"Si quieren echarme, no tengo problemas, yo me voy. Pero primero que me aseguren que el Isauro se convierta en una escuela legal". Esa fue la solución que encontró Susana Reyes, directora del Instituto Isauro Arancibia, un centro educativo al sur de la Ciudad que alberga a más de 300 personas en situación de calle o vulnerabilidad extrema. Luego de sortear varios intentos de desalojo por parte del gobierno porteño y de recibir mensajes intimidatorios --con llamativos carteles pegados con la firma de la "Triple A"-- la escuela sufrió ahora una nueva presión: el Ministerio de Educación porteño intimó a Reyes a jubilarse inmediatamente. El método no es ninguna novedad, sino que es el mismo que se utilizó, a principio del mes de julio,  para expulsar del Mariano Acosta a Raquel Papalardo, directora de aquella institución por más de diez años. En diálogo con Página/12, alumnos, profesores y talleristas de la escuela popular al sur de Buenos Aires defendieron a su coordinadora, emblema de la institución. "El Isauro es su casa y todos nosotros somos sus hijos", explicó Ezequiel, un estudiante de tercer año.

En los días primeros días luego de las vacaciones, en el Isauro no hay caras de felicidad. El motivo, que nada tiene que ver con el fin del parate invernal, lo explican los alumnos, lo reafirman las maestras de la escuela y hasta lo dicen sus propias paredes. "Resistimos con vos", "Nunca más sola", "Somos Susana Reyes, somos y nos hacemos cadena, nos ponemos su nombre y nos hacemos bandera", son algunos de los carteles pegados por los propios estudiantes en el primer piso de este Instituto, ubicado en avenida Paseo Colón 1381, a pocos metros del ex centro clandestino de detención Club Atlético. Dos semanas antes de las vacaciones de invierno, en plena reunión de profesores, Reyes atendió un llamado del Ministerio de Educación porteño. "Me notificaron de una intimación para jubilarme. Tenía diez días hábiles para completar los formularios. Y en menos de 180 tengo que dejar de trabajar", relató la docente, de 60 años. 

Luego de recibir la notificación, la directora volvió a la sala de profesores de la escuela para contarles lo sucedido a sus compañeros. Si bien ya pasaron más de 30 días, todos los docentes, cooperativistas, no docentes y colaboradores de otras disciplinas --el Isauro tiene 50 trabajadores, la mayoría ad honorem-- siguen creyendo lo mismo que al recibir la noticia. "Es una clara persecución política. En Educación es muy difícil que a alguien la obliguen a jubilarse, sin darle incluso la posibilidad de prórroga", explicó Evangelina, profesora del primer ciclo secundario. "Salvo que seas como Susana (Reyes) o (Raquel) Papalardo", agregó otra docente en el aula de tercer ciclo de secundaria. Ese día de la intimidación, los alumnos se enteraron a medida que regresaban de su clase de educación física. Alejandro, un joven que todos los días llega desde Quilmes, junto a su hijo de dos años, para asistir tanto a clases como al taller de bicicletería, se toma unos minutos para responder qué representa Susana para la escuela. "Ella es el corazón del Isauro, el único lugar donde me preguntan cómo estoy en vez de cruzarse de cuadra. Lo mínimo que podía hacer es pegar carteles para defenderla".

Más que su jubilación (obligada por el ministerio), a la directora le preocupa la situación legal del establecimiento. Instalado desde hace 17 años en la misma esquina de Cochabamba y Paseo Colón, el Instituto Isauro Arancibia --bautizado con el nombre del docente fundador del sindicato Ctera, asesinado en la última dictadura cívico-militar-- empezó como un centro educativo con menos de doce chicos en situación de calle. Hoy, con más de 300 alumnos, la institución tiene una guardería infantil para los hijos de los estudiantes y niños del barrio, un curso de nivelación para menores de hasta 14 años, una primaria y secundaria para adultos y más de 15 talleres de formación profesional y artística. Pero aun así, no tiene el reconocimiento del gobierno como una escuela estatal. "En 2007 presentamos el proyecto de una primaria de jornada extendida con el acuerdo del Ministerio de Educación de la CABA, con la promesa de que pasados los cinco años, se firmaría la propuesta educativa. Ya pasamos diez y seguimos esperando", explicó Reyes. Lo que hubo que esperar fueron los constantes palos en la rueda para el desarrollo del Isauro. Durante años, la comunidad educativa reclamó por el pésimo estado de la institución, sin estufas en las aulas, pisos inundados y ventanas sin vidrios. Una vez llegadas las remodelaciones, el propio gobierno porteño intentó demoler el Isauro para continuar la traza del metrobús Sur, aunque fue frenado por una medida cautelar del juez Andrés Gallardo. Las amenazas no desaparecieron, aunque sí cambiaron el eje de la intimidación. El primero de julio, los 18 estudiantes en situación de calle que viven en el Centro de Integración Milagros Sala, perteneciente al Isauro Arancibia, encontraron un mensaje amenazador en la placa de entrada que lleva la cara de la dirigente de la Tupac Amaru dibujada sobre los colores de la Wiphala: un cartel con la inscripción Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), acompañado de la imagen de un Ford Falcón, el vehículo insignia de los escuadrones que actuaron durante la última dictadura cívico militar.

En el aula del primer piso, Teresa, una estudiante de 26 años reconoce la lucha de Reyes para que el Isauro se convierta en una escuela, aunque para ella es mucho más que eso. "Acá volví a tener 12 años", comentó y agregó, para explicar esa curiosa frase, que "llegué hace diez años de Santiago y nunca conseguí resocializarme con otras personas, dejé de ir a la escuela y pasé a estar en la calle. Sólo acá pude conectarme con profesores y compañeros". Además de cursar el tercer ciclo programa Fines de la escuela secundaria, Teresa es redactora de la revista La Realidad sin Chamuyos, publicación propia de la escuela. Tal como Teresa, casi todos los alumnos que asisten al Isauro viven en las calles del sur de la ciudad o en el sur del Gran Buenos Aires. Su situación es de vulnerabilidad absoluta.

"Lo que realmente molesta del Isauro al Ministerio de (Soledad) Acuña es que acá hacemos visible lo que pretenden tapar. Todos los chicos que vienen acá son chicos que estuvieron en la calle, que fueron expulsados del sistema. Pero en vez de ocultarlos, de no darle identidad, en la escuela consiguen un proyecto de vida. Ellos mismos se piensan de otra manera", sostuvo Reyes. 

Este diario intentó comunicarse con la cartera de Educación que comanda Soledad Acuña, pero no obtuvo respuestas.

La charla en el Isauro finaliza con aplausos. Los alumnos, docentes y la coordinadora del Isauro se sacan fotos y se abrazan. Antes de bajar la escalera, un estudiante le grita, sonriente, a su directora. "Profe, con el amor que hay acá, es imposible perder este partido". Reyes se ríe y entra a la sala de coordinación. El Isauro volvió de las vacaciones.

Informe: Jeremías Batagelj.