“El arte tiene que llegar a la gente, pero sin que ese encuentro tanga que depender de un museo o de una galería”, sostiene el artista plástico Gustavo López Armentía, al explicar los alcances de las Jornadas Creativas con niños y adolescentes, que se realizan en su casa taller. La experiencia comenzó a concretarse cuando este año, acompañado por su compañera Monserrat Fernández –docente especializada en Educación por el Arte-, decidieron que su estudio “sea un lugar que les permita a los chicos, que no van a los museos, entrar en contacto con el arte” explica. 

El estudio de López Armentía, ubicado en Gregorio de Laferrère al 3259, es un sitio de interés cultural reconocido por la Legislatura porteña. Integra dos casas antiguas, típicas casas bajas de patios amplios. Una es su lugar de trabajo. La otra expone su obra, y ellos la compraron en 2007 sin saber que ahí habían vivido los padres del mismísimo Juan Domingo Perón. Fotos y documentos lo testimonian en los salones destinados a la historia de la casa. “Perón también vivó aquí con su primera mujer, Aurelia Tizón”, suma el artista mientras en el patio de su estudio, en el barrio porteño de Flores, el brillo de las esculturas centellea al recibir la luz del atardecer.

La magia del arte deambula en el ambiente. Hay obras por doquier, enormes y diminutas, enmarcadas por el azul de las paredes o por el verde de los patios. Hay fotos de Perón cuando era muy joven. Y en el taller hay mesas con frascos de pinceles, hay tintas y caballetes, y dos enormes telas que ya cobijan una silueta del Obelisco y otra, un San Martín. No es un cuadro realista éste, pero se distingue la figura del héroe de a caballo, en un campo de flores. Detrás, brumosos, Los Andes. “No están terminadas” advierte el artista. Y esa característica, la de la obra en proceso, suma atracción, imanta al visitante. Abre las puertas a este sólido universo creativo.   

El lugar, emblemático y angelado, es hoy un espacio cultural abierto a la comunidad y a los colegios de la ciudad interesados en estas Jornadas Creativas. Ya se realizaron cuatro, con colegios primarios y secundarios. Y hay “lista de espera” para los próximos encuentros. “Sabemos que un estudio con esta disponibilidad puede ser ideal para que los chicos, que nunca tuvieron posibilidad de tocar una pintura al óleo, o de trabajar con pasteles, puedan hacerlo” afirma “Monse” quien trabajó siempre "como maestra de jardincito de la primera escuela de Educación por el Arte del país: La Escuelita" cuenta.  

Educación por el arte

Para el pintor y escultor, “la inclusión pasa por ahí, por abrir este espacio y que los chicos -a través de una metodología educativa-, puedan disfrutar de las obras y dibujar y aprender acá. Es parte de la batalla cultural, cotidiana” enfatiza. El proyecto cuenta con el padrinazgo de “el padre (Domingo) Bresci”, como lo nombra López Armentía. El sacerdote, quien integra el movimiento de Curas en Opción por los Pobres, impulsó su creación y convocó al grupo de colaboradores –docentes de distintos niveles de enseñanza-, también interesados en que “los chicos tomen contacto con el arte -define el artista-, pero no con el concepto de arte de Barrio Norte donde se observa una obra detrás de una vitrina, y las consignas que les dan al entrar son: no toques, no te muevas”, recrea. 

Contra eso se gestionan, colectivamente, estas Jornadas. Y son posibles por un grupo de "colaboradores imprescindibles" -señala López Armentía-, para nombrar, junto con Domingo Bresci, a Roxana Perazza, Juan Manuel Mauro, Sandra Sandrini, Temis Sacomano, Miguel Acuña, Luis Freitas, Lorena Divita y Carlos Guerrero.

Frente a la distancia que imponen los museos, esta propuesta tiende puentes. Y permite “que se produzca en los chicos el acto del descubrimiento”, comparte López Armentía con satisfacción. “Cuando un chico pregunta ¿cómo lo hiciste? se mete en la cuestión, ahí comienza a apropiarse de los conceptos, y resignifican el sentido del arte, en ellos mismos”, acierta el artista cuya obra pictórica y escultórica, reconocida en las bienales de Venecia, Egipto o México, tanto como en las galerías neoyorkinas -expuso allí desde 1996 a 2008- incorpora material de descarte urbano, ferroviario, portuario.

“Los chicos ven una morsa en una escultura –detalla-, y cambian su percepción sobre esa herramienta que quizá han visto muchas veces en su casa pero nunca pensaron que podía ser parte de una obra de arte”. O una chapa amarilla “que encontramos tirada en la calle”, y se convirtió en parte un barco armado en collage.

La función social del arte

En cada Jornada los estudiantes incentivados por sus docentes, pueden conocer aquí la obra de este artista -compuesta por gran variedad de piezas-, y aprender conversando con él, describe Monse. Y agrega: “Llegan con sus preguntas preparadas porque trabajan antes de venir con los docentes, pero se encuentran con que también pueden pintar acá y desplegar su propia cultura, sus experiencias, su sensibilidad”. Esto aporta un caudal recreativo y transforma "la vista al taller" en una Jornada Creativa.

“Hay talento en los chicos, para el color, en el manejo del espacio, en el trazo”, añade López Armentía. Jugarlo aquí habilita nuevas posibilidades de encuentros con el arte. “Porque hay una parte de la expresividad artística que la sociedad anula. Por eso es importante tender puentes con los chicos y más con estos chicos, y generar esta inquietud por el arte desde la periferia”, afirma. Habla de un proyecto de país que reconoce en la periferia de la Ciudad de Buenos Aires su territorio: “Ahí estamos nosotros, esta es nuestra gente y esta es nuestra batalla. No podemos estar frente a la TV esperando que Sergio Massa solucione el tema de la deuda –ironiza-, la gente necesita otras cosas, y acá cuando vienen los chicos se encuentran con otras cosas”.

Sobre la construcción de una sociedad con equidad y la función social del arte en la puja de poder, López Armentía es realista y concreto, como sus materiales. Su posición es la del guerrero que resiste a la intemperie, como sus obras de metal oxidado o de telas metálicas pintadas de negro, brillante; ubicadas en los patios de la mágica casona de fachada azul. "Siempre lo que hacemos es poco, pero es lo que se puede hacer", sentencia el pintor, nacido en Buenos Aires.       

Que los chicos pasen una jornada sin celulares ni televisión "es parte de los logros”, bromea Monse. “Los chicos son seres pensantes –añade-, si tienen posibilidad lo demuestran. Y si te abrís, también te enseñan”, aporta. Se forma un vínculo de reciprocidad, un espacio donde la creación comienza a ser una experiencia compartida. Y se potencia su alcance, "su capacidad transformadora", como señala Monse.

* El espacio puede visitarse los viernes con reserva previa en el mail [email protected].