Amigas en un camino de campo              8 puntos

Argentina, 2022

Dirección: Santiago Loza.

Guion: Santiago Loza, Lionel Braverman.

Fotografía: Eduardo Crespo.

Música: Santiago Motorizado.

Intérpretes: Eva Bianco, Anabella Bacigalupo, Jazmín Carballo, Carolina Saade.

Duración: 77 minutos.

Estreno: en Sala Leopoldo Lugones.

El cine del dramaturgo y novelista Santiago Loza tiene siempre la rara virtud de descubrir lo extraordinario en lo cotidiano a partir de escasísimos elementos narrativos. Basta con recordar su largometraje inmediatamente anterior, Breve historia del planeta verde (2019, disponible en la plataforma Mubi) para confirmar esta afirmación, que vuelve a ratificar ahora Amigas en un camino de campo, su largometraje más reciente, que llega a la Sala Lugones luego de su paso por los festivales de San Sebastián y Mar del Plata (donde fue premiado).

La anécdota no podría ser más sencilla: un amanecer, Sandra (Eva Bianco) vislumbra desde la ventana de su cocina la caída de una estrella fugaz y decide salir en busca de esa piedra que debe haber caído más allá del río y de las sierras que lo circundan. No lo hará sola: la acompaña Tere (Anabella Bacigalupo), con quien mantiene una larga amistad no exenta de rispideces, como se irá revelando paulatinamente. Antes de salir, sin embargo, recibirá a su hija Nora (Jazmín Carballo), que acaba de llegar de la ciudad para una visita que se anuncia fugaz, y repartirá entre algunos vecinos del pueblo los panes que ella misma amasa.

Ese primer tramo del film ya le permite a Loza esbozar ambientes y personalidades: el pueblo es pequeño, la gente se conoce y aprecia, y Nora es amable pero solitaria, huraña, arisca. El encuentro con su hija sugiere roces previos y su carácter difícil, que la larga caminata junto a Tere a campo traviesa no hará sino confirmar, a pesar de que ambas hablan poco, solamente lo esencial, como si el silencio fuera a veces el mejor compañero de Sandra.

La particularidad esencial de Amigas en un camino de campo radica en la incorporación –muy orgánica, por cierto- de la poesía de Roberta Iannamico (Bahía Blanca, 1972) a la estructura dramática de la película. También antes de aventurarse fuera del pueblo, Sandra y Tere mencionan que una íntima amiga de ellas -que murió poco antes, que será recordada una y otra vez, y con quien conformaban una “Santísima Trinidad”- le gustaba mucho esa poesía tan humilde como profunda de Iannamico, que vive por ahí en las afueras del pueblo.

“…las cosas que entran / en una mano / eso es lo que tengo / para armar un mundo”, se escucha en uno de sus versos, que van punteando el relato. Y efectivamente todo un mundo se materializa en el film a partir de aquello que entra en una mano: una fruta, una herramienta, una caricia. Las manos son un leitmotiv en Amigas en un camino de campo, lo que lleva a Loza a construir una dialéctica muy delicada entre los planos detalle y los planos generales, donde la naturaleza tiene por supuesto una importancia determinante, tanta que el espectador puede llegar a sentir que comparte (o quisiera compartir) esa caminata junto a esas amigas a las que quizás el camino las separe.

No es poco lo que el film de Loza apenas sugiere o deja abierto a la interpretación o el misterio, pero se diría que ese es un rasgo tanto de su cine como de su dramaturgia, que muchas veces incluye también un momento de extraña epifanía, que no falta en Amigas en un camino de campo. En esta película reaparece también con fuerza la afinidad de Loza con universo femenino, que era evidente tanto en los films Cuatro mujeres descalzas (2005) y Si estoy perdido, no es grave (2014) como en la obra teatral Almas ardientes, que en 2014 puso en escena Alejandro Tantanian.

Se diría que Loza escribe especialmente para sus actrices y las de Amigas… no podrían ser mejores. Eva Bianco y Anabella Bacigalupo expresan toda la complejidad de sus personajes, pero también Jazmín Carballo y Carolina Saade, como la hija de Sandra y su amiga, para quienes Loza construye una suerte de pequeño contrapunto con el dúo protagónico que funciona muy bien y le da al arco narrativo mayor densidad. No es menor el aporte de la fotografía de Eduardo Crespo, capaz de poner en imágenes ese verso de Iannamico que dice “…qué hermoso el camino que nos separa / el pasto, el cielo, el sol y yo”.