“Si yo hubiera querido matar a mi hija le sacaba una dosis de su medicamento. Ella convulsionaba y la agarraba un paro respiratorio. Qué necesidad iba a tener de pegarle”, dice Victoria Aguirre, entre lágrimas. Trata de contenerlas, pero no puede. Solloza y se le entrecorta el relato. Pero sigue. Quiere que se sepa. Que la escuchen. Como no la escucharon los jueces del Tribunal Oral N° 1 de Oberá –que acaban de apartarse del juicio– por las innumerables interrupciones de la fiscal, que no le dio tregua. Tampoco quisieron creerle durante la instrucción de la causa. “Tendrías que haberte dejado matar para que alguien te crea”, le dijo su defensora oficial al inicio de la investigación, dejándole claro desde el comienzo que el contexto de violencia de género en el que ocurrió la muerte de Selene, por un golpe en la cabeza que le fracturó el cráneo, no se incorporaría para juzgarla, que paradójicamente solo se analizaría el caso desde esa perspectiva si ella hubiera sido víctima de femicidio.

PáginaI12 la entrevistó en la cárcel, la única de mujeres de Misiones, donde está privada de su libertad, con prisión preventiva, desde hace dos años y medio, en una provincia con una de las tasas más alta de niñas y adolescentes madres del país, donde se presume que muchos embarazos son producto de abusos sexuales; una provincia, sin educación sexual integral en las aulas, donde los materiales que mandó el Ministerio de Educación de la Nación en la gestión kirchnerista se arrumbaron o tiraron a la basura; una provincia en la que el discurso que avala el machismo y la discriminación hacia las mujeres se reproduce no solo en la Justicia, también en voces de policías y en los medios. 

Victoria tiene 24 años pero aparenta menos. Estaba cursando tercer año de Magisterio cuando su vida dio un vuelco brutal: no solo perdió a su hija, además, cayó presa. Había elegido esa carrera para poder “enseñarle” mejor a su hija, a quien los médicos no le daban más que un año de vida cuando nació –por la deficiencia congénita que tenía– ni le auguraban caminar ni un desarrollo intelectual normal. Victoria ya había hecho “prácticas con chicos con capacidades diferentes” y sorprendía a los médicos con los avances madurativos que mostraba Selene, que podía arrastrarse por el piso, cuenta Victoria con orgullo. Siempre desafió esos diagnósticos y pronósticos desalentadores para su niña.

En el expediente judicial figuran las declaraciones de testigos calificados como el del médico pediatra de cabecera Gabriel Sena y otros que la atendieron y que bajo juramento manifestaron no haber observado signos de violencia en la pequeña, mientras estuvo bajo los cuidados de su madre y su familia, durante los innumerables controles pediátricos y neurológicos que tuvo a lo largo de sus dos años y cinco meses de vida. Es más, “del 12 al 13 de enero Selene había estado internada en el Hospital de Oberá, y la vieron los médicos sin registrar que tuviera ningún golpe”, dice Victoria, que llegó a la misma guardia, apenas dos semanas después, el 29 de enero, con su pequeña en brazos, y le anunciaron que estaba muerta. 

  • Detalles. Afuera hace calor, más de 30 grados en la siesta misionera. La entrevista transcurre en la dirección del penal, donde murmura el aire acondicionado. Victoria se seca las lágrimas con una servilleta de papel que dobla en cuadraditos, sin cambiarla, tal vez acostumbrada a la austeridad del encierro. Y reconstruye en detalle cada momento de esos últimos días que pasó junto a su ex pareja Rolando Lovera, ocho días en los que dice, estuvo secuestrada, incomunicada –le rompió el celular contra una pared y a su familia le decía que estaban de vacaciones en San Ignacio–, y ella y la pequeña Selene sufrieron cachetadas, trompadas, sacudidas violentas, entre otros malos tratos. Victoria, además, cuenta que fue violada aunque no lo dice de esa forma: “Quería tener relaciones, yo no. Igual me obligó”. Lovera, afirma, la amenazaba con tirar a la nena al piso, con matarlas a las dos, si ella quería denunciarlo. Por momentos se volvía encantador, como si nada hubiera pasado, dice. O la acusaba a ella por lo que pasaba. Típico de un maltratador. Le decía que la nena no los podía separar a ellos.

Hacía un año que se conocían y seis que habían formalizado la relación como novios. El 31 de diciembre decidieron irse a vivir juntos a una casita que alquilaron y el terror comenzó a partir del 21 de enero. Las lágrimas ahogan sus palabras, pero no sus recuerdos. Los escupe. 

  • Contextos. El Instituto Correccional de Mujeres está ubicado en Villa Lanús, una barriada pobre, de casillas de madera y chicos que juegan descalzos en las calles de tierra rojiza, a cinco kilómetros y medio del centro de Posadas. Parece más el edificio de un jardín de infantes que el de un penal de media seguridad. No tiene cerco perimetral ni rejas más que las del portón de entrada y está pintado de rosa. En total, hay 47 internas, la mayoría de zonas rurales, algunas analfabetas, varias con condenas a perpetua por matar a su esposo, en contextos de violencia de género que tampoco se contemplaron: “algunas defendiéndose”, dirá a este diario una de las autoridades de la Unidad Penitenciaria. Si se cuentan las que están alojadas en un anexo, en Posadas –otras 15 mujeres–, el 68 por ciento de las presas en Misiones tiene causas por delitos menores vinculados a drogas ilegales, una tendencia que se replica en el país y en la región latinoamericana: la mayoría, sino todas, por llevar sustancias prohibidas en sus propios cuerpos, arriesgando la vida, correos humanos, estrategias de supervivencia, último eslabón de la cadena narco: ese contexto de vulnerabilidad y pobreza, que tampoco contempla la Justicia. 
  • Concubinas. La justicia en Misiones que juzga a Victoria bajo el estigma de la “mala madre”, es la misma que le dictó falta de mérito en 2012 a un hombre, llamado en la prensa local como “El monstruo de Garupá” –por el nombre de la localidad donde vivía, en las afueras de Posadas–, denunciado por su hijastra e hija por abuso sexual y violaciones, a pesar de que los estudios de ADN confirmaron que era el padre de los siete hijos de las denunciantes. La resolución que lo dejó en libertad se fundó en que supuestamente las mujeres lo habían mencionado como “concubino”, aunque después se supo, ellas no usaron nunca ese término para nombrarlo. Si era su concubino las relaciones sexuales –a pesar de que empezaron cuando ellas eran niñas, según su testimonio– habían sido consentidas. Así razonó la justicia misionera. El caso salió a la luz el jueves 8 de marzo del 2012, gracias a uno de los hijos, de 18 años, quien con el apoyo de un vecino pudo convencer a su madre a denunciar lo que hacía más de tres décadas venían padeciendo. La otra cara de la Justicia misionera es la que “criminaliza a las mujeres pobres y les quita los hijos”, dice a este diario Alicia Rivas, periodista e integrante de la CTA Autónoma, que conforma la Mesa por la Libertad y Absolución de Victoria Aguirre, espacio que comparten voces diversas del movimiento de mujeres. “La justicia es machista y clasista”, reafirma Rivas.
  • Auxilio. El lunes 26 de enero, tres días antes de la muerte de Selene, Lovera, y Victoria con su hija siempre en brazos, fueron a un mercado a hacer compras. Cada vez que salían –de la casa que compartían o de la arenera, donde Lovera trabajaba como sereno– él no la dejaba sola, dice la joven. La tenía amenazada con matarlas si hablaba. Pero en su desesperación por pedir auxilio, en un momento vio a un conocido de su papá, Juan Amarilla, albañil como él, que compraba los materiales de construcción en el mismo corralón, y disimuladamente le habló. “Le pedí que le avisara a mi papá que estaba siendo agredida por mi novio. Pero me dijo que no se iba a meter en una relación de pareja porque cualquier hombre le pega a la mujer y después se arreglan y él queda mal”, contó Victoria. Al enterarse del final trágico que tuvo la niña, el albañil se acercó a la familia Aguirre y contó ese breve diálogo y se ofreció a hacer todo lo que estuviera a su alcance por Victoria. Su testimonio está en el expediente judicial. Tampoco se tuvo en cuenta para enmarcar el caso y creer que Victoria intentó pedir ayuda y no fue cómplice. Su nombre está en la lista de testigos propuestos por la defensa para declarar en el juicio oral y público, en el que Victoria está imputada por homicidio agravado por el vínculo –y podrían condenarla a reclusión perpetua– y Lovera por homicidio simple.

Victoria respiró con cierto alivio esta semana cuando se enteró de que el juicio volvía a foja cero, después de que los tres jueces, Lilia Avendaño, José Pablo Rivero y Francisco Aguirre, integrantes del único Tribunal Oral Penal de Oberá, que la estaban juzgando, anunciaron que se inhibían de seguir adelante con el caso igual que la fiscal Stella Maris Salguero de Alarcón, después de los cuestionamientos de la defensa de Victoria, de organizaciones de mujeres y del propio Consejo Nacional de las Mujeres, por la falta de perspectiva de género en el abordaje del femicidio vinculado de Selene. Mientras sigue pendiente de respuesta el tercer pedido de excarcelación que presentó su defensa. Ahora, deberán designarse nuevos magistrados y otra representante del Ministerio Público Fiscal. Victoria espera pasar su próximo cumpleaños, en diciembre, en libertad

  • Garrote. Hace cuatro semanas en el barrio San Miguel, de Oberá, el Frente de Organizaciones en Lucha convocó a una charla sobre prevención de violencia machista en un merendero pegado a la Escuela 184, pero la directora se les adelantó y llevó a dos uniformadas de la policía local para que hablaran con las mujeres de la comunidad sobre el tema, contó a este diario una integrante del Frente. “Arreglen los problemas en su casa con su marido”, fue el consejo que dejaron en el barrio. No es un mensaje aislado en la provincia, dice la joven activista. 

Verónica González forma parte de un grupo de 18 sobrevivientes de violencia de género convertidas en Promotoras Territoriales, a los ponchazos, con bajísimo presupuesto y recursos de la provincia, que trabajan desde hace 8 años puerta a puerta, en distintas barriadas. “En el interior de la provincia está oculta la violencia. Las instituciones callan, los docentes también. Fuimos a Santa Ana –a unos 50 kilómetros de Posadas por la RN 12– y le propusimos al intendente trabajar con perspectiva de género y aceptó. Una docente del pueblo fue a cuestionar para qué se hablaba de violencia si las mujeres estaban acostumbradas a recibir garrote. Nosotras igual seguimos, armamos núcleos de mujeres, en distintos barrios, incluso en las canchas de fútbol mientras los hijos están jugando y aprovechamos para hablar con las madres”, cuenta Verónica. 

Aunque Misiones tiene una de las tasas más altas del país de embarazo de madres niñas y adolescentes –23 por ciento de los nacimientos, 8 puntos más que el promedio nacional–, no se implementa la Educación Sexual Integral. Hay casos en que los colegios directamente tiraron a la basura los materiales que envió el Ministerio de Educación de la Nación, en la gestión kirchnerista, episodios denunciados ante el INADI. La influencia de las iglesias –no solo la católica– es fuerte. Del 2000 al 2003 fue ministro de Educación, Pablo Tschirsch, un pastor evangélico bautista que luego fue vicegobernador hasta 2007, durante la gestión de Carlos Rovira, del Frente Renovador de la Concordia, espacio político que sigue gobernando la provincia.

  • Maquillaje. “Nunca nadie me había golpeado. No sabía cómo reaccionar”, dice Victoria. La primera vez que Lovera maltrató a su hija, dice, fue el 21 de enero, el comienzo de esos días de terror. “Ese día como a las 10 de la noche me pidió alzarla. La agarró de las piernas y la empezó a sacudir de abajo hacia arriba. Yo me asusté y le dije que la dejara, que ella convulsionaba por todo, por frío, por calor. Me dijo que no me moviera de la silla porque si no la iba a tirar al piso. Empezamos a pelear y cuando se descuida le saco a Selene, la abrazo fuerte, me decía que nos iba a matar a las dos, yo le decía que me quería ir pero no me dejaba”, recordó la joven entre llantos. Se habían quedado esa noche en la casa de los padres de él, para cuidarla porque estaban de vacaciones en San Ignacio. Unos días antes, le había roto el celular al arrojarlo contra una pared. “Yo buscaba cómo salir de la casa. Él se iba y dejaba llaveada la puerta. En el patio dejó un perro bastante bravo. En la netbook que me dieron en la Facultad empecé a escribir un mensaje para mi hermano, pero no podía conectarme a internet. Tampoco en la arenera”, dice Victoria y sigue llorando. Su madre por entonces, le escribía o llamaba al celular de Lovera y él le decía que estaban en San Ignacio. La violencia contra ellas dos se replicó en los días siguientes, describe Victoria. Pero él por momentos pretendía ser amoroso. “Lo odiaba, le tenía bronca, pero a la vez mucho miedo. Yo nunca hice nada para que nos trate así”, dice la joven, como si algún motivo justificara el maltrato. Un día que la hermana de él llegó a la casa de los padres, la obligó a ponerle abrigo a Selene para que no se le vieran los moretones y se fueron de ahí muy pronto. “Le puso crema de maquillaje en la cara para taparle los golpes”, contó Victoria. 
  • Reina. Los medios en Misiones tampoco quisieron creer en la palabra de Victoria, en el relato de los hechos que ella da. La pusieron en el banquillo de los acusados como la Justicia. Tampoco le dan cabida a las voces de las activistas feministas locales, que la apoyan. En Misiones, uno de los periodistas de   radio más escuchados es Alfredo Abrazián, hermano de Sonia Abrazián, esposa del ex ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo, conocido por sus vínculos con la última dictadura militar, sus posiciones ultra reaccionarias y sus comentarios misóginos. Fue denunciado ante la Defensoría del Público por sus expresiones que descalifican e injurian a mujeres. Pero no son las únicas. Otras son más sutiles. El diario El Territorio, uno de los más vendidos, organiza hace casi dos décadas el concurso para elegir la Reina Virtual de la Fiesta Nacional del Inmigrante: se puede votar vía internet. El certamen se abrió este año el 10 de julio y se puede elegir con un click a una de las 12 postulantes en la misma página web del diario. Hasta el 14 de setiembre se puede votar.
  • Médicos. Dos días antes de la muerte de Selene, Victoria le suplicó a Lovera llevarla al hospital de Oberá porque no la veía bien: quería que los médicos descubrieran los moretones y dieran el alerta, como forma de salvarla y salvarse. Fueron juntos. Lovera no se despegó ni un momento de ella. “Me acorralaron en un lado y a Selene la dejaron en la camilla. Y él estaba al lado. Y ahí, delante de él, me preguntan si me pegaba. ¿Qué iba a decir? Y le dice a la médica que como me iba a pegar si con la mano que tenía hasta a ella le podía romper la cara. Los médicos entraban y salían, le veían los golpes. Selene estaba toda golpeada, su cara, sus bracitos, sus piernas. Se veían los moretones azules. Pero ninguno hizo nada. Yo pensaba que si los médicos veían una nena golpeada algo iban a hacer. Me puse muy nerviosa. Me quería ir. Cuando iba a firmar el alta, quería escribir el número de teléfono de mi mamá pero él se paró al lado mío y no pude. Y cuando salimos me dijo que si lo denunciaba, no iba a ver más con vida a Selene”, dice Victoria y trata de secar las lágrimas. Toma un poco de agua. Pero no quiere parar de contar. Quiere sacar todo. Terminar. Que le crean. Y saber, sobre todo, qué pasó realmente con Selene porque no lo sabe. Solo sabe que cuando llegó al hospital de Oberá, le dijeron que ya no podían hacer nada por ella, que estaba muerta, como consecuencia de una fractura de cráneo causada por un golpe. Ningún médico la revisó a ella. Ese mismo día la encerraron en una celda de la comisaría 3ª de Oberá,  donde otra mujer presa le dijo que tenía toda la espalda azul, de moretones.