Líbero ya traspasó dos siglos. Dicho así suena a mucho. Pero es una certeza. Y la única verdad es la realidad.

Los inicios como parte del staff de este suplemento fueron como corrector de textos. No piense el lector que corregir un suplemento deportivo es moco de pavo. Siempre podía aparecer el equívoco de confundir el apellido Schlenker (Alan, el barra de River imputado por el asesinato del hincha Gonzalo Acro) con Schoklender (Sergio o Pablo, condenados en su momento por matar a sus padres). Además había que atrevérsele a apellidos como Czornomaz o Stracqualursi si no se contaba con Internet, tal como ocurría en aquellos años tempranos.   

Pero por fortuna en este diario siempre campeó el espíritu de trabajar en conjunto. Y la camaradería. Eso no puede acarrear otra cosa que buenos resultados, pese a que se trabaja a contrarreloj y con un horario tope para el cierre de edición, sobre todo con los partidos programados a la noche. Y los del horario de las 22 son un verdadero desafío en el que todas las secciones están involucradas. 

En esas instancias de laburo, y en medio del apuro, a veces merodea el error, dado que en tiempo de descuento el resultado abultado de una goleada puede variar. Y por supuesto no es lo mismo que un equipo gane 5-1 a que gane 4-1. Porque aunque la errata sonara a consuelo de pobre para los derrotados de dicho partido, la cruel realidad indicaba que se comieron cinco.  

En fin, se hace camino al andar. Y este suplemento lleva andando más de 19 años. Brindamos desde aquí porque sean muchísimos más. Mil felicidades, Líbero.