Es divina. La mirás y es di-vi-na. Su pelito corto, la camisa impecable, el pantalón suelto y esa sonrisa que huele a sueños. Sí, es un flechazo.

Estoy que salto de una pata, llevamos 1 mes de chats y, por fin, salimos. No puedo más y necesito compartir la emoción, así que le muestro foto a una de mis amigas. Primero, se queda callada pero vuelve a mirar y dice medio dudando: eh, sí, tiene algo. Sorprendida yo: ¿algo qué?Curiosa por si le parece fulera o es otra cosa. Me responde entrecortado: algo lindo, sí, sí, es linda, pero... ¿no te parece un pibe? ¿no es lo mismo que salgas con un chabón?

Ouch, tengo en ese momento 23 añitos, saliendo del cascarón les pero le digo segura que no, que es una ella y que me encanta. Ya son las cinco, estoy en la esquina, la espero nerviosa de pies a cabeza, la veo venir con paso seguro, me saluda y su mejilla suave me roza la cara. Hace calor, y sonriendo decidimos ir a tomar helado, dos cucuruchos. El que despacha pregunta: chicos, qué sabores. Abro los ojos, ella pone cara de orto y el pibe que con la vista clavada en mi cita reformula: perdón, chicas. Nos sentamos, nos olvidamos al toque, es tan lindo charlarle. Cada tanto entra gente a la heladería, hace más calor. Y paranoica capaz, voy sintiendo de a poco que esa gente nos mira. Pero no, sí que nos miran, bah mejor dicho la miran. Yo tenía remera de brillitos. Hubiera sido incómodo, si no fuera porque ella por oposición me mira a mí, solo a mí. Y me hace caer hechizada en sus ojos hasta que de no aguantarme más le largo: sos hermosa. Y observo como en un microsegundo la cara se le pone rojo fuego, y susurra: vos también, muy.

Al otro día, recibo un mensajito, mi amiga: che, y cómo te fue con el casi pibe. Se me hace un nudo en la garganta. Un ropero mental empieza a rodar en mi cabeza, una escenografía gigante donde desfila cada look y donde resaltan: míticas amazonas talladas guerreras, la túnica de Safo, estudiantas vestidas de estudiante solo para poder saber, la general Azurduy jineteando la independencia a sable, las exquisitas garçonnes de los años 20 y españolas republicanas a rifle y camisa, al final las indiscutibles hermosuras de Marlene Dietrich y Greta Garbo a puro smoking y pucho. Y no, sé que ninguna de ellas fue un chabón, y que esa tampoco.

“Sofia se llama la piba, sabés? Y es un amor” le digo. A pedido le chusmeó toda la cita, hasta mi parte favorita de look solo piel, y en especial cómo se me acurrucó para abrazarla.

No sé por qué de todas las variedades de tortas que puede haber, y habemus muchos tipos, la chonga siempre resalta y descoloca. ¿Será tan díficil para el casillero mental reacomodar la dupla histórica look/género? ¿es que mi propia femineidad o la de cualquiera pasó o pasa por tacos, mini o delineado perfecto? ¿qué es una mina, qué hace? ¿alguien vio la primera?

Es la próxima cita con Sofi, ya sé que me voy a poner: chau brillitos, hola tiradores y corbata. Me decidí, ese día hago competencia chongo.