¿En serio que el tema es Barbie? Barbie (la película) es más bien la prueba de la facilidad con la que nos ponen a bailar la música que ellos tocan. Que hacen lo que quieren con nuestros deseos. Un día se les ocurrió que teníamos que hablar y vestirnos imitando a esa porquería de Barbie, y los colonizados de siempre se vistieron de rosa. Y, como si fuera poco, se llevaron la guita con pala.

Ay, qué divertido, ponés tu cara en una app y salís como Barbie o Ken. Es re cool, ¿viste? Te metés en una caja rosa y hacés el boludo pero en rosa. Qué vergüenza, por favor... Y todo porque durante las últimas décadas les hicieron creer a los padres que decirle que no a un hijo puede frustrarlo, cuando en realidad la respuesta era: “¿Ma´ qué Barbie? Una patada en el culo te voy a dar. Jugá con esa muñeca que compré en La Salada que además le da trabajo a un gaucho argentino”.

Periodistas fueron al programa vestidos de rosa a manera de ¿homenaje, broma?. Circunspectos intelectuales, de los que hablan en difícil para parecer más inteligentes de lo que son, se vieron en la “obligación” de analizar el fenómeno. ¿En serio tenían que ver una película del corazón del mainstream imperialista para que entender cosas sobre el patriarcado, la vida, los sueños? ¿Si no te lo dicen los yanquis no vale?

Parece que más de uno quería jugar a las muñecas de pibe y no lo dejaron. O que arrastraban de su casa al diván (cómo no) la herida emocional de que el vecino le había regalado una Barbie a la hija y ellos nunca pudieron darse el lujo. Porque Barbie siempre fue una cosa de adultos que querían regalar una muñeca cara como símbolo de status. Los pibes siempre supieron (hasta que los padres los marearon) que Barbie era una muñeca que te daba la misma prestación que una muñeca barata. O sea, un juguete. Y bastante feo, de paso.

Casi nadie se tomó la película con humor e ironía, como correspondía. ¡Barbie! Dejate de joder, bolú, esa era la respuesta. Lo que había que entender entre tanta idiotez es que el discurso del imperio, basado mayormente en el mundo del espectáculo, está agonizando y a la vez está mutando, como explico más abajo. Eso es lo que importa, chiques.

El discurso que nos controló desde hace más de medio siglo hoy sólo es capaz de contarnos estúpidas películas de superhéroes, de agentes secretos que salvan el mundo a último minuto y de productos que según ellos hicieron historia y que nosotros rara vez pudimos pagar: Air, Adidas vs. Puma, Kicks, Mac Donalds, Ford vs. Ferrari. Un día de estos van a contar la historia del pochoclo y vas a ver a toda la gilada hablando del pop corn.

Y para colmo voy a verificar cómo se escribe el nombre del salamín de Ryan Gosling y Google se pone rosa y lanza estrellitas. Qué grasada, por favor.

Lo que abruma es la ausencia de discurso crítico, ácido. Y casi nadie habló de colonialismo que, aunque sea una palabra un poco obsoleta, era de lo que había que hablar. La única Barbie que importa es esa que el tío trajo de un viaje a Estados Unidos hace treinta años y que hoy puede valer miles de dólares. De no ser así, yanqui go home…

Hagamos una película de Patoruzú o Hijitus o Mafalda, metamos todo ese discurso disfrazado de seriedad y de reflexiones a la moda y veamos cuántos norteamericanos van al cine. Veamos si miran El Eternauta cuando esté disponible. Veamos si los mismos argentinos que corrieron a ver Barbie corren a ver películas de nuestra historia real o simbólica. Adivinen…

Parece mentira que haya gente que espera que sus ideas contra los discursos hegemónicos sean ratificadas… ¡por esa usina de discursos hegemónicos que es Hollywood! ¡Te venden la enfermedad y luego el remedio! ¡Te queman la cabeza con la enfermedad y luego te la vuelven a quemar con el remedio! Impresionante. Y nosotros compramos las dos versiones sin patalear.

Algunos me dirán (y creerán) que significa a que ellos cambiaron. Como cuando la iglesia aceptó que Copérnico tenía razón. Es el dinero, niños. O es la política. Si hay que ser liberal y cool para ganar dinero o sumar control, lo serán. Se disfrazan de progresistas para vendernos progresismo y a la vez nos aprietan con las armas de siempre: dinero, política. Clase de política básica gratis: así nos colonizan por izquierda y por derecha.

¿Colonizado yo? Si para estar convencido de algo debo esperar a ver qué piensa Hollywood, y además sobre la historia de una muñeca símbolo de casi todo lo malo que hubo en el mundo durante los últimos cincuenta años, entonces sí. Todo lo que se merecía Barbie era una buena puteada antes y una nueva puteada ahora. ¿No leyeron el Gatopardo y la parte de “cambiar para que nada cambie”? ¿Es tan difícil de entender?

 

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