Hay libros que son tesoros. Remando, relatos del movimiento de mujeres y disidencias de la ciudad de Santa Fe es uno de ellos. Escritura colectiva, las voces de las protagonistas engarzadas en el accionar de décadas recuperan una historia que nadie más podrá contar. Todo eso es lo que logra el volumen editado por la Universidad Nacional del Litoral y dirigido por Mabel Busaniche, Nidia Kreig y Victoria Rodríguez.

“Deseábamos dejar registro de los comienzos del Movimiento Social de Mujeres y de las disidencias de Santa Fe, desde el mal llamado ‘interior’ con sus posibilidades, escenarios y, por qué no, adversidades. Un ‘interior’ que muchas veces cuesta incorporar y que suele estar lejos de las realidades y debates de la capital del país pero que nos enfrenta permanentemente con sus propios aprendizajes y riquezas”, dicen en la introducción las directoras, que coordinaron el trabajo de decenas de autoras: las protagonistas.

La diputada nacional (mandato cumplido) Alicia Tate cuenta los avatares de la ley de cupo, la propia Busaniche registra el arduo trabajo realizado por las activistas durante la Convención Constituyente de 1994, Kreig es la autora del primer capítulo contextual, un pantallazo por toda la historia y también del capítulo dedicado al Sindicato de Amas de Casa, al que perteneció. Silvina Sierra relata la experiencia de “Las Diversas”, una de las primeras agrupaciones de lesbianas. Patricia Méndez Lissi y Lucila Puyol recuperan “Las Casquivanas, teatro de la mujer”. El listado de las autoras incluye también a Silvia Bertero, Flavia Del Rosso, Marta Fassino, Adriana Molina, Elena Moncada, Fernanda Pagura, Marisa Poggi, Lucila Reyna y Teresa Suárez, quienes activaron desde los ámbitos académicos, la lucha contra la trata de personas, la acción estatal y los territorios.

“Las mujeres y las disidencias no somos huérfanas de historia propia ni somos la excepcionalidad en una subalternidad colectiva. La trampa patriarcal ha consistido en mostrar nuestras luchas en forma fragmentaria, desvinculándola de devenires históricos colectivos donde inscribir las conquistas del presente. Es en este marco en que las genealogías feministas adquieren una relevancia política insoslayable”, así se presenta el libro.

El proyecto nació como un sueño: una producción audiovisual que recogiera las experiencias y las voces de medio siglo de luchas de mujeres, feministas y del colectivo LGTBIQ+ en la ciudad de Santa Fe. La quimera sigue en pie, pero a falta de fondos, se convirtió -primero- en un libro. Cuentan que para hacerlo realidad tuvieron que “remar” al revés “para poner en diálogo los recuerdos, las vivencias y experiencias de quienes fueron integrantes de los primeros grupos, espacios, organizaciones de mujeres y disidencias que dieron orígenes al movimiento social de mujeres en la ciudad de Santa Fe”. El análisis culmina a principios de 2010. Lo que vino después será para otro libro.

Travestis y trans resistieron y se organizaron desde el afecto. 

Lo que se cuenta es tanto que parece difícil reflejarlo sin caer en la enumeración. “Dos organizaciones que nacieron en 1985 fueron fundamentales en la conformación del movimiento de mujeres local por su inserción territorial y poder de convocatoria. Una, el Sindicato de Amas de Casa de la Provincia de Santa Fe, que reivindicaba el salario y jubilación para el ama de casa. La otra, Acción Educativa, que desplegó una intensa actividad en los barrios y en la región a partir de la educación popular”, dice el artículo inicial de Kreig. Más tarde, en el capítulo que le dedica al Sindicato recuerda: “Lo que estábamos lejos de imaginar es lo que se desataría a partir de aquel 8 de marzo de 1985 en que anunciamos la creación del Sindicato de Amas de Casa: 80 mil afiliadas en menos de dos años, más de 70 filiales, 57 en todo el territorio provincial, miles de mujeres de 50 años y más protagonizando su propia historia, saliendo por primera vez a la calle por ellas, a reclamar por sus derechos. ‘Estábamos siendo parte de algo donde podíamos opinar, participar, decidir. Aprendíamos a pactar, desde diversas posiciones ideológicas. Ya no éramos objeto del pacto. Nos transformamos en sujetas pactantes, trabajando bajo un mismo proyecto, independientemente de la pertenencia partidaria’, analizó tiempo después Chabela Zanutigh”, cuenta Kreig.

Desde el Sindicato hicieron el taller del dolor de espalda. “Fue fundamental en la tarea de poder vincular los malestares físicos y emocionales con los mandatos de madre y esposa. El registro de los dolores y qué hacíamos con ello, si los escondíamos, los postergábamos, nos automedicábamos (o nos medicaban). Desnaturalizar lo patriarcalmente establecido también era sacarse la culpa, el pudor y la vergüenza de ‘mala madre’, ‘mala ama de casa’, mecanismos disciplinadores tan efectivos”, sigue el relato.

Entre las voces que se “escuchan” está la de Noelia Trujillo, activista travesti, sobreviviente de las razzias y la represión policial. Es el capítulo dedicado a la lucha travesti trans que escribe Victoria Rodríguez. “Noly -así le dicen- reconoce que estaban muy lejos de saber qué era organizarse realmente. Sí, había mucho compañerismo, hermandad y amistad, pero no tenían información como para organizarse. ‘En ese tiempo había muy poca militancia y quienes empezaron después a movilizarse eran gays que, en ese momento, no nos querían dentro del movimiento. Había transfobia y a nosotras nos habían hecho creer que no teníamos voz, que no podíamos organizarnos’, marca”, es un fragmento del texto. Noly también le cuenta que los agentes empezaban a identifcarlas y a perseguirlas. “Después de mi transición empezaron las detenciones ya por los artículos del Código de Faltas. Ahí empecé a cumplir días. Y en las comisarías era donde, en general, te encontrabas con todas las otras. Terminaban siendo un sitio de reunión. Ahí construí la amistad con la mayoría de las chicas con las que estuve detenida”, señala.

La historia feminista es también la de los grandes dolores de la ciudad. Como la imparable creciente del Salado en 2003. Chabela está presente una y otra vez. “La primera denuncia que se realizó a Reutemann como responsable político de la inundación la hizo una mujer, Chabela Zanutigh, del Sindicato de Amas de Casa; y en medio del dolor, desde entonces y desde siempre, al reclamo de justicia para el pueblo inundado los sostuvieron con sus cuerpos y su lucha indómitas mujeres en Carpas Negras de la Memoria y la Dignidad y en Marchas de las Antorchas”, expresa Kreig.

El libro aspira a convertirse en “un material de consulta constante para quienes llegaron mucho después al feminismo y a los movimientos sociales, pero también un punto de reflexión sobre las deudas que aún persisten y las conquistas que se van materializando”, dice la contratapa. Sus directoras admiten que “los relatos que aquí se recogen no son los de todas ni están todas las que lucharon en aquellos años porque las memorias están hechas de testimonios subjetivos por lo tanto hay ausencias y olvidos, pero sí son los primeros que en el formato de libro se anudan en una trama común y colectiva”.