Las criptomonedas, el metaverso y muchas de estas nuevas promesas parecen haber quedado en el cajón de los recuerdos. La tecnología avanza a un ritmo inusitado y en menos de cuatro meses la inteligencia artificial que aprende a hablar como los humanos se apoderó de la atención de los inversores de Wall Street, de los políticos y de los reguladores.
La idea de hacer futurología y plantear que estos modelos de lenguaje natural llegaron para cambiarlo todo tiene patas cortas. Pronosticar que en poco tiempo (algunos años) lograrán alcanzar una inteligencia equivalente a la humana para la mayoría de las tareas cognitivas parece imprudente.
Más imprudente todavía plantearlo en base al salto de valor y capitalización de las startups dedicadas a procesar lenguaje natural. Los mercados suelen hacer olas y espuma, las empresas que están en el lugar justo y en el momento indicado pueden valorizarse en forma exponencial, pero al final del camino son pocas las que realmente tienen algo diferente que ofrecer.
Sin embargo, vale la pena seguir de cerca qué dicen algunos intelectuales que hace tiempo estudian el tema de la inteligencia artificial y desarrollaron una lectura propia de las transformaciones que pueden ocurrir durante las próximas décadas en la forma en que se organizan las sociedades.
En los últimos días unas de las voces más interesantes para leer y pensar fue la del historiador israelí Yuval Harari. En un artículo firmada por Harari publicado en New York Times y luego traducido y distribuido en muchos portales de otros países realizó algunas reflexiones provocativas e impactantes.
El texto señala que “durante miles de años, los humanos hemos vivido dentro de los sueños de otros humanos. Hemos adorado dioses, perseguido ideales de belleza y dedicado nuestras vidas a causas que se originaron en la imaginación de algún profeta, poeta o político. Pronto nos encontraremos viviendo dentro de las alucinaciones de la inteligencia no humana”.
El análisis del poder y los riesgos de la inteligencia artificial no es resultado del furor de estos últimos meses de las empresas como chatGPT, sino que se desprende del libro de Harari, de 2016, "Homo Deus". Se trata de un libro profundo en el que se ofrece una teoría de la historia atrapante y se piensa el futuro con la mira puesta en la combinación explosiva de los algoritmos y la biología.
Una de las conclusiones más perturbadoras y, al mismo tiempo, más importantes de ese libro es que es posible que el ser humano en algún momento del siglo 21 se convierta en el caballo del siglo 19. Con la masificación del motor, la utilidad de esos animales para tirar de los carros de transporte perdió sentido. Los choferes de los carros se reconvirtieron en choferes de autos. Pero ahora los humanos no tendrán esa opción.
Harari retoma algunas de estas discusiones de "Homo Deus" en ese último artículo para hacer una abstracción poderosa y un llamado de alerta acerca del desarrollo reciente y exponencial de los modelos de lenguaje natural. Dice que “el lenguaje es el sistema operativo de la civilización. Del lenguaje surgen el mito y la ley, los dioses y el dinero, el arte y la ciencia, las amistades y las naciones y el código informático”. Agrega que “el nuevo dominio del lenguaje de la IA significa que ahora puede piratear y manipular el sistema operativo de la cultura humana. Al adquirir dominio del lenguaje, la IA está apoderándose de la llave maestra de la civilización, desde las bóvedas de los bancos hasta los santos sepulcros”.
Finalmente, hace la pregunta trascendental: “¿Qué significaría para los humanos vivir en un mundo donde un gran porcentaje de historias, melodías, imágenes, leyes, políticas y herramientas están moldeadas por una inteligencia no humana, que sabe cómo explotar con eficiencia sobrehumana las debilidades, sesgos y adicciones de los humanos, sabiendo cómo establecer relaciones íntimas con personas? En juegos como el ajedrez, ningún ser humano puede aspirar a vencer a una computadora. ¿Qué sucede cuando ocurra lo mismo en el arte, la política o la religión?”.