la reunión, el calor hizo lo suyo, los ventiladores no alcanzaron, y las opiniones honestas y de las otras, se mezclaron como corresponde a cualquier asamblea: a los gritos entre los “nada se toca” contra los “todo se arrasa”. Y ahí sí, la Sub Secretaria de Política Ambiental, explica, intenta separar las aguas y encontrar entre los más diversos intereses, una línea de comprensión que aglutine las ganas de al menos una importante mayoría. Claro que hacer congeniar a las intendencias, que pretenden “modernizar” el parque, con el temor de la Asamblea Reserva de Biosfera de ver desaparecer el parque bajo las palas mecánicas, es algo que merecería algo tan poco probable como sentar a las partes a entender la importancia del todo.

Es cierto que la población crece y necesita más lugar, el tema es cómo y dónde, porque es igualmente cierto que no se puede romper lo irreparable para lamentarse después. Especialmente cuando lo que se quiere romper es la tierra y el agua que nos sostiene. Decía que los negocios inmobiliarios se disputan el espacio con los que pretenden cuidar un espacio que no se puede mover o reconstruir, y finalmente de todos los puntos importantes de la reunión, este fue el beligerante, donde todos quedaron afuera de la discusión, menos los conservacionistas y las intendencias y donde no hubo acuerdo ninguno y las agresividades dejaron de ser subjetivas y cada quien se fue pensando que más o menos ganó porque mantuvo su posición y que pareciera que las diez mil hectáreas del parque no alcanzan para contenerlos.

Los ventiladores de la sala secundaria del casco de la estancia hacen su mejor esfuerzo, aun el del fondo que está algo desvencijado, y cada quien piensa, mientras se escurre el sudor, como seguirá aquello de la Ruta 19, que pretende cortar la zona de resguardo de la biosfera y es defendido por quien pretende conservar el espacio, contra las intendencias, que en la reunión dejaron claro que la ruta va “porque va”. Algunos vecinos de Punta Lara propusieron un camino alternativo así que habrá que ver.

Mientras tanto, Rosalía seguirá bregando por el titulo de propiedad que le permita crecer, Néstor seguirá sembrando y cosechando y vendiendo, tratando de que alguien regule el colegio que él levantó y que usan los habitantes de los countries vecinos, dejando afuera a sus hijos, Tamara seguirá haciendo su tarea de equilibrar lo posible, Cristian seguirá intentando lograr las titulaciones con la fiscalía y los de la Asamblea de Defensa de la Reserva, seguirán intentando que no les conviertan el parque biodiverso en un barrio privado, pavimentado, con piscinas y luces LED de última generación inaugurado por algún intendente feliz de haber logrado su objetivo apoyado por la fuerza de espíritu que da el poder de un cargo ejecutivo, olvidando el espíritu del decreto del año 1948 , redactado por el entonces gobernador Domingo Mercante y que atento al pedido del presidente Perón, dice que las tierras se expropian para solaz y diversión del pueblo, tareas científicas y de investigación y fomentar la agricultura, además de crear un pulmón verde entre la Capital Federal y La Plata.

Solo resta esperar que de tanto tironear ese cuerpo, no termine quedando sólo el espíritu.