Novak Djokovic se llevará gran parte de las luces una vez que levante el telón, este lunes, nada menos que el último torneo de Grand Slam de la temporada: el US Open. El serbio reaparecerá en el Billie Jean King National Tennis Center después de la ausencia en la edición de la temporada pasada, cuando las viejas restricciones sanitarias no le habían permitido el ingreso a los Estados Unidos por no haber estado vacunado contra el coronavirus.

Su regreso a territorio estadounidense, de hecho, tuvo lugar y espacio una semana atrás en Cincinnati, donde anticipó lo que podría ser la gran pelea de este año en Flushing Meadows. Allí, en el Estado de Ohio, ganó su 39° título de Masters 1000, el 95° trofeo de nivel ATP en general. Superó, en una antológica final de casi cuatro horas, al máximo rival generacional que se le presentó en el epílogo de su carrera: el español Carlos Alcaraz.

"Carlos siempre me lleva al límite. Creo que yo también hago lo mismo con él; por eso fue una final memorable. Fue una de las mejores y más difíciles finales que jugué en mi carrera en partidos al mejor de tres sets: se sintió como si ganara un Grand Slam, sinceramente", expresó, con honestidad, el serbio tras aquella definición en Cincinnati, que resultó un desquite luego de la derrota en cinco parciales en la pasada final de Wimbledon.

Alcaraz, de 20 años y actual número uno del mundo, emergió como un temible rival para un Djokovic que, con 36 años y un exhaustivo recorrido, mantiene el hambre intacto para marcar la historia del tenis internacional. Campeón en 23 torneos de Grand Slam, el serbio contó por qué alimenta la ilusión: "Por este tipo de partidos me esfuerzo con los entrenamientos diarios, el sacrificio y el compromiso. Con 36 años todavía tengo ganas. Me encanta competir. Cuanta más adversidad mejores oportunidades hay para crecer, para aprender. Uno aprende con la adversidad: no acepto la derrota como opción y por eso lo doy todo".

En pleno media day del US Open, en la previa de su debut de este lunes por la noche ante el francés Alexandre Müller (85°), el tricampeón en Nueva York (2011, 2015 y 2018) soltó una confesión reveladora respecto de la nueva rivalidad con Alcaraz: "Carlos es el número uno del mundo y uno de los mejores jugadores del último par de años. Siempre tengo un ojo puesto en él: mi equipo lo sigue. Entiendo que será igual de su parte. Ambos nos observamos. Estoy seguro de que su equipo mira mis partidos como hace mi gente con los suyos. No hay secretos".

Djokovic todavía tiene la espina de la última final de Wimbledon, en la que buscaba un doble récord para todos los tiempos: pretendía igualar los 8 títulos de Roger Federer en la Catedral y los 24 Grand Slams que ganara la australiana Margaret Court entre 1960 y 1973. De las dos metas en el US Open el serbio podrá aspirar a alcanzar las 24 coronas, una marca que enaltecería todavía más su trayectoria: "Los Grand Slams son los mayores objetivos que tengo en mi carrera en este momento. No sé cuántos me quedan. No tengo el retiro en mi mente por ahora. Entiendo que las cosas son diferentes cuando uno tiene 36 años, así que tengo que disfrutar del presente y tomar cada Grand Slam como si fuera el último, como una oportunidad de oro para hacer historia".

El número uno, casi cantado

La pasada final de Cincinnati bien pudo haber surgido como un adelanto de lo que será la gran lucha en el US Open: Alcaraz deberá defender el título y Djokovic volverá luego de la ausencia de 2022.

En ese sentido, tras el resultado del último Masters 1000 previo, apareció una pelea casi sentenciada: de no mediar una catástrofe el serbio recuperará la cima del ranking. El español quedó en la cúspide con sólo 20 puntos más (9815 contra 9795).

La catástrofe sería, entonces, una eventual derrota de Djokovic en la primera ronda ante Müller -sumaría apenas 10 puntos- fusionada con una nueva conquista de Alcaraz -debutará el martes ante el alemán Dominik Koepfer (78°)- para revalidar las dos mil unidades de la corona de la temporada pasada. El duelo generacional de la época, ahora igualado con dos triunfos para cada lado, promete un capítulo mayúsculo en el último Grand Slam de la temporada.

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