Enviado especial a Beijing

Beijing, la capital política de China, parece haber vuelto a tener la fisonomía de una ciudad pre pandemia. En diciembre del 2022, el gobierno chino levantó casi todas las restricciones y en marzo del corriente abrió formalmente el país al turismo, que tímidamente empieza a verse. 

Los que viven hace un tiempo aqui, contaron a Página I12 que, aunque parezca activa, la antigua Pekín sintió el golpe de la COVID: hubo muchos cierres definitivos de comercios por el cerrojo de tres años y hasta cambios en el comercio, arte central de los chinos, que luego de rechazar por temor el uso de dinero en efectivo, mutaron sus sistemas: hoy casi todo aquí se compra on line, y algunas transacciones se hacen con tarjeta de crédito. 

El emblema del viraje es el Mercado de la Seda, que supo brillar como un edificio de varios pisos conectados con escaleras mecánicas en las que se conseguía cualquier cosa (ropa, trajes, juguetes, té y tecnología) anteponiendo la práctica del regateo. Hoy sigue vivo, pero con mucho menos volúmen. A esa ciudad, en la que el poder político chino hace base y donde se definen estrategias nacionales e internacionales, llegó el ministro de Economía Sergio Massa. Apenas se bajó del avión que lo trajo desde Shanghai, se dirigió a una reunión en el Ministerio de Comercio, con su titular, Wang Wentao, hombre de peso en el gobierno de Xi Jinping.

Luego, más tarde, terminó la jornada en un mitin con Qiu Xiaoqui, representante especial del gobierno chino para Asuntos Latinoamericanos, un contacto que para Massa es fundamental en el contexto del juego político. 

En 2017, el Partido Popular chino había invitado a Massa a Beijing. La Ciudad, cuentan los que lo frecuentan, la gusta mucho y le encuetran en su entorno diferencias con la metrópolis que supo pisar por primera vez hace seis años. "Le abren la calle para que pase, le ponen una persona en el auto y otro para cuidarlo, lo tratan como un presidente", bromeó uno de los ministros que lo acompañaron en la gira, no sin algo de picardía y mensaje político. En esta ciudad, que abran el tránsito y liberen el convulsionado paso de vehículos es casi un logro político. En la jerga política, se trató de una acción casi voluntaria. 

Los tres fuegos

Wentao y Xiaoqui exhibieron ante Massa una teoría geopolítica renovadora a los oídos del ministro. Ambos dirigentes, de altísimo rango, le aseguraron a Massa que "nosotros vamos a seguir a apoyando a Argentina, y no nos molesta que tengan otros socios".

Lo de Xiaoqui es particularmente importante: es el hombre de Xi para América Latina y este jueves compartió mesa con el ministro de Economía en un agasajo celebrado en la residencia del embajador argentino en China, Sabino Vaca Narvaja. Entre vinos y un menú de nueve platos, Xiaoqui le explicó a Massa que Argentina está, hoy, bajo tres fuegos: el de las armas, el de los dólares y el del endeudamiento, los tres relacionados con políticas de los Estados Unidos. Ante esa teoría, Massa hace equilibrio aunque comparte los principios generales. 

En el entorno de Massa comparan a Xiaoqui con el cubano Juan González, hombre de Joe Biden para América Latina, amigo de Massa y uno de los articuladores del hoy presidente estadounidense. 

En la comida en la Cancillería, el chino le preguntó a Massa por la política interna de Argentina, por la macroeconomía y hasta charlaron de la región. Hubo además familiaridad porque Xiaoqui fue embajador de China en Brasil durante el Gobierno de Rousseff y ocupó el mismo cargo en otros países de Latinoamérica. 

El juego de Massa con los chinos tiene la intención de recrear un vínculo comercial que hoy existe pero podría ser mucho más importante.