Desde Brasilia

Dilma Rousseff fue derrocada por segunda vez: ayer la misma coalición  que la desalojó el año pasado  ratificó en su cargo a Michel Temer al rechazar la apertura de un juicio por corrupción impulsado por la Procuraduría General de la República que cuenta con evidencias. La Constitución brasileña establece que para abrir un juicio a un presidente en funciones es necesario contar con una mayoría especial de 342 diputados, equivalente a los dos tercios del Casa integrada por 513 miembros.

La oposición, al frente de la cual estuvo el Partido de los Trabajadores, obtuvo 227 votos, bastante  menos de lo requerido para que el presidente sea objeto de un proceso en el Supremo Tribunal Federal. El oficialismo sumó 263 apoyos, es decir mucho más de los que precisaba para garantizar la impunidad del ocupante del Palacio del Planalto.

Fueron más de doce horas de sesión tensa pero en la que la oposición parecía estar advertida de que no tenía chances de victoria ante los cerca de 9 mil millones de reales ( 3 mil millones de dólares) desembolsados por las autoridades en la forma de subsidios, cargos y partidas presupuestarias destinadas a los parlamentarios adictos. En ese mismo monto se incluyen las excensiones impositivas y moratorias de deudas a grandes grupos empresariales, especialmente el agronegocio con cuyos representantes se reunió Temer el martes. 

Cada diputado contó con menos de un minuto para justificar su posición. El petista Wadih Damous, ex presidente de la Orden de Abogados de Brasil en Río de Janeiro, lo hizo por el juzgamiento de Temer y contra el “crimen organizado” que tomó cuenta del Palacio del Planalto. En general los congresistas que apoyaron la obstrucción de la justicia  prefirieron expresarse brevemente, como para aparecer lo menos posible ante las cámaras porque sabían que la repulsa que recibirían del público: según encuestas recientes el 81 por ciento de los brasileños pidió el procesamiento de Temer, cuya aprobación cayó al 5 por ciento, la más baja de todos los presidentes civiles posteriores a la dictadura.

Los oficialistas eligieron argumentar que llevar a Temer ante el Supremo conspiraría contra las “reformas” en curso, especialmente la prometida modificación regresiva del sistema previsional y garantizar la “estabilidad institucional”. El más circense fue el diputado Wladimir Costa, quien antes de ir al Congreso mostró su hombro con un tatuaje de Temer y la bandera brasileña. Ya en el recinto el musculoso Costa, del estado amazónico de Pará, exaltó la honestidad de Temer a la que contrastó con la “organización delictiva que es el Partido de los Trabajadores”, tras lo cual mostró un muñeco de Lula vestido como presidiario igual a los que se vendían en las marchas multitudinarias/desestabilizadoras del año pasado. La provocación tuvo su respuesta. El titular del bloque de diputados del PT, Carlos Zarattini, le advirtió al diputado oficialista “ que se lave la boca antes de hablar mal del PT”.

La sesión ayer puede ser leída como la prolongación de la de abril de 2016 en que se votó la admisibilidad del impeachment contra Rousseff. Temer, quien hace un año , con su socio ahora preso Eduardo Cunha, orquestó aquella mayoría parlamentaria, ahora condujo en persona las negociaciones que desembocaron en esta victoria que indudablemente le reportarán oxígeno político. Aunque no se sabe si será suficiente para concluir el mandato en diciembre del año que viene. Además de habilidoso para moverse en el bajo mundo de los partidos conservadores dispuestos a vender su voto, supo gastar millones de dólares para conquistar a parte de los 367 legisladores que pidieron la caída de Rousseff mientras al votar dedicaban discursos a sus madres, la Patria o Dios.

Por eso ayer un grupo de diputados opositores ingresaron al recinto con una valija llena de billetes de 100 dólares de los que se quitó el retrato de Benjamin Franklin para reemplazarlo por el de Temer. La valija también fue una ironía por el asesor del presidente filmado cuando portaba una con 500 mil reales de supuestos sobornos pagados por el empresario de la carne Joesley Batista, que luego se arrepintió y contó todo a la Procuraduría.

La diputada comunista Yandira Fegalli marcó la asimetría con que se condujeron las autoridades parlamentarias frente a Temer y Dilma. En 2016 la ceremonia de Diputados incluyó la realización una sesión especial un domingo transmitida en tiempo real por la cadena Globo que iba contando los votos contra la presidenta electa como un narrador de boxeo lleva el conteo de un pugilista arrodillado al borde del nocaut. Aquel domingo 17 de abril no hubo partidos de fútbol. Ayer hubo fútbol y la transmisión fue mucho más sobria.