¡Qué semanita se le viene a Villa Crespo! Cuna de Atlanta, Osvaldo Pugliese, Leopoldo Marechal, el bar San Bernardo y los outlets de primeras marcas de ropa y calzado, el barrio porteño terminará marzo a puro cine. A la inauguración de “Favio y la musa”, una obra escultórica en homenaje al director de Crónica de un niño solo, Juan Moreira y Nazareno Cruz y el lobo, pautada para el miércoles a las 18 en la plazoleta de la calle Vera y Corrientes, se le suma la cuarta edición del festival Vecine, que desde este domingo y durante una semana llevará adelante la proyección de un puñado de cortos y largos argentinos, además de varias actividades paralelas. Todo esto, en dos sedes -en la DAC (Vera 559) y el Club Benito Nazar, frente a la plaza homónima- y con entrada gratuita, pero con reserva previa en el sitio https://www.clicvillacrespo.com/vecine. Habrá que apurarse para conseguir un lugar, porque ya hay varias funciones agotadas.

Nacido en 2019, el Vecine busca, como asegura su programa, “promover los encuentros comunitarios, sobre todo los que fortalecen las identidades barriales en un vínculo directo con el arte y acercan distintas miradas a través del cine”. Una búsqueda que remite a una época en la que la pantalla grande, con salas distribuidas por todos los barrios, funcionaba no solo como un lugar de exhibición, sino también como actividad social.

“El festival nació con esa impronta y mantiene su objetivo de ampliar los espacios de exhibición y de no ser un evento `de elite´. Villa Crespo supo tener tres salas y, como en casi todos lados, hoy ya no existen. Y donde existen, predominan las propuestas comerciales. Estamos dispuestos a mantener esa resistencia con la convicción y la comprobada experiencia de que hay un público que agradece y se muestra interesado”, asegura Agustina Stegmayer, directora artística y productora general, junto a Violeta Uman, de un evento que se define como artesanal y “atendido por sus propios dueños”.

¿Cómo es llevar adelante un festival de estas características? “Los desafíos son enormes”, dice Stegmayer, y amplía: “Por un lado, está el desafío de hacernos visibles con pocos recursos, de construir algo que pueda tener una continuidad e ir creciendo y conformándose en el medio de la vorágine. Por otro lado, cada año tenemos que ajustarnos a un presupuesto ínfimo para llevarlo adelante. Esto implica abrazar el ‘multitasking’ y avanzar principalmente por la convicción de que está bueno hacerlo”.

Una convicción que se traduce en la afinada curaduría para la selección de los seis largos nacionales y los dos programas de cortos que integran las dos competencias, cuyos ganadores serán elegidos por el público. “Esa decisión tiene que ver con recordar que los festivales de cine implican un hecho festivo. Y que los premios los dé el público busca generar algo parecido a una fiesta. Además, necesitamos de ese voto para generar un diálogo y entender qué hacer y qué no en próxima edición”, afirma el realizador y guionista Alejo Moguillansky, aquí programador junto a Uman.

El responsable de El loro y el cisne (2013), Por el dinero (2019) y La edad media (2022), entre otros títulos, y su compañera eligieron para la función de apertura –pautada para este domingo a las 20 en el Anfiteatro del Parque Centenario– la antología Nitrato argentino, una colección de películas del período mudo en soporte nitrato que forma parte del proyecto de preservación integral del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken, que tendrá musicalización en vivo de la banda Cocktail Tour. Mientras la mayoría de los festivales levanta el telón con el título más novedoso que tienen en el catálogo, Vecine elige mirar al pasado. Esto se debe, en palabras de Moguillansky, a un intento de “volver a darle a la imagen cinematográfica un lugar de importancia y amplitud”.

“Es un momento extraño para el cine desde donde se lo mire, sobre todo por la retracción en términos de exhibición y de un lenguaje cada vez más 'contaminado' por el de las plataformas, que a su vez está más ligado al de la TV. Antes se decía que las series eran como el cine, pero creo que es al revés y que el cine empezó a imitar a las series”, diagnostica el programador. Y amplía: “Vecine tiene un espíritu de resistencia ante ese lenguaje algorítmico. Exhibir estas piezas de cine mudo es un gesto para volver a pensar esa tradición en la que el público se encuentra en medio de un hecho colectivo a mirar imágenes cinematográficas con un espíritu si se quiere más parecido al de un templo que al de un consumidor hogareño. Al mismo tiempo, el cine mudo genera un signo de pregunta porque no escuchamos nada, por lo que nos parecía bueno musicalizar con una banda de swing. Si bien no es lo que se escuchaba en la época de los cortos, sí genera una atmósfera particular relacionada con lo popular y colectivo”.

Ese ese espíritu de resistencia dialoga con una selección de largometrajes que busca generar una “diversidad poética” con producciones “que no han tenido una visibilidad comercial grande y que al mismo tiempo funcionan como un pequeño horizonte de lo que está pasando cinematográficamente en nuestro país”, como cuenta Moguillansky. Entre esas películas está Amancay, en la que el realizador Máximo Ciambella aborda la relación de amistad –hecha de palabras, pero también de gestos apenas perceptibles- de una chica y un chico que, rondando los 30 años, todavía apuestan a su proyecto de ser actores. Y Cambio cambio, de Lautaro García Candela, que sigue a dos jóvenes que trabajan en la calle Florida y logran sortear las dificultades económicas haciendo negocios con la compra y venta de dólares.

También se verá la recientemente estrenada 1976, de la chilena Manuela Martelli, que sigue a una “señora bien” que, mientras su familia se va de vacaciones, recibe el pedido del sacerdote de que cuide a un joven que está alojando en secreto. En el documental de archivo Julia no te cases, por su parte, Pablo Levy recurre a la muy en boga mecánica de revolver el cajón de recuerdos familiares para indagar en la figura de su madre, cuya decisión de casarse sin estar segura marcó a fuego su destino. La selección se completa con El amor vendrá como un incendio forestal, de Laura Spiner, sobre una joven escritora que envía cartas secretas de amor a su vecino, a quien espía obsesivamente desde la ventana; y Eami, una nueva aproximación de la realizadora paraguaya Paz Encina a la historia de las comunidades locales de su país.