ÁGUAS DO PASTAZA 7 puntos

Juunt Pastaza entsari; Portugal, 2022

Dirección y guion: Inês T. Alves.

Duración: 62 minutos.

Estreno exclusivamente en Cine Cosmos UBA (Av. Corrientes 2046).

Documental observacional de pura raza, la ópera prima de la realizadora portuguesa Inês T. Alves fue rodada en el seno de una comunidad aborigen achuar de poco menos de cien habitantes, situada en el límite entre Ecuador y Perú, en plena selva amazónica. Esta información sólo es ofrecida hacia el final de Águas do Pastaza, aunque el espectador puede imaginar durante la proyección que las imágenes y sonidos fueron registrados en algún lugar de Sudamérica gracias al idioma español que pronuncian sus protagonistas, un grupo de chicos y chicas de entre cuatro y trece años. La cita del filósofo luso Agostinho da Silva que abre la película –estrenada en el Festival de Berlín– resulta elocuente pero es algo engañosa: “Las cualidades infantiles deberían conservarse hasta la muerte, como cualidades distintivamente humanas: las de la imaginación en lugar del conocimiento, las del juego en lugar del trabajo, las de la totalidad en lugar de la separación”. La frase es elocuente ya que el propio film se encarga de celebrar las cualidades de la infancia, cuando el mundo es un campo de juego; engañosa porque si algo posee ese grupo de niños es conocimiento.

La primera secuencia de Águas do Pastaza muestra a dos chicas cortando racimos de bananas con un filoso machete, recolección de alimentos que permite asimismo una actividad lúdica: la elaboración de vinchas y polleras confeccionadas con hojas y ramas. Durante los siguientes sesenta minutos el film las mostrará, a ellas y a sus familiares y vecinos de escasa edad, navegando el río Pastaza en canoas de madera con motores fuera de borda, pescando con maestría, fabricando y decorando vasijas, cocinando los pescados al fuego sin quemarse ni chamuscar la comida. Y todo entre risas, juegos y corridas, acostumbrados al peligro constante de sufrir algún tipo de accidente. En medio de una lluvia caudalosa, se arma un partido de fútbol improvisado; cuando sale el sol, un tronco robusto hace las veces de subibaja (aunque el orden debería ser el inverso: el subibaja tiene su origen allí, en ese tronco que alguna vez formó parte de un árbol).

De pronto, un teléfono celular y un par de tablets enchufados a la corriente eléctrica. Los chicos forman parte del siglo XXI y los elementos tecnológicos que les permiten mirar videos en Youtube o jugar a algún juego electrónico conviven con las perinolas que fabrican sabiamente con palitos y frutos secos. Inês T. Alves lo observa todo sin aplicar filtros narrativos artificiales, mucho menos analizando las imágenes a través de voces explicativas, dejando muy conscientemente fuera de campo a los adultos (sólo cerca del final aparece un grupo de hombres jóvenes trasladando al río un bote recientemente construido). El resultado es fascinante y permite que el espectador “occidental” observe con asombro y reflexione sobre los usos y costumbres de la gran ciudad, la crianza, los miedos paternales y maternales de estos tiempos

¿Qué otra cosa puede pensarse ante el espectáculo de una niña pequeña rompiendo a machetazos un coco a apenas unos centímetros de los pies de su hermano? ¿O cuando una araña tamaño XXL camina oronda sobre el piso en el cual duermen los chicos? Águas de Pastaza es al mismo tiempo un documento etnográfico y un canto a la imaginación infantil. Que la película haya surgido de un proyecto educativo –la realizadora simplemente se instalaría durante unos meses en la comunidad para enseñar el uso de las cámaras digitales en el marco de un taller– habla a las claras de su apertura y sensibilidad creativa y humana: la película demuestra, sin que medien palabras, que fue ella quien terminó aprendiendo mucho de sus pequeños alumnos.